Sábado, 04 de mayo de 2024

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El catolicismo constituye el patrimonio de los pueblos hispanoamericanos unidos a España por la fe

Hispanidad por el cardenal Gomá, 90 años después (5)

por Victor in vínculis

Continuamos con el resumen del DISCURSO PRONUNCIADO EN BUENOS AIRES. Como decíamos en el capítulo XIX, del segundo tomo El Cardenal Gomá, pastor y maestro, y que se titula HISPANIDAD, los autores nos ofrecen un resumen del largo discurso pronunciado por el cardenal Isidro Gomá en el teatro Colón de la ciudad de Buenos Aires (Argentina) el 12 de octubre de 1934.

III. Reparos que a España pueden hacerse en sus campañas por la hispanidad.

1ª objeción: La aparente derrota de los principios de la hispanidad en España.

«¡Difícil cometido sostener la bandera de España en pro de la hispanidad! No somos ya lo que fuimos; en nuestra misma casa parecen haber sufrido grave derrota los principios fundamentales de la hispanidad».

Respuesta: a) Desviación de nuestra trayectoria racial.

«Cuanto a España, confesemos un hecho: la desviación, hace ya dos siglos, de nuestra trayectoria racial. Desde que, con el último de los Austrias, nuestro espíritu nacional polarizó en sentido centrífugo, haciendo rumbo a París, toda tendencia espiritual -filosofía y política, leyes y costumbres-, hemos ido perdiendo paulatinamente las esencias del alma española, y hemos abrumado con baratijas forasteras el traje señoril de la matrona España.

Confesemos todavía otro hecho, que no es más que la culminación explosiva de este espíritu extranjerizante: me refiero a nuestra revolución, de la que yo no quiero decir mal, porque no cabe hablar mal de la casa propia en la ajena, y menos cuando la pobre madre, por culpa de los hijos, se halla en trance de dolencia grave. Yo no creo que ningún español deje de querer bien a su patria, aunque haya cariños que puedan matarla. Yo prefiero creer que muchos de mis hermanos de patria andan equivocados, antes de creer en la existencia de malos patriotas: es más verosímil, porque es más humano, un desviado mental que un parricida».

b) Motivos de esperanza.

«Pero España resurgirá. No aludo a ningún mesianismo, ni a ningún espasmo de orden político o social. Resurgirá porque las fuerzas latentes de su espíritu, los valores que cien generaciones cristianas han depositado en el fondo del alma nacional, vencerán la resistencia de esta costra de escorias que la oprimen, y saldrá otra vez a la superficie de la vida social el oro puro de nuestra alma añeja, la del catolicismo a machamartillo, la del sentido de jerarquía, más arraigado en España que en ninguna otra nación del mundo, la de los nobles ideales, la que ha cristalizado en obras e instituciones que nos pusieron a la cabeza de Europa».

2ª objeción: La aparente derrota de los principios de la hispanidad en América.

«Y por la parte de América, se nos ofrece a primera vista un amasijo formidable de naciones, de razas, de tendencias diversas que se traducen en rivalidades y recelos, de lenguas y civilizaciones distintas que hacen de esta bellísima tierra que corre de las Antillas a Magallanes, una Babel más complicada que la del Senaar».

Respuesta: El espiritualismo español, factor de unidad.

«Cuanto a América, no es un amasijo. Lo fuera si sus elementos estuvieran destrabados. Si así fuera, perecería en el caos de luchas fratricidas, o seria aventada, en frase de la Escritura, como el polvo del camino. Pero América, con toda la complejidad de sus nacionalismos, de sus razas, de sus aspiraciones, de las facetas múltiples de su espíritu, se asienta en el subsuelo uniforme de la espiritualidad que hace cuatro siglos la inoculó la Madre España.

Y ahí tenéis, anticipándome a la prueba positiva de mi tesis, el factor esencial de la unidad hispanoamericana: el espiritualismo español, este profundo espíritu católico que, porque es católico, puede ser universal, pero que, matizado por el temperamento y la historia, por el cielo y el suelo, por el genio de la ciencia y del arte, constituye un hecho diferencial dentro de la unidad de la catolicidad, y que se ha transfundido a veinte naciones de América.

