Los sacerdotes y el demonio
Los sacerdotes y el demonio
LOS SACERDOTES Y EL DEMONIO
Es lamentable la situación que se ha creado con la infidelidad de un grupo no pequeño de clérigos. Sin duda el demonio está muy activo últimamente. Comienza por empujar al elegido por la pendiente del abismo. Y una vez abatida la víctima comienza la drástica campaña de desprestigio para todos. Y la Iglesia, como contrincante de un ring, recibe palos por todos lados.
El problema es de una gravead extrema. Algunos obispos, con el pretexto de evitar males mayores, encubrieron la situación. Hoy, aquellos niños y adolescente de hace años, han crecido con el baldón de una inocencia rota por parte de quien consideraban los representantes de Dios.
Las denuncias han sido masivas, y el Papa ha lanzado al mundo su más dura condena de los actos. Ha llegado a calificar a la Jerarquía del lugar de traidores por no observar la norma de tolerancia cero. No se fía de algunos obispos, y denuncia el clericalismo de clérigo y laicos que se consideran dueños de las conciencias. El Papa Francisco ha llegado al extremo de nombrar grupos de laicos (jueces, policías, sociólogos, psicólogos…) para que impelen a la jerarquía a cumplir con su misión defensora de la ortodoxia y la moral.
La Iglesia ha sufrido a lo largo de la historia crisis profundas. Parecía que la barca de Pedro se hundía. Pero gracias a que el Señor estaba en ella ha podido bandear el temporal. Pero nos preguntamos: ¿Está el cristianismo enfermo? ¿Tiene solución? ¿Hay esperanza?
Catholic.net publica un excelente artículo de Sergio Micco (Fuente: Cem.org.mx), en el que se de la esperanza de un cristianismo renacido:
¿Y dónde buscar esa fuerza sobrenatural que es la esperanza? En la tierra y en el cielo.
En la tierra puesto que la raíz real del fracaso de la humanidad está en la libertad del hombre y de la mujer. Y esta libertad del hombre es también la raíz de la esperanza. Somos libres y esa es nuestra ley. No hay astrología, superstición ni ciencia que determine el obrar humano. No hay paz ni sosiego. El hombre y la mujer en cada momento y lugar se hacen a sí mismos y a su mundo. Y por cierto junto con hacer el bien, pueden realizar el mal. No estamos condenados a la injusticia ni a la desgracia.
Es el mismo hombre que mata al inocente, el que muere defendiendo al débil. Es la misma mujer la que atesora riquezas y la que puede darlo todo por el prójimo. Es la condición humana. Somos libres y por eso responsables, respondemos por este mundo.
Y, finalmente, buscar la esperanza en el cielo. Lo que es fracaso para el hombre puede ser victoria para Dios. El proverbio portugués citado por Claudel es de sobra conocido. Dios escribe recto con rayas torcidas. Y la doctrina católica afirma que la renovación del mundo está irrevocablemente decretada, y empieza a realizarse en cierto modo en el tiempo presente (Lumen Gentium, nº 48) Dios, como padre amoroso, retrocede y deja a su hijo crecer y actuar. Sabe los errores que cometerá. Pero así lo ha querido pues ese es el precio de la libertad humana, divinamente fundada. Ese no es su fracaso, es su gloria.
Es cierto, el demonio está fuerte y pegando duro, pero más fuerte es Dios y la Virgen María, Madre de la Esperanza, que nos dará la victoria. En ella confiamos. Hay que rezar en serio. Lo necesitamos urgentemente.
Juan García Inza