Cuatro cardenales respaldan el testimonio de Daniel Mattson
Le atraen los hombres, pero rechaza «ser» gay, etiqueta que «empobrece nuestra visión de la persona»
colabora desde hace años con Courage, ministerio católico para personas que experimentan atracción por el mismo sexo. Su testimonio fue uno de los tres con los que se rodó El deseo de los collados eternos (2014) un impactante documental sobre la forma en la que sus protagonistas viven esos sentimientos.
Ignatius Press acaba de publicar un libro de Mattson donde amplía todo lo que ya ha contado sobre su vida en otras ocasiones, y sobre todo rompe el tabú de que las personas deban definirse por sus sentimientos o atracciones. Ningún hombre "es" gay por sentir atracción sexual por los hombres, ninguna mujer "es" lesbiana por sentir atracción sexual por las mujeres. Solo hay hombres y mujeres que experimentan sentimientos del tipo que sea por razones múltiples y que pueden cambiar en el tiempo: nadie puede definirse por su impulsos.
El libro se titula Why I dont'call myself gay [Por qué no me denomino gay], y se subtitula Cómo recuperé mi realidad sexual y encontré la paz, lleva prólogo del cardenal Robert Sarah, prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos quien afirma que este libro "da testimonio de la misericordia y bondad de Dios, de la eficacia de su gracia y de la veracidad de las enseñanzas de su Iglesia".
No es el único cardenal que respalda la obra. "Partiendo de la riqueza del conocimiento y de la sabiduría espirituales de toda nuestra profunda tradición católica", destaca el cardenal Timothy Dolan, arzobispo de Nueva York, "comparte con nosotros cómo llegó a comprender y aceptar el plan amoroso de Dios para su vida, así como la belleza y riqueza de la doctrina de la Iglesia sobre la castidad".
Por su parte, el cardenal Sean O'Malley, arzobispo de Boston y miembro del consejo de cardenales que asesoran a Francisco, recomienda "vivamente" su lectura: "Esta historia, hondamente conmovedora, de su experiencia de atracción por el mismo sexo y sus reflexiones sobre la verdad, conquistada con esfuerzo, de que esas atracciones no le definen, señala el camino a otros".
"Este libro es en verdad un testimonio de la capacidad de Dios para dar vida abundante, paz del corazón y alegría", completa el cardenal Thomas Collins, arzobispo de Toronto.
Con esas credenciales y numerosos otros respaldos, como los del arzobispo de Los Ángeles, José Gómez, el escritor y analista George Weigel o el sacerdote Paul Scalia (hijo del celebrado juez católico del Tribunal Supremo fallecido en febrero de 2016), el libro de Mattson comienza su recorrido. En torno a sus páginas concedió una entrevista a Catholic World Report, que reproducimos a continuación:
-¿Sobre qué trata este libro, y por qué lo ha escrito?
-Fui una de las personas que aparecieron en el documental El deseo de los collados eternos, de Courage. No me gusta ser una voz pública en el asunto de la homosexualidad, pero participé en el documental en respuesta a la llamada de San Pedro: “Estad siempre dispuestos a dar respuesta a todo el que os pida razón de vuestra esperanza”.
»Yo intenté practicar el punto de vista mundano sobre la sexualidad. Durante un tiempo me consideré gay y viví esa vida. Rechazaba las enseñanzas de la Iglesia como arcaicas, pasadas de moda e irracionales. Este libro es una forma de compartir mi historia con mayor detalle que en el documental. Descubrí que etiquetas como “gay” empobrecen nuestra visión de la persona humana.
»Este libro son unas memorias. La primera parte cuenta la historia de mi infancia y cómo me alejé de la Iglesia. La segunda parte es una reflexión sobre mi lucha con la realidad. Comprendí la importancia de las palabras. Pienso que la Iglesia es sabia al negarse a considerar a una persona como “heterosexual” u “homosexual”. Estos términos son reduccionistas. Fuerzan a la gente, en particular a la gente joven, a pensar que tus sentimientos definen lo que eres.
»Argumento contra la opinión de quienes dicen que deberías “salir del armario”. Salir del armario es, sencillamente, asumir la visión mundana de la sexualidad, y conduce a la frustración y a la confusión.
»En la tercera parte, hablo de la enseñanza del catecismo católico sobre la homosexualidad, de que es objetiva e intrínsecamente desordenada. Pero la palabra “desorden” no significa un trastorno mental, sino una valoración del camino en el que está el hombre: somos criaturas sexuadas, con cuerpo y alma, y nuestros cuerpos están hechos para la unión de un hombre y una mujer ordenada a la procreación.