Vosotros conocéis el fenómeno geológico de estas formaciones rocosas que emergen en la tierra firme de países separados por el mar, con iguales caracteres químicos y morfológicos, y que se dan la mano y se solidarizan por debajo de las aguas del océano; esto ocurre con vuestra patria y la mía; las aguas de cien revoluciones y evoluciones han cubierto las bajas superficies, y hemos quedado en la apariencia separados; pero allá, en España, y acá, en América, asoman los picachos de esta cordillera secular que nos unifica; es la cordillera de nuestra espiritualidad idéntica; son los picachos, las altas cumbres de los principios cristianos, coloreados por el sol de una misma historia y que a través de tierras y siglos nos consienten darnos el abrazo de fraternidad hispana».

3ª objeción: La disgregación de las regiones de España.

«¿Por qué, diréis, nos habla España de unificación en la hispanidad, cuando los hijos de España desgarran su propia unidad? Aludo, claro, al fenómeno de los regionalismos más o menos separatistas, que se han agudizado con nuestro cambio de régimen político y que pudiera dañar el mismo corazón de la hispanidad».

Respuesta: a) Es pleito doméstico, ajeno a la hispanidad.

«Pero éste es pleito doméstico; pleito que tiene su natural razón de ser en lo que se ha llamado hecho diferencial, no de las razas hispanas, que no hay más que una, producto de veinte siglos de historia en que se han fundido todas las diferencias étnicas, de sangre y de espíritu, de los pueblos invasores, sino de cultura, de temperamento, de atavismos históricos; pero que se han agudizado por desaciertos políticos pasados y presentes y tal vez por la acción clandestina de fuerzas internacionales ocultas, que tratan para sus fines de balcanizar a España, rompiendo a la vez el molde político y religioso en que se vació nuestra unidad nacional».

b) Es pleito pasajero.

«Pero esto pasará. Pasará por el desengaño o el cansancio de los inquietos, o porque el buen sentido de los pueblos y la prudencia de los gobernantes hayan encontrado el punto de equilibrio que consienta el libre juego de la vida regional dentro de la unidad de la gran patria. Yo creo que, salvando algunas cabezas alocadas por esta fiebre chauvinista, no hay español que no sepa que España no puede partirse en piezas sin que éstas, tarde o temprano, entren en la órbita de atracción de otro mundo político, de otro Estado, y a esto no se avendrá jamás ningún buen español».

c) El espíritu católico, primer factor de hispanidad.

«Y siempre quedará, en el fondo de nuestra patria, el primer factor de hispanidad, que si ha podido ser el alma política de Castilla, acrecida en su fuerza por el alma de todas las regiones que han colaborado con ella, pero en lo más sustantivo es este espíritu católico, más amplio y más profundo que toda forma política, que ha unificado en forma específica nuestra vida social y que será el molde perdurable de la hispanidad».

4ª objeción: La independencia de América.

«Ni es obstáculo a la unificación espiritual de los pueblos hispanoamericanos el hecho histórico de la lucha por la independencia de estas Repúblicas, que hubiese podido dejar un sedimento, cuando no de odios, de resquemores, hijos de pasadas querellas. El fin del imperio español en América -lo ha demostrado André en un libro así rotulado- no se debió al ansia de libertad de unos pueblos esclavizados por la metrópoli, sino a una serie de factores históricos e ideológicos que hicieron desprenderse, casi por propia gravedad y sin violencias, a las hijas mayores, del seno de la madre, como caen del árbol, por su propio peso, los frutos maduros de otoño».

Respuesta: No es obstáculo para la hispanidad

«Canceladas quedan, con sus penas y hasta con sus glorias, las culpas de acá y de allá, y hoy la Madre España, ufana de la opulencia de sus hijas, henchido el corazón del amor con que las engendrara e hiciera fuertes, tiende a ellas sus brazos para atraerlas, con todo el respeto que le merece su gloriosa independencia política y social, y fundirlas en el viejo crisol de la pura hispanidad. Los hijos no tienen motivo para recelar de la madre».

