Jueves, 26 de diciembre de 2024

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¿Quiénes no somos los laicos? (I)

¿Quiénes no somos los laicos? (I)

por Duc in altum!

Hay dos formas de explicar y definir algo. La primera, es mediante una afirmación. Por ejemplo, “la fórmula del agua es H2O”. La segunda, es a través de una negación. Es decir, establecer lo que la cosa no es, a fin de distinguir lo que sí es. Volviendo al ejemplo del agua, sería: “Su fórmula no es NH3, ni CCI4, como tampoco HNO3, etc.”. Sin duda, mucho más exhaustiva; sin embargo, en un contexto frecuentemente mal informado; sobre todo, tratándose de temas vinculados con la Iglesia, antes de definir, hay que deconstruir. En otras palabras, decir lo que no es para poder, entonces, afirmar lo que sí es. De ahí el título del ensayo: “¿Quiénes no somos los laicos?”.

En primer lugar, subrayar que no somos personas fanáticas, traumatizadas por una moral asfixiante o que nos hayamos quedado sin vocación.

A veces, se piensa que decidimos por lo fácil, que no tuvimos el valor de entrar al seminario, pero no tiene nada que ver porque justo nuestro estilo de vida (ya sea como solteros o casados) implica estar en el ámbito familiar y social, ya que son los dos campos que nos toca trabajar. De modo que no es que andemos inventándonos cosas, sino que realmente hay razones de peso, pues Dios habla a través de la realidad. Tampoco quiere decir que toda persona católica, por el solo hecho de serlo, tenga vocación religiosa. Se piensa así cuando no se comprende lo que San Pablo explicó de forma clara: La Iglesia es como el cuerpo. Diferentes órganos que, en conjunto, le permiten funcionar. Algunos entrarán al seminario, otras al noviciado y muchos más permanecerán en su familia y trabajo porque justo ahí les toca llevar la fe. Para llegar a esto y no engañarse, claro está, se requieren dos cosas: Oración y dirección espiritual. El que, por ejemplo, haya un joven entusiasta en misiones o retiros no es un signo absoluto de vocación sacerdotal, pues también puede darse en un futuro laico que se desarrolle como abogado o médico. Hay que saber discernir y, desde ahí, acompañar procesos, pues existe el error (demasiado recurrente) de que al detectar a un joven católico, verdaderamente convencido, de inmediato se le quiera hacer ingresar como seminarista, sin ubicar que dentro de la dimensión “joven católico” puede caber –y, de hecho, cabe- un futuro sacerdote, padre de familia, soltero, etcétera. Habrá que optar por un camino específico, pero a lo que vamos es que tener fe es común a todas las vocaciones y no solo a una de ellas como si Dios no hubiera planteado otras.

Tampoco debe reducirse la tarea del laico –aunque quizá pueda sonar un tanto escandaloso- a recoger la limosna los domingos o pasar a leer. Por supuesto, que se trata de un servicio valioso, pero ¡cuidado! Porque existe la tendencia en muchos países de pensar que “ser laico se trata de eso”, a lo que se responde con un ¡no rotundo! Pues, sin descuidar aquello, hay que asumir muchas otras cosas como la empresa y la política. Sí, un laico debe producir, crear empleos. Eso implica saber de impuestos, conocer el entramado de la mercadotecnia y plantear una economía más humana. También votar y, en ciertos casos en los que se cuenta con el perfil, ¡ser votado! Urge decir que es posible ser católico y político, ser católico y exitoso. Lo anterior, desde el servicio.

Ser laico tampoco es hablar con un lenguaje rebuscadamente piadoso, incapaz de darse a entender en los grandes escenarios como puede ser una mesa de debate, ni perder la foto de perfil para poner una imagen religiosa o saturando a los contactos con cientos de pensamientos. Hay que dar a conocer lo que creemos pero no por la vía de la saturación o de la eliminación de la propia personalidad, sino a través de la coherencia.

Continuará... 

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Audio: Comunicar la fe católica. El mensajero es la carta de presentación del mensaje: https://mx.ivoox.com/es/comunicar-fe-el-mensajero-es-carta-audios-mp3_rf_20141401_1.html
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