La primera representación se realizó en 1634
El drama de La Pasión en Oberammergau
El drama de “La Pasión” en Oberammergau
La lectura de los trabajos que con tanta buena voluntad se realizan en Toledo, Sevilla, Zamora, Cartagena, Granada y otras ciudades, para ofrecer a la vista de los fieles la reproducción de las escenas de la Pasión y Muerte de nuestro Señor Jesucristo, a fin de que la devoción se excite a la conmemoración de estos días santos, produzca frutos de verdadera contrición, trae a nuestra memoria el recuerdo de las representaciones de la Pasión que hemos presenciado hace algunos años en Oberammergau (Baviera) y Koenigshoffen (Alsacia).
Estos autos sacramentales, pues no otra cosa son, se representan también, con variantes originadas del sentimiento artístico de cada pueblo, en Nancy, Erl, Beaucout y Selzack.
Desde Múnich al pueblecito, se tarda tres horas. El paisaje es campiña llana, verde, amorosamente cultivada. Al fondo se destaca la colosal cadena de los Alpes; el tren bordea el lago de Starnberg, un lago de ensueño, orillado de aldeas que parecen pinturas de nacimiento, el lago histórico que acogió los tormentos del rey artista, protector de Wagner. Después el tren eléctrico desemboca en una vega sonriente, orlada de álamos.
La enorme algarabía que se advierte a la llegada en la estación, ofrece un remedo de lo que debió de ser la confusión de lenguas en la torre de Babel. Se oye hablar en todos los idiomas; los viajeros van de un lado para otro en busca de mozos para los equipajes, quienes también corren dando al aire los revueltos rizos de las atildadas cabelleras nazarenas.
Oberammergau es un pueblecito veraniego, que las aguas de un río, libres y transparentes, atraviesan. En todas las calles se ven cruces, tiendas de imágenes sagradas. Se observa que allí no hay más que una idea predominante, la Pasión; todos los vecinos viven para representarla o engrandecerla.
Según vamos hacia el hotel en que la casa Cook nos ha alojado, advertimos que las gentes se apiñan curiosas alrededor de un hombre. Es Antón Lang el maravilloso actor que representará el papel de Cristo.
La “Pasión-spiel” es el resultado de un esfuerzo que desde el siglo XVII viene perfeccionándose; es la continuación del voto corporativo hecho para pedir a Dios el beneficio de la inmunidad durante una época de peste. Se trata de una representación cuidadísima, con un sentido artístico y religioso que causa admiración y logra efectos tan conmovedores, que linda a menudo con lo sublime, sin dar nunca el paso de distancia que acerca a lo ridículo.
No hay profanación ni irreverencia; los personajes viven y sienten su papel. Antes de cada representación, comulgan todos los actores en la iglesia parroquial.
El inmenso teatro que tiene por fondo los Alpes y el cielo por bambalinas, es capaz para unos 10.000 espectadores. El texto actual muy reformado, el primitivo de 1663, es original del sacerdote Daisember; la música del maestro de escuela Rokus Dedler. Las representaciones duran nueve horas, con breves descansos para la comida; a cada escena de la Pasión precede un cuadro plástico del Antiguo Testamento, de típico significado. Intervienen en la representación unos 700 actores, todos de la localidad, y con tal empeño suelen tomar el cometido que a cada uno se le encomienda, que se han dado casos de haber hecho el viaje a Tierra Santa a fin de interpretar el papel con toda fidelidad. Ninguno considera la representación como instrumento de lucro, sino a modo de sagrada misión y así la practican con el más profundo sentido de piedad.
Recuerdo la escena de la entrada de Jesucristo a Jerusalén. El coro compuesto de más de ochenta cantantes ha recitado el argumento al estilo del teatro griego; con unción, noblemente. Domina entre los espectadores un silencio de ansiedad, ábranse de pronto las puertas y aparecen las calles de Jerusalén rebosantes de gentío; viejos, mujeres y niños invaden la escena un centenar de muchachos con palmas y ramos cantan el hermoso saludo, Hosanna Filio David, Benedictus qui venit in nomine domini.
Rodeado de los apóstoles que van abriendo paso trabajosamente, aparece Jesús, majestuoso, atrayente, irradiando divinidad. La derecha mano bendice y saluda; los hombres tiran de sus túnicas para alfombrar el suelo; los niños agitan las palmas, el entusiasmo del cortejo se comunica al pueblo, y resuena potente y armoniosa la triunfante estrofa “Hosanna den Sokne David”.
En un rincón del grandioso escenario; como entre sombras de envidia y odio, apiñado un grupo de escribas y fariseos, deja ver en el hosco silencio y en las rencorosas miradas, el mal efecto que el victorioso paseo les produce.
Bien puede dudarse que el arte humano componga un cuadro más impresionante que este. La turba es un ser viviente; cada cual vive su papel, nada de artificio en la actitud ni en los ademanes. Era el sentimiento de la verdad lo que hacía mover a aquel pueblo de Baviera, que asemejase jerosolimitano vuelto a la vida después de veinte siglos.
Los rendimientos de la “Pasión-spiel” que suele representarse dos o tres veces por semana en los meses de verano, cada diez años, pasa al fondo comunal, después abonados los gastos y retribuidos los actores.
El párroco y el Concejo cuidan de organizar las representaciones que han alcanzado en estos últimos tiempos fama mundial, legítimamente ganada.
JOSÉ POLO BENITO - EL CASTELLANO, 5 de abril de 1928