5ª objeción: La enorme diferencia de tipos biológicos, de cultura, de lengua...

«Se ha llamado a este día, 12 de octubre, Día de la Raza. ¿De qué raza? ¿Qué es la raza?».

«Yo no sé lo que ha puesto Dios en el fondo del organismo humano y del alma humana y en el fondo, tal vez más misterioso, en que cuerpo y alma se unen en unión sustancial para formar el ser humano, que el hombre, nacido de un solo tronco, se diversifica socialmente; en el cuerpo, por determinados caracteres anatómicos; en el alma, por distintas tendencias espirituales, y en la historia, por corrientes de civilizaciones inconfundibles. Religión, lengua, literatura, arte, instintos, hasta el mismo concepto de la vida, es decir, cuanto puede llamarse proyección social del humano espíritu, todo imprime y recibe a su vez el sello de la raza. Dejemos a filósofos y antropólogos que definan y expliquen el misterio».

Respuesta: La raza a) ¿Qué no es la raza?

«La raza, dice Maeztu, no se define ni por el color de la piel ni por la estatura ni por los caracteres anatómicos del cuerpo. Ni se contiene en unos límites geográficos o en un nivel determinado sobre el mar. La raza no es la nación, que expresa una comunidad regida por una forma de gobierno y por unas leyes; ni es la patria, que dice una especie de paternidad, de sangre, de lugar, de instituciones, de historia. La raza, decimos apuntando al ídolo del racismo moderno, no es un tipo biológico definido por la soberbia propia y por el desdén a las otras razas, depurado por la selección y la higiene, con destinos transcendentales sobre todas las demás razas».

b) qué es la raza, la hispanidad

«La raza, la hispanidad, es algo espiritual que trasciende sobre las diferencias biológicas y psicológicas y los conceptos de nación y patria. Si la noción de catolicidad pudiese reducirse en su ámbito y aplicarse sin peligro a una institución histórica que no fuera el catolicismo, diríamos que la hispanidad importa cierta catolicidad dentro de los grandes límites de una agrupación de naciones y de razas. Es algo espiritual, de orden divino y humano a la vez, porque comprende el factor religioso, el catolicismo en nuestro caso, por el que entroncamos con el catolicismo «católico», si así puede decirse, y los otros factores meramente humanos, la tradición, la cultura, el temperamento colectivo, la historia, calificados y matizados por el elemento religioso como factor principal; de donde resulta una civilización específica, con un origen, una forma histórica y unas tendencias que la clasifican dentro de la historia universal.

Entendida así la hispanidad, diríamos que es la proyección de la fisonomía de España fuera de sí y sobre los pueblos que integran la hispanidad. Es el temperamento español, no el temperamento fisiológico, sino el moral e histórico, que se ha transfundido a otras razas y a otras naciones y a otras tierras y las ha marcado con el sello del alma española, de la vida y de la acción española. Es el genio de España que ha incubado el genio de otras tierras y razas, y, sin desnaturalizarlo, lo ha elevado y depurado y lo ha hecho semejante a sí. Así entendemos la raza y la hispanidad».

La hispanización: una tentación y un deber

«Tentación, en el buen sentido, porque todo ser apetece su engrandecimiento, y América y España se brindan mutuamente, más que otros países del mundo, anchos horizontes hacia donde expansionarse.

Deber, porque lo hemos contraído ante nuestra propia historia, que nos impone la obligación moral de la continuidad, so pena de errar la ruta de nuestros destinos. Hemos hecho lo más; nos queda por hacer lo menos. Hemos conquistado y colonizado y convivido en español; hemos de reconquistar nuestro propio espíritu, que va desvaneciéndose en América».

Un dilema inevitable

«He aquí expuestos en toda su crudeza los términos del problema: o trabajamos por la hispanidad, o somos suplantados por otros pueblos, por otras razas, más fuertes y menos perezosas».

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