Acusará a la mujer de riesgos monetarios si no aborta
Contrata a una madre de alquiler y luego la denuncia para obligarla a abortar a uno de sus trillizos
Es el siniestro mundo de los "vientres de alquiler", una práctica que el Parlamento Europeo condenó el pasado mes de diciembre como "explotación de las mujeres más pobres y vulnerables" y que en España no es legal, pero sí que lo es en 22 estados de EEUU, donde se combina con el aborto para eliminar los bebés "sobrantes" o "no idóneos". Allí acuden europeos y sudamericanos a adquirir sus bebés (y descartar otros).
El caso de Melissa Cook (no es una jovencita)
Ahora destaca el caso de Melissa Cook, de 47 años (nada joven para ser madre gestante) que ya tenía cuatro hijos propios en California.
Fue contratada por un hombre de 49 años, un funcionario de correos soltero que vive con sus padres, para ser vientre de alquiler de un bebé concebido con su esperma y los óvulos de una joven donante de 20 años.
Melissa Cook gesta trillizos, que genéticamente no
son suyos; el donante-contratante quiere abortar
uno de ellos y amenaza con arruinarla legalmente
si ella no lo aborta
Pero sucedió lo que sucede con bastante frecuencia y la industria de la fecundación in vitro y los vientres de alquiler tratan de disimular y ocultar: esta técnica genera a menudo varios embriones, y se espera que alguno muera en los primeros momentos de la gestación.
En el caso de Melissa se implantaron tres y los tres han sobrevivido y han ido creciendo. Según su contrato, le correspondían 33.000 dólares por el primer bebé y 6.000 dólares por cada bebé adicional.
Pero su "contratante" le ha pedido que aborte a uno de sus hijos trillizos. Él quiere quedarse con sólo un bebé, y está dispuesto a entregar otro en adopción. El tercero quiere que sea abortado, en parte para mejorar el bienestar prenatal de los otros dos.
El abogado la amenaza con la ruina si no aborta
Ella declaró que no pensaba abortar y que se quedaría con el tercer trillizo (que no tiene carga genética de ella). Pero el abogado de su contratante la amenazó: si no abortaba la acusaría de graves riesgos monetarios y la machacaría con indemnizaciones brutales. Aborto forzado bajo amenaza económica. En teoría, perfectamente legal.
Melissa casi cedió, pero luego decidió presentar batalla con la ayuda del diario "The New York Post", que ha decidido airear las sórdidas lógicas de economía y muerte de este turbio negocio.
Melisa ha presentado una denuncia de inconstitucionalidad contra la ley de maternidad subrogada (vientres de alquiler) de California.
“Ya no veo los acuerdos de subrogación de la misma forma favorable con la que alguna vez los vi. Los niños obtienen un beneficio especial de su relación con su madre”, aseguró en un comunicado remitido al Post (aunque en su caso la madre genética es una veinteañera anónima donante de óvulos).
“Ahora pienso que los conceptos básicos de los acuerdos de subrogación deben ser re-examinados, analizados y reconsiderados”, dijo.
La Constitución de EEUU y la ley californiana
El abogado de Melissa, Harold Cassidy, aseguró que la ley de vientres de alquiler de California “no resistirá un escrutinio constitucional”.
“La noción de que un hombre puede exigir que una mujer acabe con la vida de uno de los hijos que lleva con un aborto, y luego asegurar que ella es responsable por los daños económicos si ella se rehúsa es cruel para la madre”, dijo.
Una de las escritoras del Post, Jennifer Lahl, señaló: "Esto es una industria de cría de humanos en la que a las mujeres se les paga entre 25.000 y 50.000 dólares para parir los hijos de otras personas, por no hablar de la parte desorbitante que se llevan los abogados y las agencias de colocación de bebés".
Un experto en bioética crítico con esta industria, el Director del Centro de Bioética, Persona y Familia, Jorge Nicolás Lafferriere, comentó a Aciprensa que “al disociarse la gestación por un lado y la llamada ´voluntad procreacional’ por el otro, los niños quedan presa de las decisiones de los adultos y se convierten en meros objetos de contratos”.
“A los problemas inherentes a la fecundación artificial, en este caso se suma la violencia contra una mujer para pretender que aborte y la transformación de los niños en meros objetos de los deseos de los adultos, además de la amenaza para el derecho a la vida de un niño concreto a quien se quiere abortar”, indicó.
