Le mataron partisanos comunistas, hicieron circular mentiras
Asesinado con 14 años, tras siete décadas de silencio se reconoce el martirio de Rolando Rivi
Es la indiferencia la que mata dos veces a los mártires. La indiferencia generada por la ley del silencio. Lo saben bien los cristianos de Iraq que son expulsados de su tierra por las milicias islámicas del Isis. Una indiferencia de la que Occidente es cada vez más responsable y que raya en la complicidad.
Y, sin embargo, lo que está sucediendo a las víctimas de la barbarie del nuevo Califato iraquí parece recorrer, en su desarrollo, la misma dinámica de muchas otras víctimas del odium fidei. Llegará un día en el que también a los niños y a las mujeres iraquíes se les dará el apelativo de mártires. Pero antes su recuerdo deberá cristalizarse hasta casi desaparecer como una semilla que después, cuando llegue el momento, dará nuevos frutos.
70 años de extraño silencio
Así le sucedió también a Rolando Rivi, el seminarista beato asesinado con 14 años por los partisanos comunistas en Piane di Monchio, en la provincia de Modena, el 13 de abril de 1945. Para su elevación a los altares se han necesitados 70 años; 70 años de silencios, de la ley del silencio, de miedo.
No estaba solo cuando una formación de partisanos comunistas lo asesinó con dos tiros en un bosque del Apenino modenés.
Con él al menos había otro, tal vez dos de sus amigos de San Valentino di Castellarano, su pueblo natal en la provincia de Reggio Emilia, del cual había desaparecido sin explicaciones tres días antes.
Rolando los conocía bien, pero ellos no hicieron nada para detener el odio ideológico del comisario político de la formación partisana Giuseppe Corghi y del comandante del destacamento Delciso Rioli.
¿Por qué no intervinieron? ¿Y por qué no contaron nunca, durante su vida, que habían estado presentes en Monchio mientras su amigo era bárbaramente asesinado?
El niño era "obstáculo al comunismo"
Rolando fue asesinado, como dice la sentencia de segundo grado que en 1952 condenó a los dos asesinos porque «en el ambiente de San Valentino constituía un obstáculo a la penetración del comunismo».
Pero los dos asesinos que pusieron fin a su vida a 30 km. de distancia de su casa hasta ese momento no lo conocían. ¿Quién lo entregó a sus verdugos? ¿Quién lo engaño para alejarlo de casa hacia su calvario?
Para descubrirlo hay que hurgar entre los recuerdos y los testimonios que han vuelto a aparecer tras 70 años de olvido.
Como el de Nella Baccarani, que después de 70 años de silencio decidió abrir el cajón de los recuerdos: «Asistí al relato de un partisano de San Valentino que estuvo presente en la tortura, habló de los latigazos que recibió Rolando. Fue terrible. Se nos prohibió hablar de ello. Y así hice, hasta hoy».
Engañado por gente conocida
Rolando, entonces, no fue secuestrado con violencia, sino que fue alejado de su casa mediante un ardid por personas de las que se fiaba. Solo más tarde llegó el secuestro y la muerte.
Rolando había aprendido a distinguir entre los partisanos comunistas de las brigadas Garibaldi y los democristianos de las Fiamme Verdi (Llamas Verdes, ndt), cuyo comandante era don Domenico Orlandini, el comandante Carlo, que entre los seminaristas reggianos (de la ciudad Reggio Emilia, en la región Emilia Romaña, ndt) se había convertido en una especie de héroe popular.
Por lo tanto, para entender el delito es necesario meterse en el contexto de San Valentino: un contexto en el que el párroco don Olinto Marzocchini era objeto, en la parroquia, de saqueos y robos y representaba al amo que había que abatir durante la inminente revolución bolchevique y que fue también el objetivo de diversos atentados.
Por consiguiente, Rolando era un símbolo de esta lucha de clases, llevada hasta las extremas consecuencias: era un seminarista, hijo de uno de los aparceros del párroco y, sobre todo, a pesar de su juventud, ya estaba animado por un profundo anticomunismo.
Atacarle a él significaba atacar el corazón de la Iglesia y un obstáculo a los planes de conquista comunista que se habían ido infiltrando subdolamente.