»Lo que me llevó a la Iglesia fue su constante magisterio sobre la naturaleza de la persona humana, así como mi propia insatisfacción con la visión mundana. Esto, a su vez, me condujo a estudiar el uso correcto de las palabras, que me llevó a la verdad. Las palabras son importantes para reflejar la realidad.
»También comprendí nuestra necesidad de la amistad desinteresada y del amor desinteresado, el amor que Cristo tiene por nosotros y que nosotros deberíamos tener unos por los otros. La palabra “desinteresado” puede tener una connotación negativa, pero significa que amamos a los demás sin condiciones ni exigencias.
»Hablo sobre las tentaciones de la amistad, y cómo desarrollar amistades sanas. Como la Iglesia nos enseña, la castidad florece en amistades sanas. Toco el tema de la inevitabilidad de la soledad –el regalo de la soledad, como yo lo llamo- y cómo vivir una vida casta.
»Para mí la conversión es proclamar ante Dios mi disposición a ser amado. Necesito ser humilde ante Dios, mi Creador, y recordar que yo no soy una criatura de mí mismo, sino una criatura de Dios.
»Además de la humildad, descubrí que una de las cosas más importantes de vivir una vida de virtud es la magnanimidad, el deseo de hacer grandes cosas al servicio de Dios.
-¿Cómo fue su infancia?
-Crecí en Lansing, Michigan. Era el menor de cuatro chicos. Fui bautizado católico, e hice la Primera Comunión. Pero cuando tenía 11 o 12 años, mi familia se hizo protestante evangélica. Sin embargo, al final toda mi familia volvió a la Iglesia católica, y de hecho uno de mis hermanos es sacerdote.
»Mi primer recuerdo de sentirme atraído por alguien del mismo sexo se remonta al primer curso de Primaria. Y seguí luchando con lo que eso supone a través de la adolescencia. Sin embargo, como evangélico, yo creía que el sexo sólo debía ser entre el hombre y la mujer en el matrimonio.
»Rezaba a Dios para que apartase de mí esas atracciones, y Le pedía una mujer con quien pudiese compartir mi vida. Ninguna de esas oraciones parecía obtener respuesta. Pensé que Dios se había olvidado de mí.
»Fui al instituto, luego estudié música y me convertí en intérprete profesional de trombón. No me atraían las mujeres, y era adicto a la pornografía. Estaba enfadado y decidido a darle la espalda a Dios. Encontré un hombre con quien pensé que quería compartir mi vida. Clavé un palo en la tierra y dije: “Soy gay”. Sin embargo, Dios trajo una mujer a mi vida por quien me sentía atraído. Me parecía la mujer más hermosa del mundo. Pero eso me irritó aún más. Se supone que no deberían atraerme más las mujeres: ¡yo era gay!
»Así que, en mi experiencia, es un error encasillar a las personas como “gays” o “heteros”, y no estar abiertos a la posibilidad de que esas atracciones puedan cambiar. Muchas mujeres no me atraen, pero algunas sí. Una persona puede sentir que le atraen muchas cosas en la vida, pero solo practicará algunas.
»A lo largo de la historia del mundo, la gente ha reconocido que no es infrecuente sentirse atraído por ambos sexos, pero solo en los últimos 150 años esas atracciones significan que eres un cierto tipo de persona.
»Así que yo pensaba que esa mujer era la persona con la que Dios quería que me casase, pero terminamos no casándonos.
»Volviendo a mi libro: es una meditación sobre el sufrimiento y la lucha con Dios, y hacer la voluntad de Dios afrontando el sufrimiento. Todo sufrimiento debe unirse al sufrimiento de Cristo en la Cruz, y es una invitación a amar a los demás.
-¿De dónde cree que procede su atracción por el mismo sexo?
-Yo escribo sobre mi propia experiencia. No creo que naciese con ello, pero puedo ver claramente el camino que tomé y me llevó hasta ella. Tuve un desafortunado encuentro con un chico vecino mío cuando yo tenía entre 6 y 9 años, que creo fue lo que me inició en ese rumbo. Sentí rechazo hacia las niñas. Mi padre era muy hosco, y en aquella época me asustaba. Mi madre se entrometía mucho en mi vida, en una forma que ahora entiendo que no era saludable.
»Yo envidiaba a otros chicos y me sentía sexualmente atraído por las cosas que admiraba en ellos. Con el tiempo, estas experiencias se transformaron en fantasías pornográficas.
»Hay quien dice que la atracción por el mismo sexo es tan natural como la atracción por el sexo opuesto. Pero yo digo que no, veo de dónde llegó a mi vida, y vino de unas heridas. Es lamentable que el mundo diga que no debo ver mi vida así, que la atracción por el mismo sexo es sana y una variedad normal del deseo sexual, y que las heridas no son tales.
