El nuevo paganismo por el beato José Polo Benito
El 2 de julio de 1937 el beato José Polo escribe en ABC, en una sección titulada Relieves de Acción Católica, este artículo sobre El nuevo paganismo. Bajo estas líneas, junto a una tanda de ejercitantes de la Acción Católica, en el patio del Seminario Mayor de Toledo.
La consabida “actualidad periodística” abarca un espacio tan limitado, que, cuando el suceso, la noticia del hecho, ha excedido la duración de un minuto, de un día, de una semana, a mucho tirar, se da por terminado el asunto a los efectos del comentario, con lo que va atenuándose aquel carácter de permanencia, que fuera siempre consustancial a las ideas y a los hechos, cuya constante gravitación sobre el entendimiento y la conciencia contribuían a la elevación moral del hombre. De esta suerte, los problemas del espíritu, que, por medio de esta actuación, constituyen el ayer, el hoy y el mañana de la Humanidad y de la Historia, los vamos alejando de nuestro plano de reflexión, por miedo unas veces de mirarlos cara a cara, y por debilidad de incomprensión en otras ocasiones. Todo ello es consecuencia de la infiltración lograda entre individuos y colectividades por el fenómeno espiritual, que un catedrático de la Universidad Catolica de Washington, el doctor Sheen, ha llamado con frase feliz el nuevo paganismo, que, poco a poco, deforma y sombrea la civilización cristiana de Europa.
Nos vamos habituando insensiblemente a mirar todas las cuestiones, hasta las más graves, a través de un espejo humanista.
El humanismo en la hora presente es una de las peores dolencias que en lo filosófico, en lo político y en lo social estamos padeciendo todos. El humanismo pretende cultivar los valores espirituales de la religión, pero renunciando simultáneamente a la interpretación teológica del Universo y de la vida. Busca aquello que jamás encontrará: un cristianismo sin Dios, una esperanza de perpetuación sin el dogma de la eternidad. No quiere recurrir a la gracia, y, en cambio, aspira por todos los medios a la elevación de la Naturaleza. Niega la experiencia de los siglos cristianos, forjadores del progreso espiritual, y se esfuerza en producir una ascensión a base, no más, de la biología y la mecánica.
Estas negaciones -escribe el doctor Sheen- son la resultante de la pereza intelectual que hoy predomina. La apatía de razonar se manifiesta a todas horas en la eliminación de aquello que cuesta trabajo conquistar o comprender. Afirmada así la inexistencia de un mundo dogmático, es inútil toda discusión. ¿Para que ir en busca de argumentos? ¿Para qué disputar poniendo unas ideas sobre las otras?
La más perjudicada con esta acedia intelectual es la Iglesia católica, la cual, no solamente no ha rehuido nunca la polémica, sino que la ha fomentado siempre. Recuérdese que, en 1870, mientras los agnósticos y los fideístas exaltaban el sentimentalismo con menoscabo de la potencia discursiva, fue la Iglesia quien reivindicó las capacidades del entendimiento, apto por si solo para elevarse hasta conocer a su creador. El antiguo paganismo se empeñaba en ahogar el pensamiento cristiano en sangre de martires, mientras que el moderno se obstina en hacerlo desaparecer entre exaltaciones materialistas.
Esta subversión de valores, que en gran parte dimana de confundir la idea abstracta con los hechos concretos, se advierte a diario en multitud de cosas. Así es corriente hablar del problema religioso y político, del problema obrerista y patronal, cuando más bien la expresión debiera referirse a la falta de religión por ignorancia o por malicia, a la exaltación de los derechos o al incumplimiento de los deberes por parte de políticos, obreros o patronos. El secreto de estas desconcertantes posiciones del espíritu no es otro que las ansias, cada vez más crecientes, de ir eludiendo como se pueda las responsabilidades de la ley moral. Es inevitable, por lo tanto, la desarticulación de los elementos constitutivos de una sociedad que, sin el aglutinante de la norma directiva y reguladora, tendrá forzosamente que experimentar disgregaciones y estremecimientos de muerte.
Otro de los aspectos del nuevo paganismo es la aspiración, cada vez más generalizada, de ir midiendo lo divino y lo humano con un mismo rasero, discutiéndolo todo, sometiéndolo a una critica muchas veces irreflexiva, sin tener en cuenta la desigualdad de categorías entre las causas primera, intermedia y última, a la cual no puede llegar la razón humana por estar en zona distinta.
Innegablemente, el progreso científico ha conquistado mayores exactitudes de medida y cálculo, dice con acierto el doctor Sheen, en torno a las causas segundas: luz, fuerza, electricidad; pero ni un punto de novedad ha podido añadir sobre lo que sabíamos de la causa primera: de Dios.
Los nuevos instrumentos de precisión nos permiten observar los hechos en mejores condiciones que podían hacerlo los antiguos, mas no por esto ha progresado en agudeza y penetración el pensamiento, cuya sagacidad y comprensión sigue siendo la misma en punto a encontrar explicaciones acerca de los primeros principios y de las últimas causas, las cuales desde el tiempo de Santo Tomás lograron un análisis filosófico que substancialmente no ha variado.
En suma, puede decirse que las perfecciones de la técnica moderna no han llegado a superar en un ápice las facultades de la razón humana.
¿Podrá el paganismo moderno, descristianizar la sociedad contemporánea?, se pregunta el doctor Sheen. Los esfuerzos de penetración laicista en el pensamiento y en la vida no son de hoy,
La lucha entre las dos ciudades de San Agustín ha sido constante a lo largo de la Historia. Lo exclusivo y característico de la táctica actual es la prescindencia del orden sobrenatural en las relaciones individuales y colectivas, el intento de reemplazar la fe con la ciencia, a la gracia con el poder. El paganismo de los días de Roma era confusión; el presente es la apostasía. No negaba aquel la existencia de un ser supremo; confundía no más divinidad y naturaleza, manteniendo siempre, si bien por procedimientos erróneos, la comunicación del hombre con Dios.
El paganismo moderno separa, rompe, la relación entre lo humano y lo divino, abre un abismo entre la Naturaleza y la gracia, el cuerpo y el alma, la moral y la conciencia, la acción y la libertad, y en virtud de este desenlace pretende construir una religión sin Dios, un cristianismo sin Cristo, una psicología sin alma. Hasta el culto a la fuerza, afinidad la más destacada entre ambas direcciones, hay a favor de la antigua la ventaja de que en la glorificación del músculo empleaba ritos y ceremonias religiosas.
El profesor Sheen resume su interesantísimo estudio diciendo que el combate entre estas dos corrientes opuestas del espíritu traerá muy pronto como resultante final un conflicto definitivo entre la religión y el Estado, por no ser posible mantener indefinidamente una concepción del mundo y de la vida medio pagana y medio cristiana.
En algunas naciones se viven ya las horas inquietantes de este conflicto. Empezamos a vivirlas también en España, con una intensidad, por lo inesperada, más recia y conmovedora. Se derrumba el antiguo armazón de los términos medios y al empuje de la lógica del pueblo, rotunda y simplista, estos dos conceptos fundamentales de la vida, el del cristianismo o el del paganismo, entran en una fase decisiva.