Y la pequeña ciudad de San Valentino no era ajena a esto. Muchos testigos hablan de la tensión en el burgo entre los civiles, a menudo denunciados, y los partisanos comunistas: un dramático caso de violación de una maestra, una amenaza con cuchillo a un amigo de Rolando, peleas, ocupación de casas y terrenos para planificar atentados contra los alemanes que ponían en riesgo a la población...
Es por esto que la misma Iglesia reggiana siempre fue muy prudente tratando este caso del que hoy se ha certificado el martirio.
Una prudencia alimentada por las voces infamantes sobre Rolando inmediatamente después de su cruel asesinato, pero que rozaba la duda ante la ausencia de investigaciones rigurosas que contextualizaran este trágico caso.
Las audiencias que lo aclararon
Hubo también informes que no fueron positivos sobre el caso, como ha testimoniado por primera vez don Ennio Munari hablando de un dossier del vice rector de entonces, don Mora, que sin embargo, extrañamente, en la curia dicen que no existe. En resumen, se temía que Rolando se hubiera metido él mismo en un aprieto por culpa de su exuberancia.
En realidad, todas esas dudas y todas las incongruencias dinámicas se resolvieron plenamente durante las audiencias: Rolando fue alejado por personas de las que se fiaba y que le engañaron; después, tras ser secuestrado, fue torturado brutalmente y al final asesinado mientras sus asesinos ideaban la falsa acusación de espionaje.
Era tarde para cambiar el curso de la historia: así, Rolando fue relegado a los márgenes de la actualidad católica y su sacrificio fue olvidado durante años, hasta que un hecho prodigioso no volvió a centrar la atención sobre el seminarista y su caso, hasta ese momento hundido en la indiferencia, empezó a cambiar: de la devoción al culto.
Una ayuda a la historia
Hoy, la Iglesia, con su beatificación no sólo ha escrito la palabra "fin" a una violencia sobre un inocente seminarista enamorado de Jesús, sino que ha dado su contribución fundamental al análisis historiográfico de la guerra civil italiana. Sólo en Reggio asesinaron a 11 entre sacerdotes y seminaristas.
Por lo tanto, en el Triángulo de la Muerte (o "Triángulo rojo", definición utilizada para indicar el territorio que incluye las provincias de Reggio Emilia, Modena, Ferrara y Bologna, teatro en 1943-1945 de matanzas, asesinatos y violencias realizadas por miembros de las fuerzas partisanas, ndt) se asesinaba en odio a la fe.
El mismo odium fidei que hoy vemos planificado en Iraq y en todos los países en los que los cristianos son perseguidos y asesinados.
La imagen de Rolando ha sido expuesta en el seminario de Reggio y en las catedrales porque hoy es un ejemplo de fe y de valentía.
Y no es casualidad que el mismo arzobispo de Ferrara, Luigi Negri, presidente del comité "Amigos de Rolando Rivi", haya hecho lo mismo en estos días también con la “n” del alfabeto árabe, que se está convirtiendo en el símbolo de la tragedia de los Nazarenos iraquíes. Porque sólo llamando a las cosas por su nombre se puede superar el muro de la indiferencia y el miedo.
* Andrea Zambrano es autor del libro Beato Rolando Maria Rivi, il martire bambino, publicado en estos días por la editorial Imprimatur. La investigación ha utilizado testimonios inéditos sobre lo que sucedió antes y después del martirio del seminarista y encuadra el contexto histórico en el que se maduró el delito con la aportación de documentos y del relato de los protagonistas: la violencia hacia los hombres de Iglesia en el trienio 1943-1946, los intentos de sofocar con la mentira el recuerdo del seminarista, las fases más importantes de los procesos que condenaron a los asesinos y el largo camino recorrido por el Iglesia que el 5 de octubre de 2013 lo proclamó beato. Un camino difícil y contaminado por las calumnias hacia el "curita" pero que, al final, sirviéndose de la verdad germinada entre mil obstáculos, ha llegado a su gloria final.
(Traducción de Helena Faccia Serrano, Alcalá de Henares)
Y, sin embargo, lo que está sucediendo a las víctimas de la barbarie del nuevo Califato iraquí parece recorrer, en su desarrollo, la misma dinámica de muchas otras víctimas del odium fidei. Llegará un día en el que también a los niños y a las mujeres iraquíes se les dará el apelativo de mártires. Pero antes su recuerdo deberá cristalizarse hasta casi desaparecer como una semilla que después, cuando llegue el momento, dará nuevos frutos.