El experto en bioética recordó además que “existe una campaña internacional que clama por la prohibición de la maternidad subrogada y casos como el que aquí comentamos dan actualidad a ese pedido”. “Es imperioso que los países pongan un freno a la industria biotecnológica que alquila vientres cosificando a los niños y explotando a mujeres”, propone.
El caso de Melissa Cook (no es una jovencita)
Ahora destaca el caso de Melissa Cook, de 47 años (nada joven para ser madre gestante) que ya tenía cuatro hijos propios en California.
Fue contratada por un hombre de 49 años, un funcionario de correos soltero que vive con sus padres, para ser vientre de alquiler de un bebé concebido con su esperma y los óvulos de una joven donante de 20 años.
Melissa Cook gesta trillizos, que genéticamente no
son suyos; el donante-contratante quiere abortar
uno de ellos y amenaza con arruinarla legalmente
si ella no lo aborta
Pero sucedió lo que sucede con bastante frecuencia y la industria de la fecundación in vitro y los vientres de alquiler tratan de disimular y ocultar: esta técnica genera a menudo varios embriones, y se espera que alguno muera en los primeros momentos de la gestación.
En el caso de Melissa se implantaron tres y los tres han sobrevivido y han ido creciendo. Según su contrato, le correspondían 33.000 dólares por el primer bebé y 6.000 dólares por cada bebé adicional.
Pero su "contratante" le ha pedido que aborte a uno de sus hijos trillizos. Él quiere quedarse con sólo un bebé, y está dispuesto a entregar otro en adopción. El tercero quiere que sea abortado, en parte para mejorar el bienestar prenatal de los otros dos.
El abogado la amenaza con la ruina si no aborta
Ella declaró que no pensaba abortar y que se quedaría con el tercer trillizo (que no tiene carga genética de ella). Pero el abogado de su contratante la amenazó: si no abortaba la acusaría de graves riesgos monetarios y la machacaría con indemnizaciones brutales. Aborto forzado bajo amenaza económica. En teoría, perfectamente legal.
Melissa casi cedió, pero luego decidió presentar batalla con la ayuda del diario "The New York Post", que ha decidido airear las sórdidas lógicas de economía y muerte de este turbio negocio.
Melisa ha presentado una denuncia de inconstitucionalidad contra la ley de maternidad subrogada (vientres de alquiler) de California.
“Ya no veo los acuerdos de subrogación de la misma forma favorable con la que alguna vez los vi. Los niños obtienen un beneficio especial de su relación con su madre”, aseguró en un comunicado remitido al Post (aunque en su caso la madre genética es una veinteañera anónima donante de óvulos).
“Ahora pienso que los conceptos básicos de los acuerdos de subrogación deben ser re-examinados, analizados y reconsiderados”, dijo.
La Constitución de EEUU y la ley californiana
El abogado de Melissa, Harold Cassidy, aseguró que la ley de vientres de alquiler de California “no resistirá un escrutinio constitucional”.
“La noción de que un hombre puede exigir que una mujer acabe con la vida de uno de los hijos que lleva con un aborto, y luego asegurar que ella es responsable por los daños económicos si ella se rehúsa es cruel para la madre”, dijo.
Una de las escritoras del Post, Jennifer Lahl, señaló: "Esto es una industria de cría de humanos en la que a las mujeres se les paga entre 25.000 y 50.000 dólares para parir los hijos de otras personas, por no hablar de la parte desorbitante que se llevan los abogados y las agencias de colocación de bebés".
Un experto en bioética crítico con esta industria, el Director del Centro de Bioética, Persona y Familia, Jorge Nicolás Lafferriere, comentó a Aciprensa que “al disociarse la gestación por un lado y la llamada ´voluntad procreacional’ por el otro, los niños quedan presa de las decisiones de los adultos y se convierten en meros objetos de contratos”.
“A los problemas inherentes a la fecundación artificial, en este caso se suma la violencia contra una mujer para pretender que aborte y la transformación de los niños en meros objetos de los deseos de los adultos, además de la amenaza para el derecho a la vida de un niño concreto a quien se quiere abortar”, indicó.
El experto en bioética recordó además que “existe una campaña internacional que clama por la prohibición de la maternidad subrogada y casos como el que aquí comentamos dan actualidad a ese pedido”. “Es imperioso que los países pongan un freno a la industria biotecnológica que alquila vientres cosificando a los niños y explotando a mujeres”, propone.
Comentarios