Desde Argentina su familia recuerda su historia...
Los Hermanos de Landa de Tarragona (3)
Breve semblanza que relatan sus amigos, compartiendo su fe y esperanza:
MÁRTIRES DE ESPAÑA
Jorge, Cristián y Carlos de Landa y Porta, de 19, 20 y 21 años de edad, fusilados en Tarragona, España el 8 de agosto el primero y el 5 de noviembre los dos siguientes en 1936.
Se fueron como tantos de sus camaradas, al filo del amanecer. Detenidos desde el día 15/07/1936, llevados y traídos de cáceles a las pocilgas del buque “Uruguay”, maltratados, injuriados… pero fuertes, muy fuertes, en la hermandad íntima y callada del sufrir. ¿Te acuerdas, amigo Carlos, tú precisamente, de aquella lección, que vale más que una consigna, del admirado maestro Eugenio Montes: el presente se sufre, pero no se teme? Sufrir, un simple acto de servicio.
Su postrer combate lo libraron. Mas, allá en las páginas trémulas y culminantes de la historia de España y familiar -en Flandes o América- habían aprendido a desafiarla y a vencerla.
Quien les conociera y tratara no podría verlos de otra manera; altos y fuertes, inexpugnables, como castillos medievales.
¡Cómo querían a España! Con amor ardentísimo. Tenían la gracia, que es un mérito trabajoso y difícil de vivir, siempre, en alta tensión religiosa y patriótica, aún en los momentos más deprimentes y menguados. ¡Figuraos pues, su dolor e impaciencia, de españoles auténticos, ante la patria quebrantada y dolorida!
Estudiaban y servían a España, en el Ejército -dos eran cabos voluntarios; Carlos, a la izquierda y Cristián, a la derecha- y en la Universidad, milicia de armas nobles y de saber.
En Tarragona, ciudad donde residían [Jorge, bajo estas líneas], les odiaban particularmente.
Les odiaban porque envenenados con doctrinas exóticas y malsanas, habían perdido la luz para comprenderles y amarles; Les odiaban porque sabían que jóvenes como estos, firmes y enteros, velaban en aquellas horas de angustia; les odiaban porque llevaban en la mente y en el corazón todo un rosario de ambiciones para Dios y para España; pero les odiaban, sobre todo, porque los veían llegar, cada mañana a primera hora, hasta el ara del altar a recibir la comunión de Dios.
Y, por eso, fueron de los preferidos en el martirio.
Murieron, como católicos, glorificando a Dios; y murieron, como españoles, pensando en España. Cuando cara a la eternidad, deseando contener y expresar, en sus últimas palabras, cuanto había en ellos de más íntimo, pronunciaron con voz clara y fuerte ¡Viva Cristo Rey y Arriba España!... En aquella mañana de su tránsito me figuro sus rostros serenos, iluminados con la gracia de la sonrisa nimbada de santidad. ¡Ah!, es que los héroes sonreían a la muerte, las alas poderosas se llevaron sus almas al sitio escogido, sobre los luceros.
Amigos y camaradas Carlos, Cristián y Jorge, la España que soñabais ya ha llegado. Vosotros la habéis traído. No la alcanzasteis a ver con los ojos turbios del mundo, pero, en buen cambio, ahora la veis, con los claros ojos del cielo. ¡Qué suerte envidiable!...
Si como cristianos son mártires de la Iglesia Católica, por llevar sangre argentina, de parte de su virtuosa madre, los hace al par que mártires de España nuestros.
Desde allá velan mejor por nuestra España eterna.
Sean estas pocas líneas más que de dolor, por su ausencia, humilde y gozosa voz, pregonera de su resurrección eterna.
En nombre de sus amigas de España, que aún viven y no pueden hablar, este homenaje sencillo y sincero, como una oración, mientras llega el momento en que podamos acercarnos a besar las tumbas gloriosas, hacia las cuales hemos de peregrinar.
[Nota: el ara del altar, es la piedra insertada en la mesa del altar, justamente el sitio donde el sacerdote consagra el pan y el vino en el momento de la elevación, y dicha piedra contiene reliquias de santos, y es puesta por el obispo al momento de consagrar el altar].