De Giuseppe Verdi, en el bicentenario de su nacimiento tal día como hoy
por En cuerpo y alma
Se cumplen hoy 200 años del nacimiento de uno de los grandes genios de la música de todos los tiempos, Giuseppe Verdi, ocasión que nos parece bien propicia para dedicar unos minutos a conocer su figura.
Giuseppe Fortunino Francesco Verdi nace en Le Roncole, en el ducado de Parma, el 10 de octubre de 1813, hijo de Carlo Giuseppe Verdi y de Luigia Uttini. En su ciudad natal recibe sus primeras lecciones de música, que continúa en Busseto, bajo la tutela de Ferdinando Provesi, mientras se educa con los jesuitas. A los 20 años de edad pasa a Milán.
En 1830, con 17 años de edad da su primer concierto en la casa de Antonio Barezzi, con cuya hija Margarita, de quien era profesor de música, casa en 1836, a los 23 años de edad. Poco le va a durar la felicidad pues entre 1838 y 1840 la desgracia visita su casa vestida de negro: en 1838 muere su hija Virginia, en 1839 su hijo Icilio Romano, y en 1840, de una encefalitis, su esposa Margarita, a la que amaba profundamente.
Como tantas veces ocurre en esta vida perra, al drama personal acompaña el apogeo artístico. El estreno en 1839 de su primera ópera, “Oberto”, permite a Verdi triunfar en Milán, éxito al que seguirá el de su “Nabucco”, estrenada en 1842, mientras consuela sus penas con un amor escandaloso para la época con la soprano Giuseppina Strepponi, con la que no casará sino casi dos décadas después, en 1859. No será su único amorío, pues a él seguirá el sostenido con la también soprano Teresa Stoltz, que se prolongará más allá de la muerte de la Strepponi.
Los éxitos se suceden: “I Lombardi” en 1843; “Macbeth”, que estrena en el Teatro La Pergola, en 1847; “Rigoletto” con el famoso “La donna è mobile”, que estrena en el Teatro La Fenice de Venecia, en 1851; “Il Trovatore”, que estrena en el Teatro Apollo de Roma, en 1853, sobre libreto del español Antonio García Gutiérrez; “La Traviata”, que estrena apenas unas semanas después en el Teatro La Fenice de Venecia.
Verdi se implicará profundamente en el movimiento de unificación italiana, que como sabemos, termina entre otras cosas con los dominios papales (pinche aquí si desea conocer mejor el tema), y que él enardece con su música. Tanto así que su apellido acabará convirtiéndose en una especie de grito de guerra de los italianistas, gracias al fácil acróstico que convierte a Verdi en las siglas de “Vittorio Emmanuelle Re d’Italia”. De hecho, el “Va pensiero”, o “Coro de los Esclavos” de la ópera “Nabucco”, se convierte en uno de los himnos del Risorgimento que preconiza la unificación italiana.
No en balde, lograda la unidad, la obra de Verdi asciende a la cumbre, y al compositor le valdrá el sucesivo nombramiento por el Rey como diputado en 1861, y como senador después en 1874.
Se suceden los éxitos: “Un ballo in maschera”, estrenada en el Teatro Apollo de Roma en1859; “La forza del destino”, estrenada en el Teatro Imperial de San Petersburgo en 1862; “Don Carlos”, sobre el drama del hijo de nuestro Felipe II estrenada en la Ópera de París en 1867; la celebérrima “Aida” estrenada en el Teatro de la Ópera del Cairo en 1871, probablemente para celebrar la apertura del Canal de Suez dos años antes; “Otello”, estrenada en el Teatro La Scala de Milán en 1887; o “Falstaff”, estrenada en el Teatro de La Scala de Milán en 1893.
Se suceden los éxitos: “Un ballo in maschera”, estrenada en el Teatro Apollo de Roma en1859; “La forza del destino”, estrenada en el Teatro Imperial de San Petersburgo en 1862; “Don Carlos”, sobre el drama del hijo de nuestro Felipe II estrenada en la Ópera de París en 1867; la celebérrima “Aida” estrenada en el Teatro de la Ópera del Cairo en 1871, probablemente para celebrar la apertura del Canal de Suez dos años antes; “Otello”, estrenada en el Teatro La Scala de Milán en 1887; o “Falstaff”, estrenada en el Teatro de La Scala de Milán en 1893.
Definido como ateo por Toscanini o como “hombre de poca fe” por Giuseppina, su esposa, ello no es óbice para que dedique sus últimos años a escribir obras de tipo religioso: su maravillosa “Misa de Réquiem” en 1874, a la memoria del poeta Alessandro Manzoni; el “Ave María para soprano y cuerdas” en 1880; las “Quattro Pezzi Sacri” estrenadas en 1898 constituye su obra postrer.
A los 87 años de edad Verdi vendrá a morir de un derrame cerebral el 27 de enero de 1901, en una ciudad tan musical y querida para él como Milán. En su entierro con honores de estado, Toscanini dirige una formidable orquesta y coro –sólo éste se compone de 820 cantantes- formada con personas llegadas de todas partes del país. Lega su fortuna al establecimiento de una casa de reposo para músicos jubilados que llevaría su nombre: la “Casa Verdi” de Milán en la que, por cierto, reposa su cuerpo.
Musicalmente hablando, Verdi constituye uno de los grandes exponentes del romanticismo musical, el puente entre Rossini, Donizetti y Bellini de un lado, y la corriente del verismo y Puccini de otro. A pesar de la mutua admiración que se profesaron, sostuvo una gran rivalidad con Richard Wagner, a quién se le acusó de imitar, y que apenas le sacaba 141 días, ahí es nada la casualidad, hallándonos por lo tanto este año en el bicentenario de los dos.
Multitud de teatros sobre todo en Italia, llevan el nombre del excelso compositor. En el Antártico lleva su nombre una ensenada, tiene monumento en Manhattan. En 1983 un asteroide es bautizado en su honor. Y su música sigue llenado los auditorios del mundo, y emocionando y enardeciendo a los que tienen la oportunidad de cantarla.
©L.A.
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