»Yo no defiendo que la gente intente cambiar sus atracciones sexuales, pero en lo que a mí respecta, mi atracción por el mismo sexo vino de heridas en mi vida y de decisiones que tomé. Como decía San Gregorio de Nisa, en cierto modo nos convertimos en nuestras propias madres y nuestros propios padres mediante las decisiones que tomamos.
»Cuando decidí satisfacer mis deseos, estaba preparando el terreno para que me atrajesen los hombres.
-¿Qué pensaba su familia de su estilo de vida gay?
-Supe disimular. Nunca se lo dije. Sabía que no lo aprobarían. No sabían que tenía un novio; pensaban que vivía castamente.
»Sabían que me atraían los hombres. Se lo dije cuando tenía unos 28 años. En mi caso fue un error decir que si le dices a tus padres que eres gay te echarán de casa: los mío no aprobaban que viviese una vida gay, pero fueron muy cariñosos conmigo.
»Recuerdo una conversación que tuve con mi hermano sacerdote antes de que se ordenase. La primera vez que realmente “lo hice” con un chico, me sentí tremendamente culpable. Llamé a mi hermano –mi familia vivía muy cerca- y fue muy compasivo y comprensivo. No me rechazó ni me tiró encima una Biblia. Me vio como su hermano, vio que me había hecho un mal a mí mismo y quiso ayudarme. Intentó devolverme a la Iglesia, pero yo no estaba aún preparado para eso.
»Salí a buscar un novio porque no quería convertirme en un “chapero”. Nunca le dije a mi hermano que tenía novio, pero él sabía que yo estaba experimentando.
»En aquella época estaba enfadado con mi familia y con sus creencias religiosas y les trataba horriblemente mal. A cambio, ellos me querían y rezaban pacientemente por mí en la Iglesia.
-¿Cómo habían vuelto a la Iglesia católica?
-Cuando yo era músico, pero antes de volver a la Iglesia, tocaba en la misa de medianoche en la catedral de Lansing. Invité a la celebración a mi madre, que llevaba años sin ir a una iglesia católica. Quedó impactada por su belleza, y sintió de nuevo deseos de comulgar.
»Mi padre hizo ese camino junto a ella, y luego mis tres hermanos. La semilla fue plantada por la misa en la que yo tocaba, aunque yo aún no era católico.
»Mi hermano y su esposa decidieron estudiar el catolicismo, y dedicaron cuatrocientas horas a leer, y se convencieron de que la Iglesia católica era la verdadera. Mi otro hermano y su mujer vivieron una historia similar.
»La conversión de mi hermano sacerdote siguió a la de mis padres; incluso siendo protestante, en el instituto soñaba con ser monje y seguir los pasos de Thomas Merton. Entró en el seminario poco después de volver a la Iglesia. Hoy es párroco en la iglesia de la Resurrección en Lansing, Michigan, y estuvo conmigo presentando una sesión de la última conferencia de Courage que di en Phoenix.
Thomas Merton (1915-1968) relató la historia de su conversión a la fe católica, y luego de su vocación trapense, en La montaña de los siete círculos (1948), uno de los libros de espiritualidad más influyentes del siglo XX.
»Yo fui el último “baluarte”. Volví tras asistir a una conferencia de Courage en Villanova. Aunque intelectualmente podía honrar y respetar a la Iglesia católica, fueron la alegría y el entusiasmo de los hombres y mujeres de Courage los que realmente me atrajeron, así como la paz que se palpaba en sus vidas.
-¿Cómo empezó a colaborar en Courage, y cómo le ha ayudado?
-Mis padrinos habían estado colaborando con Courage durante treinta años, al haber tenido un hijo con atracción por el mismo sexo. Quisieron llevarme a una conferencia de Courage, aunque yo inicialmente me resistía a todo lo católico.
»En Grand Rapids, donde vivo ahora, participo en un grupo habitual de Courage comprometido en vivir las enseñanzas de la Iglesia. Ha sido un gran regalo militar en esto juntos, porque nadie puede hacer solo el camino de la castidad. Somos auténticos hermanos y hermanas que nos animamos unos a otros y ayudamos a levantar al que cae y a devolverle al camino.
-Recientemente habló en una conferencia de Courage en Phoenix. ¿Qué dijo?
-Les dije que cuando yo era joven, no podía imaginar ser feliz como un hombre soltero de mediana edad. Pero lo soy.
