Sábado, 21 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

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Publicado en ABC el 25 de diciembre de 1935. Fue su última... Navidad.

"Vamos a Belén" por el beato José Polo (y 2)

por Victor in vínculis

La antigua Basílica de la Natividad, edificada sobre la Cueva del Nacimiento, dividida en cinco grandes naves por cuatro hileras de columnas monolíticas, tiene mucha semejanza con las basílicas romanas; es el único de los antiguos santuarios en Palestina que han permanecido en pie a pesar que han permanecido en pie a pesar de las devastaciones, guerras y otras calamidades que tantas veces han asolado la Tierra Santa.

 
Fruto de las excavaciones realizadas en los primeros meses del pasado año (en agosto de 1934, sobre estas líneas); por iniciativa de la potencia mandataria y bajo la dirección del arquitecto inglés William Harney, el descubrir el primitivo pavimento del insigne templo decorado en mosaico y situado en nivel bastante inferior al actual. Van descubiertas, hasta ahora, que sepamos, varias secciones, con diferente ornamentación todas, más con notorio predominio de figuras geométricas bellamente entrelazadas. El decorado en mosaico de las naves laterales es sencillo; un fondo blanco sobre el que saltan cuadros en rojo y pequeños florones del mismo color. El hallazgo más interesante se encontró en la parte norte del crucero entre muros de antiguas construcciones. Uno de los mosaicos allí descubiertos está a la profundidad de 0,65 metros, cerca de la puerta que comunica con la iglesia de Santa Catalina. Es muy pequeño, y su decoración consiste en un fondo blanco salpicado de cruces negras a distancia simétrica. El otro se halla junto al coro de los griegos, pero aún en la parte norte del crucero, llamada de los armenios. Se halla a la profundidad de 0,25 metros, y por la forma de esta sección parece que el conjunto se desplegaba en forma poligonal, describiendo un octógono en el centro del crucero, o sea encima de la Gruta del Nacimiento. Su riqueza decorativa es superior a la del mosaico de la nave central, tanto en el colorido como en los motivos, que son varios. Los hay de fauna y flora, además de geométricos, encerrados casi todos en bordes finísimos trenzados. Los cubos o prismas del mosaico son de un tamaño bastante pequeño, tanto en el crucero como en las naves, si bien parecen algo más diminutos en aquel que en estas (bajo estas líneas).
 
 
Al extremo oriental de la nave principal fue descubierta una antigua escalera de tres escalones que bajaba, en otro tiempo, a la gruta. Según algunos estudiosos sería esta la única entrada al lugar del Nacimiento, en la Basílica de Constantino, y debió quedar enterrada en la reconstrucción llevada a cabo por Justiniano. Este abrió, dicen, las dos entradas que hasta el presente comunican con la Santa Gruta, al enterrar la escalera central.
 
Una serie de muros de otros tantos edificios han ido apareciendo a medida que se multiplicaban los sondeos. En la nave central limitaba el mosaico, al occidente, un muro paralelo al de la Basílica actual, y distante de él algo más de un metro, parece indicar el límite de una construcción anterior a la Basílica actual. Igualmente en el crucero, en el centro y a la derecha, aparecieron varios muros, restos de edificios antiguos elevados en torno a la venerada Gruta que vio nacer al Niño Dios.
 
¿A qué época corresponden los descubrimientos arqueológicos de muros, escaleras y mosaicos? A juicio del inteligentísimo franciscano padre Fuster, que nos suministró está información, se advierten dos criterios en la apreciación y análisis de los trabajos hechos; unos partiendo indiscutiblemente del origen constantiniano de los mosaicos, llevan el origen de los edificios hasta el mismo Adriano. Según estos, el primer edificio aquí levantado fue un templo pagano en honor de Adonis, erigido por el emperador romano, que quería sustituir el culto al Divino Niño por el de un mito divinizado. Otros por el contrario, no ven aún pruebas para ir tan lejos, tanto más que los bosquecitos sacros que se plantaban en obsequio a Adonis no parece que importaban edificio o templo alguno.

Mientras van pasando uno a otro los compañeros de peregrinación por aquel mundo subterráneo, cimiento y base del mundo espiritual, la gruta de la Natividad, las de San José, las de los Santos Inocentes, de San Eusebio, de Santa Paula, la gruta, en fin, de San Jerónimo, en todas las cuales una emoción vence y supera a la anterior, el padre Roque, procurador general, me lleva en su auto, en el coche oficial de la Custodia, que ondea la bandera franciscana de paz y bien, y es mirado con simpatía por árabes y judíos, al campo de los pastores, distante de un par de kilómetros de Belén. 

Realízanse allí al presente, por su iniciativa y bajo su inmediata inspección, trabajos y excavaciones que muy pronto darán que hablar a historiadores y arqueólogos.

Ya está lograda la localización de la iglesia, que en los siglos primitivos hubo de erigirse en el campo de los pastores. Allí mismo, donde hace hoy cabalmente 1935 años, resonó el celestial mensaje pregonando la buena nueva del divino natalicio. He visto trozos de mosaico, columnas y capiteles; se puede precisar la corriente de las antiguas cañerías; se han descombrado las cisternas; están cuidadosamente guardadas las ánforas que han encontrado, y el padre Roque, en una amplia y generosa perspectiva de religión y ciencia articulando, él sabrá qué prodigiosa manera, las atenciones múltiples y difíciles de la procura con estas investigaciones de arqueología, levanta muros, se hacen las viejas alienaciones, y no pasarán muchos años sin que la basílica quede restaurada y abierta de nuevo al culto.

Ya apunta el ocaso cuando volvemos a Jerusalén, y el padre procurador general nos conduce al gran colegio que la Custodia sostiene en el edificio que se construyó hace años para la obra del cardenal Ferrari. Los estudiantes celebran la Pascua y quieren hacernos partícipes del júbilo de este bello día. La banda de música toca composiciones españolas. El padre rector, un franciscano de América del Norte, inteligentísimo y bondadoso, nos colma de atenciones.

¡Magna labor educadora realizan allí los frailes de la cuerda, labor docente de tipo moderno que neutralizará, cuando menos, la que judíos y protestantes están practicando para ganarse la juventud en aquel país donde las dos civilizaciones, la de Oriente y Occidente, se han disputado y siguen disputándose el dominio del mundo.

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