Lunes, 30 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

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De cómo las Madres Benitas de Talavera han sido garantes y conservadoras de las antiguas murallas

San Benito de Talavera y su muralla (6)

por Victor in vínculis

Ya estamos llegando al final de esta serie de artículos. El relato del libro de crónica, en la página 85, relata cómo en los años de la República la comunidad sufrió constantes sobresaltos, que se veían reales, por las noticias que llegaban al Monasterio tras la quema de conventos del 11 de mayo de 1931. «Algunas religiosas oyeron desde las ventanas del refectorio, que vociferaban: - ¡Vamos por las latas para empezar por aquí!... puede suponerse el terror de las pobres monjas». Y es que le llegó cómo sus “atacantes” «tenían latas de petróleo para incendiar las puertas de clausura y que no pudiéramos huir».

«Varias veces venían personas amigas a decir “que corriendo se quitasen los hábitos”, pues habían oído decir en la Casa del Pueblo que venían derecho a aquí… después de muchos sustos nada de lo que pretendían permitió el Señor que lograsen poner por obra.

El año 1936 por enero o febrero se nos cayó una pared de la huerta de 20 metros de larga por el lado que linda con el Sr. Luna, ya íbamos a levantarla cuando recibimos oficio del Sr. Cardenal que estuviéramos preparadas por si teníamos que salir y que buscáramos familias que nos pudieran cobijar pues las cosas estaban muy mal. Los jóvenes de Acción Católica vinieron con mucho entusiasmo e interés para levantar la pared ellos con su propio trabajo, pero no les dejó el Sr. Arcipreste [beato Saturnino Ortega] pues era muy expuesto en aquellos días.

Como resguardo para que no tuviéramos miedo por las noches venían a quedarse a dormir debajo de la muralla donde se les había improvisado un pequeño dormitorio, -un hermano de la Madre Milagros (Lucio) y Ángel Romero, vecino de casa-… así estuvieron pasando malas noches desde este tiempo hasta julio […]».

«El mismo día 18 [de julio de 1936] una turba de hombres y mujeres como desbocados venían con gran tumulto queriendo forzar las puertas del Monasterio, pues venían en busca de ametralladoras […] Al día siguiente intentaron saltar la huerta por una de las tapias […] Supimos que el día 24 habían echado a las religiosas de la Enseñanza. Comenzando desde entonces a temer corriéramos nosotras la misma suerte, como así sucedió el mismo día 25. Estando preparándose la comunidad para el desayuno llegó una comisión […] manifestándonos que había dispuesto el Comité desalojáramos el convento pues lo necesitaban ellos. Quedando el desayuno en la mesa. Acto seguido salieron las religiosas a la iglesia para sumir el Santísimo, pues ya estábamos advertidas por los sacerdotes que antes que lo profanaran sumiéramos todas las Formas. La Rvda. Madre Abadesa, Madre Mª Benita Esteban, con mano temblorosa pero firme, abrió el Sagrario y sacando el copón “que estaba llenito” dio de comulgar a todas sus hijas “casi a puñados”. ¡Qué momentos aquellos tan emocionantes, inolvidables e indescriptibles!, viendo a aquella M. Superiora dando a sus hijas el Pan de los fuertes… para que todas aquellas vírgenes del jardín cisterciense pudieran estar dispuestas a la terrible lucha que se las preparaba para defender su virtud y su vida […]».

La comunidad estaba formada en ese momento por 10 monjas y una novicia. Las permitieron tomar alguna pertenencia y cada una hizo su hatillo con lo que procuraron recoger las cosas de la iglesia… A las 11 de la mañana, de ese día del Apóstol Santiago, «nos dimos un abrazo y adiós a la Casa del Señor. Al salir a cada una nos decían una grosería. A la Rvda. Madre como la vieron tan gordita la dicen: ¡qué buena va a estar con tomate!, y como ella era muy salada les contesta: ¡y vosotros con arroz! Nos tenían preparado un auto los socialistas para llevarnos a las casas donde la caridad nos abría las puertas…».

La crónica sigue desgranando dónde fueron recogidas las monjas y en casa de quién y las penurias que pasaron hasta que en 1940 pudieron reabrir el Monasterio. Emociona el relato de la primera misa en la iglesia conventual.

LA IGLESIA SE SALVÓ DE LA QUEMA

La cronista de las MM. Benitas, en la página 91 de su libro explica que «nuestra iglesia única que no habían profanado los rojos gracias a las miras humanas que sobre el convento tenía el teniente de alcalde, Sr. Domingo Sánchez Esteban, mandando precintar la iglesia y la sacristía, pues decía él, que del repartimiento de las tierras de Talavera solo quería nuestro convento. Le venía muy bien porque lindaba la huerta con la de su suegro, Sr. Luna, para hacer una buena vaquería y Dios Nuestro Señor se valió de este modo para que no tocara nadie nuestra pobrecita iglesia.

