Sábado, 21 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

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Martín Ibarra Benlloch es historiador y fue director del Archivo de Torreciudad de 1998 a 2021

Martín Ibarra. «Torreciudad: De una devoción local a una devoción universal»

por Victor in vínculis

[Interior de la ermita de Torreciudad, 1967]

El encargo de hacer una casa de Convivencias al lado de la ermita. Escribe el arquitecto Heliodoro Dols:

«El 24 de septiembre de 1963 recibí el encargo del primitivo proyecto de Torreciudad; había sido ofrecido antes a otros arquitectos que, por diversas vicisitudes, no pudieron aceptarlo.

Consistía en una casa de convivencias detrás de la ermita. Debía poderse girar la imagen de la Virgen, de forma que unas veces estuviera vuelta hacia la ermita y otras hacia el oratorio de la casa de convivencias.

El 29 de noviembre de 1964 se reunieron en el edificio central de la Universidad de Navarra personas pertenecientes a la antigua Corona de Aragón: Aragón, Cataluña, Valencia y Baleares, para constituir el Patronato de Torreciudad.

En muy poco tiempo tuve que hacer un proyecto y una maqueta de los nuevos edificios. Debido a la extensión que iba adquiriendo el programa que se iba desarrollando, plantearon la ubicación actual, puesto que al lado de la ermita no cabía todo: se hubiera tenido que hacer un rascacielos, que forzosamente habría destrozado el ambiente de su entorno.

Ya entonces se me indicó que previera en algún lugar una zona para investigadores que estudiaran temas relativos a la antigua Corona de Aragón.

Este fue el comienzo de la ampliación de aquel primer encargo, que acabó en lo que hoy es actualmente Torreciudad. El proyecto tardó tanto en hacerse (las obras comenzaron en 1970) porque ninguno de nosotros se imaginaba en aquel momento la magnitud y trascendencia del Santuario que íbamos a acometer»[1].

 

[Romería del 2 de mayo de 1967]

Una romería en mayo de 1967.

Se había dado a conocer el nacimiento del Patronato de Torreciudad, que contó con el apoyo decidido del obispo Flores en enero de este año 1967. La romería del mes de mayo, del día 2, se preparó con especial esmero y mucha ilusión. Todos tenían ganas de honrar a Nuestra Señora y conocer de primera mano todo lo relacionado con el nuevo santuario. Se celebró la santa Misa al exterior, por no caber en el interior de la ermita. Todo eran expectativas, a la vez que el arquitecto Heliodoro Dols, decidió viajar a Roma para que el fundador del Opus Dei, san Josemaría, viera los planos.

[Romería del 2 de mayo de 1967]

Viaje de Heliodoro Dols a Roma, 1967. De esta entrevista que tuvo lugar en el mes de junio, recordaba Heliodoro que san Josemaría le sugirió que ampliase todo: «el santuario, los confesonarios, la explanada…, para recibir a los peregrinos que llegarían de todos los países. De este modo corregía la concepción raquítica que yo tenía de lo que iba a ser Torreciudad». Con el fin de guardar mejor el ambiente de oración le sugirió suprimir el comercio –tiendas, restaurante, autoservicio y bar- que se había previsto en el proyecto. «Me indicó que serían los pueblos de alrededor los que se beneficiarían de su cercanía». Le sugirió asimismo que pusiera un rótulo con el texto de «agua natural potable» en las fuentes, para evitar que la gente pudiera embotellarla y venderla como agua milagrosa[2].

También anotó Heliodoro las indicaciones que le hizo sobre el retablo del altar mayor: «el retablo será una lección de catecismo; será una obra de la escultura de hoy, de buena factura y bien acabada, con la particularidad de que deberá mover a devoción, tanto a personas de gran cultura artística como a las que no posean conocimientos técnicos, y también a los niños»[3].

[Asistentes a la romería, con la torre al fondo]

La carta de san Josemaría a don Florencio: el para qué de Torreciudad. Es la carta que san Josemaría escribe en Roma el 17 de junio de 1967 al consiliario del Opus Dei en España, sobre Torreciudad (Mariano es uno de sus cuatro nombres: José, María, Julián y Mariano).

«Que Jesús me guarde a esos hijos de España. Querido Florencio:

He agradecido mucho que me hayáis enviado a Heliodoro, para poder cambiar impresiones concretas sobre Torreciudad.

Me he alegrado, sobre todo, porque así me ha dado pie para concretar qué es lo que espero de la bondad de Dios con la intercesión de Nuestra Señora y Nuestra Madre de Torreciudad, Reina de los Ángeles. Un derroche de gracias espirituales espero, que el Señor querrá hacer a quienes acudan a Su Madre Bendita ante esa pequeña imagen, tan venerada desde hace siglos. Por eso me interesa que haya muchos confesonarios, para que las gentes se purifiquen en el santo sacramento de la penitencia y -renovadas las almas- confirmen o renueven su vida cristiana, aprendan a santificar y a amar el trabajo llevando a sus hogares la paz y la alegría de Jesucristo: la paz os doy, la paz os dejo. Así recibirán con agradecimiento los hijos que el cielo les mande, usando noblemente del amor matrimonial, que les hace participar del poder creador de Dios: y Dios no fracasará en esos hogares, cuando Él les honre escogiendo almas que se dediquen con personal y libre dedicación, al servicio de los intereses divinos.

[Romería de mayo de 1967]

¿Otros milagros? Por muchos y grandes que puedan ser, si el Señor quiere así honrar a su Madre Santísima, no me parecerán más grandes que los que acabo de indicar antes, que serán muchos, frecuentísimos y pasarán escondidos sin que puedan hacerse estadísticas.

Os digo esto, recordando cuánto me gusta beber con devoción de hijo de Santa María el agua, que mana abundante en Lourdes, en Einsiedeln, en Fátima. Pero en Torreciudad, donde quiera que pongamos agua para saciar la sed de los fieles, irá un cartel que diga clara y terminantemente: agua natural potable.

La de esa Madre mía, Nuestra, que nos aguarda en aquellos riscos, será agua como un manantial fresco y vivo que manará sin cesar hasta la vida eterna.

Y a Nuestro Señor Sacramentado le haremos, con nuestra pobreza y con el amor de todos, un buen trono en el Sagrario rico y acompañado, que ha de presidir desde lo alto del retablo de la Iglesia todas las actividades apostólicas que entre aquellas peñas aragonesas se realicen, para honra de su Madre, para bien de todas las almas y para el servicio de la Iglesia santa.

¿Está claro? Avanti!

Os quiere, os abraza y os bendice vuestro Padre

Mariano».

 

Llegarían peregrinos de todo el mundo. ¿Quién lo iba a decir?

 [Tertulia del obispo prelado del Opus Dei don Javier Echevarría, 24-IX-1994]

 

[1] Heliodoro Dols, Torreciudad, Rialp 2003 (1988), pp. 69-70.

[2] M. Garrido, 1995, pp. 75-76.

[3]J. González Simancas, 2003, Torreciudad,  p. 165.

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