Sábado, 21 de diciembre de 2024

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Publicado en "El Siglo Futuro" el 4 de septiembre de 1935

Detención de los tradicionalistas de Olesa

por Victor in vínculis

ANIVERSARIO DEL ATROPELLO Y DETENCIÓN DE LOS TRADICIONALISTAS DE OLESA DE MONTSERRAT

En el Círculo de Olesa de Montserrat, el día 8 se celebrará el aniversario del atropello de sus socios por los «escamots» de Dencás y Badia.

La escena tuvo lugar en la antiquísima casa de Can Tobella del Cairat, situada al pie mismo de Montserrat, de cuya montaña sólo la separa la corriente del Llobregat.

El origen de la casa data del siglo XI; desde aquel tiempo inmemorial sus moradores, practicando aquel «ora et labora» benedictino, han prosperado al calor de la fe bajo la mirada de la Patrona de Cataluña, la Virgen de Montserrat, al amor de las nativas tradiciones. Su aceite en el siglo XIII servía de alimento a la lámpara del Santuario de Montserrat, y los monjes y escolanía, al devastar en 1811 el general Suchet el Monasterio, se acogieron a sus puertas.

Las continuadas molestias que los liberales infligieron a sus moradores fueron causa de que en la guerra de los siete años la casa estuviera cerrada. No así en la última guerra, en la que a la sombra de sus pinos descansaron muchas veces los carlistas; también los liberales, mientras la oficialidad era obsequiada en la mesa, sentándose los jefes en el sillón frailuno que ocupó un día el Beato P. Claret, y desde el que prometió a los familiares de la casa, hasta la quinta generación, la liberación de las penas del purgatorio.

Cabrinety, pocos días antes de morir, descansó en Can Tobella con los suyos.

Jamás pobre ni peregrino, tal como lo significan los cipreses plantados a su puerta, ha marchado con las manos vacías.

Desde hace un regular número de años los tradicionalistas de Olesa celebraban un «aplec», reuniéndose allí miles de personas, muchas ajenas a nuestro idearlo.

Se cantaba la Misa en la capilla de la casa por el orfeón del Círculo de Olesa y, terminada ésta, los concurrentes, de cara a la cueva de la Virgen de Montserrat, entonaban la Salve gregoriana.

El día se pasaba en juegos diversos: recitación de poesías, etc., y por la tarde se bailaban sardanas en las eras de la casa.

Así, pues, fueron sorprendidos, maniatados y conducidos a Barcelona, donde les esperaba una turba de «sans culottes», que les agredieron a pedradas, puñetazos, salivazos, etcétera, mientras sus bocas de infierno vomitaban los más brutales insultos y las más horribles blasfemias.

El venerable sacerdote M. J. Fartuny, un verdadero padre de los pobres, era objeto de las más soeces burlas.

Desde los tiempos en que Jesús, cargado con la pesada Cruz, andaba vacilante entre la gritería de los judíos por las tortuosas calles de Jerusalén, no se había visto nada semejante.

A medianoche el dueño de la finca de Can Tobella, apreciado primo nuestro, fué obligado a levantarse a la llamada de la Policía de la Generalitat, que venía a registrarle la casa para buscar armas.

Por suerte, el jefe, persona de corrección, le trató con todo miramiento. Naturalmente, que nada encontraron.

Después del atropello, la cárcel.

El maestro «Fabio» escribió un precioso artículo, «Per crucem ad lucem»; es verdad, no hay gloria sin cruz.

La Virgen de Montserrat, la Providencia Divina, que lo veía todo, no podía menos de ampararles.

Personas de toda clase social, España toda, estuvo a nuestro lado; la Prensa de todos los matices combatió la salvajada, y el edificio que era todo fachada, todo apariencia, y en realidad un castillo de naipes, cayó pocos días más tarde al leve empuje del Ejército español. Otro aniversario, 6 de octubre.

Y aquel «mozo crúo» que dictaba órdenes a los ejércitos de escamots, compuestos de lo «mejor» de «cada casa», tenía que escapar con su a látere Badía, cubierto de heces pestilentes de cloaca, único camino de la gente de su ralea.

A todos los que se interesaron y nos ayudaron con la oración o con la limosna, gracias y que Dios se lo pague; que Él nos ayude para el trabajo que queda por hacer y que no terminará hasta ver el triunfo del reinado de Jesús en España. Al león español, no como un manso cordero, sino atemorizando a la anti-España con su rugido para que un día vuelva a ser realidad espiritual aquella leyenda que campea en nuestro escudo: «A solis ortu usque ad occasum».

JOSÉ TOBELLA GALCERÁN

Olesa de Montserrat

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