El día 5 de septiembre se dijo la primera misa en nuestra iglesia, la privilegiada de toda Talavera, ofreció el Santo Sacrificio el Rvdo. P. Marcelino Talavera, el que como dije antes había estado oculto en la casa de don Félix Moro. Ya se lo habían llevado preso los milicianos y los habían llevado para matarlos con otros el día 3 por la mañana, pero el Señor los libró» con la entrada del ejército nacional.

[Marcelino Talavera Delgado nació en Talavera de la Reina (Toledo) en 1909. Era hijo de los porteros de la casa de don Félix Moro. Estaba en la Ciudad de Talavera para cantar misa el 18 de julio de 1936 y pasó esos meses escondido. En la foto, a finales de los 60, en Puertollano (Ciudad Real), el segundo por la derecha de los que están en pie. Murió en Madrid el 4 de noviembre de 1986, a los 77 años].

El día 2 de diciembre de 1936 vino otra vez a visitarnos la aviación republicana tirando bastantes bombas que cayeron en el convento de las MM. Agustinas destruyendo parte del edificio y en el de las Carmelitas, este quedó la mayor parte destruida.

MADRE MILAGROS GONZÁLEZ

Sin duda no podemos pasar de largo en esta historia de las Madres Benitas el presentar brevemente la vida y “martirio” de esta monja, muy popular en la Talavera de los años de postguerra. Nos lo cuenta el famoso padre cisterciense Damián Yañez Neira (1916-2015) que fue el mayor impulsor de los estudios cistercienses en España y escribió gran cantidad de trabajos en libros, revistas y trabajos en colaboración. Durante su estancia en el monasterio de San Isidro de Dueñas, fue compañero de san Rafael Arnaiz Barón.

MADRE MILAGROS ANTONIA GONZÁLEZ GONZÁLEZ (1906-1954). Natural de San Juan de Piñera (Asturias), sus padres, deseando que se formara en las virtudes cristianas, la llevaron al colegio de las Hijas de los Dolores en Trujillo (Cáceres). A los veinte años, cuando terminó los estudios y se planteó el camino que debía seguir en la vida, afirmó sentir fuerte la llamada de Dios y decidió ingresar en el monasterio cisterciense de San Benito de Talavera.

Allí tomó en serio su consagración a Dios. Dice la crónica que desde los primeros tiempos de su consagración se vio agobiada por enfermedades que no la abandonarían hasta su muerte, las cuales supo aceptar siempre con gran entereza.

En 1936, al estallar la Guerra Civil, se hallaba entregada a vivir en intensidad el ideal monástico de oración y sacrificio. Las religiosas de San Benito fueron expulsadas de su monasterio y se dispersaron, siendo perseguidas, de manera especial sor Milagros, que fue detenida y llevada a la casa del pueblo, donde la maltrataron.

No se conocen los detalles exactos de lo que allí pasó. Le asestaron una puñalada y la dejaron desangrándose, dándola por muerta. Al quedar sola, logró extraer como pudo el puñal o machete. Algunas personas la recogieron y lograron curarle la herida y una muñeca que le rompieron al intentar arrebatarle un crucifijo que llevaba en la mano. Tomada Talavera por las tropas del general Franco, sor Milagros quiso volver cuanto antes a continuar su vida consagrada, y no pudiéndolo hacer en su propio monasterio de San Benito de Talavera, por haber sido arrasado, se dirigió en primer lugar, junto a Madre Mª Josefa Sancho, a Villanueva de Argaño (Burgos). Desde aquí pasó (60 km entre ambas poblaciones) al Monasterio cisterciense de Villamayor de los Montes (Burgos) donde fue muy querida y apreciada por toda la comunidad.

Como siempre estaba muy delicada la mandaron los superiores que se pasase una temporada a Ávila, donde tenía una hermana religiosa. Por fin regresó a su amado monasterio el 16 de octubre de 1939, acompañada de su director espiritual, el párroco de Villamayor de los Montes, el cual la tenía en gran aprecio. Volvió otra vez a su casa para continuar su vida de alabanza. Pronto fue nombrada maestra de novicias, pasando el 8 de abril de 1947 a ostentar la dignidad abacial hasta su muerte, acaecida el 31 de mayo de 1954.

Su labor, lo mismo de maestra que de abadesa, fue muy fecunda. La estela que dejó tras de sí fue de verdadera santa.

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