Y a mí, ¿cómo me llamarías Señor?

En este mundo de hoy en el cual todo va tan rápido, muchas veces siento que me quedo atrás, no alcanzo a actualizarme en muchísimas cosas, desde las últimas series de Netflix y HBO, pasando por nombres de cantantes e influencers famosísimos de los que nunca en mi vida he escuchado, hasta descubrimientos tecnológicos que me dejan con la boca abierta, qué os digo, que voy despacio… 

Pero a lo que voy es que en este no estar a la última moda, acabo de empezar a ver la tan nombrada serie The Chosen, que seguro tendrá muchísimos seguidores y quizás, aún más detractores, pero como a mí me encanta tener mi propia opinión de casi todo, he decidido ponerme con ella. 

Este post no es para opinar sobre la serie, quizás en otro momento lo haga, es solo para fijarme en un detalle que me ha dejado pensando. En el tercer capítulo de la serie “Jesus Loves the Little Children” (Jesús ama a los niños) aparece el personaje de un niño, tímido, precavido, pero muy curioso e inteligente, que poco a poco va venciendo su timidez y haciéndose amigo de Jesús. Lo que me llamó la atención es que Jesús, desde el primer momento que lo conoce, hace algo muy curioso: le pone un nombre, Joshua the brave, Josué el valiente. A partir de aquí en la serie, Jesús en muchas de las ocasiones en las que le habla le recuerda su nuevo nombre, como reforzándolo, como imprimiéndolo… 

Y a mí de repente, se me encendió algo en el corazón, ¿cómo me llamaría a mí el Señor? ¿cuál sería ese nombre? ¿Cristy la sincera? ¿la muy querida? ¿la guay? ¡La verdad es que me conformaría con cualquiera! Aunque claro, “the brave” (la valiente), sería una pasada, ¡tiene nivel!

Aquel niño de la serie era tímido; sin embargo, Jesús le conocía, sabía quién era en realidad, le miró, sabía bien en quién se convertiría y a qué estaba llamado. Josué no era el personaje principal del capítulo, era un secundario, pero eso no le quitó valor al detalle tan especial de ser definido por Jesús como el valiente.

¿Os acordáis de Las Crónicas de Narnia? Aquellos niños también tenían cada uno un nombre dado por Aslan, y sus nombres definían quiénes eran y también su misión, (Peter el magnífico, Susan la benévola, Edmund el justo, y Lucy la valiente)... 

Sería una auténtica pasada que el Señor nos dijera a cada uno cuál es ese nombre que él nos ha puesto desde la eternidad, quizás así podamos también descubrir nuestra misión, y aquello a lo que estamos llamados, eso que nos hace únicos y valiosos a los ojos de nuestro Padre. Quizás si lo supiéramos nos quitaríamos de encima muchos apodos que no son para nosotros (Martín el fracasado, Marta la no querida, Daniel el mentiroso, Ana la sin valor, Juan el tonto…), nombres que nos hemos puesto o nos han puesto personas que no tienen ningún derecho a hacerlo, nombres que hemos asumido como propios y que tristemente definen nuestra vida.

Hay una cosa que tienen en común estos niños con nombres magníficos. Todos recibieron su nombre en el momento en el que se encontraron con una Persona, alguien que sabía quiénes eran, que los conocía profundamente, que tenía un plan con sus vidas y les había otorgado un título que reflejaba su dignidad e identidad.

Y yo te pregunto, ¿te has encontrado ya con esa Persona que conoce tu verdadero nombre? Y si ya lo has hecho, ¿te atreves a preguntarle cuál es ese nombre? Nadie sabe, a lo mejor te llevas una gran sorpresa y empiezas a llamarte y verte de otra manera… 

¡Ah! por cierto, la Persona en cuestión, el que te conoce, el que otorga nombres, se llama Jesús…