»Me he dado cuenta de que satisfacer mis deseos sexuales es la fruta prohibida. Es tentador y parece que te llenará, pero nunca colmará los anhelos más profundos del corazón humano. En el ámbito de la sexualidad, solo la virtud de la castidad te lleva a la plenitud. Y para mí, la plenitud llega no cumpliendo mis deseos.
»Los hombres y mujeres de Courage somos mucho más felices ahora que en el camino que seguíamos antes. En Hebreos 11,25 se habla del “goce pasajero del pecado”. La gente que mantiene relaciones gay suele pensar que están mejor de lo que estaban antes. Pero como tantos de mis amigos en el apostolado de Courage han dicho sobre la época en la que vivieron una vida “gay”, éramos tan felices cómo sabíamos serlo. Solo en la Iglesia podemos encontrar la auténtica felicidad y plenitud.
»Tenemos que empezar por proclamar y confiar en que la Buena Nueva sobre la castidad es parte de la Buena Nueva de la Iglesia. La Iglesia dice a quienes sienten atracción por el mismo sexo: sois bienvenidos, pero no podéis seguir vuestros deseos. Es una invitación a un sentido más profundo de la plenitud.
-La castidad nos ayudará a ser felices…
-El hombre caso es el hombre que ve la realidad y vive de acuerdo con la realidad. Todas las virtudes actúan así, pero la castidad en particular nos ayuda a vernos a nosotros mismos como somos en realidad. Yo soy un hombre, hecho para la unión con una mujer. La realidad de nuestros cuerpos revela que el sexo está ordenado a la procreación, y también la unidad del hombre y de la mujer en el matrimonio.
»Lo normal es que la sexualidad conduzca a los niños, por lo cual necesita unirse al matrimonio, que es para toda la vida. Practicar el sexo fuera del matrimonio es caminar fuera del camino de plenitud que Dios ordenó para nuestra vida.
Mike Pence junto con su esposa Karen.
-El vicepresidente Mike Pence dijo en una entrevista de 2002 [en The Hill] que él no alternaba en solitario con mujeres y algunos se rieron de él por esa opinión.
-No entiendo la burla, especialmente considerando que no hace mucho tuvimos un presidente que no honró a su esposa ni a su matrimonio. Admiro a Mike Pence por su compromiso con la castidad, aunque algunos crean que no hay que llegar tan lejos. Pero él ama a su mujer y hace lo que hace para honrar y amar a su mujer. Él ha visto cómo hombres poderosos han caído y la confusión que se ha creado en sus vidas; construye un muro alrededor de su matrimonio en un esfuerzo por protegerlo. Creo que el mundo sería un lugar mejor con más hombres como él.
-La comunidad LGBT está continuamente añadiendo letras para reflejar las diferentes atracciones e identidades. ¿No se está convirtiendo esto en algo ridículo?
-La idea de ser “homosexuales” y “heterosexuales” nunca se había imaginado cuando en 1862 se crearon estos términos. A partir de entonces, tienes que hacer que las personas encajen en las palabras. Se inventan nuevas palabras, y esto alcanza un nivel absurdo. Estamos siguiendo la línea de Descartes, pienso luego existo, y Nietzsche, la voluntad de ser.
»Tenemos que ver las cosas claramente como son y darles sus nombres adecuados; estamos experimentando una nueva Torre de Babel: "Venga, nos crearemos un nombre" (Gén 11,4). Puedes considerarte a ti mismo gay, bisexual o pansexual o algo así; lo que realmente estás haciendo es tomar el nombre de Dios y declarar “yo soy el que soy”. Esta letanía de identidades sexuales es una forma de idolatría y de rebelión contra Dios.
-¿Cuál es su situación actual?
-Estoy soltero… No me llamo a mí mismo gay… y quiero estar abierto a la voluntad de Dios. No tengo esposa, y no me muero por tenerla ni rezo por ello. Rezo por que se haga la voluntad de Dios. He llegado a un punto en el que estoy enormemente feliz y contento en la vida de soltero, y la veo como una forma de ayudar a otras personas.
»He llegado a comprender que en un hombre la sexualidad está orientada a la paternidad. Como hombre soltero, puedo ser padre espiritual de mucha gente y estar disponible para ellos en cualquier momento del día. Pero una de las razones por las que rechazo llamarme gay es que la humildad ante Dios, mi Creador. Acepto mi identidad sexual como hombre hecho para una mujer. Eso puede significar que Dios podría, andando el camino, llamarme al matrimonio con una mujer. Quiero estar abierto y dócil a Su voluntad. No quiero casarme, pero sospecho que, si me casase, sería una llamada de Dios a profundizar en un amor generoso y sacrificado.
Traducción de Carmelo López-Arias.