70 años de extraño silencio
Así le sucedió también a Rolando Rivi, el seminarista beato asesinado con 14 años por los partisanos comunistas en Piane di Monchio, en la provincia de Modena, el 13 de abril de 1945. Para su elevación a los altares se han necesitados 70 años; 70 años de silencios, de la ley del silencio, de miedo.
No estaba solo cuando una formación de partisanos comunistas lo asesinó con dos tiros en un bosque del Apenino modenés.
Con él al menos había otro, tal vez dos de sus amigos de San Valentino di Castellarano, su pueblo natal en la provincia de Reggio Emilia, del cual había desaparecido sin explicaciones tres días antes.
Rolando los conocía bien, pero ellos no hicieron nada para detener el odio ideológico del comisario político de la formación partisana Giuseppe Corghi y del comandante del destacamento Delciso Rioli.
¿Por qué no intervinieron? ¿Y por qué no contaron nunca, durante su vida, que habían estado presentes en Monchio mientras su amigo era bárbaramente asesinado?
El niño era "obstáculo al comunismo"
Rolando fue asesinado, como dice la sentencia de segundo grado que en 1952 condenó a los dos asesinos porque «en el ambiente de San Valentino constituía un obstáculo a la penetración del comunismo».
Pero los dos asesinos que pusieron fin a su vida a 30 km. de distancia de su casa hasta ese momento no lo conocían. ¿Quién lo entregó a sus verdugos? ¿Quién lo engaño para alejarlo de casa hacia su calvario?
Para descubrirlo hay que hurgar entre los recuerdos y los testimonios que han vuelto a aparecer tras 70 años de olvido.
Como el de Nella Baccarani, que después de 70 años de silencio decidió abrir el cajón de los recuerdos: «Asistí al relato de un partisano de San Valentino que estuvo presente en la tortura, habló de los latigazos que recibió Rolando. Fue terrible. Se nos prohibió hablar de ello. Y así hice, hasta hoy».
Engañado por gente conocida
Rolando, entonces, no fue secuestrado con violencia, sino que fue alejado de su casa mediante un ardid por personas de las que se fiaba. Solo más tarde llegó el secuestro y la muerte.
Rolando había aprendido a distinguir entre los partisanos comunistas de las brigadas Garibaldi y los democristianos de las Fiamme Verdi (Llamas Verdes, ndt), cuyo comandante era don Domenico Orlandini, el comandante Carlo, que entre los seminaristas reggianos (de la ciudad Reggio Emilia, en la región Emilia Romaña, ndt) se había convertido en una especie de héroe popular.
Por lo tanto, para entender el delito es necesario meterse en el contexto de San Valentino: un contexto en el que el párroco don Olinto Marzocchini era objeto, en la parroquia, de saqueos y robos y representaba al amo que había que abatir durante la inminente revolución bolchevique y que fue también el objetivo de diversos atentados.
Por consiguiente, Rolando era un símbolo de esta lucha de clases, llevada hasta las extremas consecuencias: era un seminarista, hijo de uno de los aparceros del párroco y, sobre todo, a pesar de su juventud, ya estaba animado por un profundo anticomunismo.
Atacarle a él significaba atacar el corazón de la Iglesia y un obstáculo a los planes de conquista comunista que se habían ido infiltrando subdolamente.
Y la pequeña ciudad de San Valentino no era ajena a esto. Muchos testigos hablan de la tensión en el burgo entre los civiles, a menudo denunciados, y los partisanos comunistas: un dramático caso de violación de una maestra, una amenaza con cuchillo a un amigo de Rolando, peleas, ocupación de casas y terrenos para planificar atentados contra los alemanes que ponían en riesgo a la población...
Es por esto que la misma Iglesia reggiana siempre fue muy prudente tratando este caso del que hoy se ha certificado el martirio.
Una prudencia alimentada por las voces infamantes sobre Rolando inmediatamente después de su cruel asesinato, pero que rozaba la duda ante la ausencia de investigaciones rigurosas que contextualizaran este trágico caso.
Las audiencias que lo aclararon
Hubo también informes que no fueron positivos sobre el caso, como ha testimoniado por primera vez don Ennio Munari hablando de un dossier del vice rector de entonces, don Mora, que sin embargo, extrañamente, en la curia dicen que no existe. En resumen, se temía que Rolando se hubiera metido él mismo en un aprieto por culpa de su exuberancia.
En realidad, todas esas dudas y todas las incongruencias dinámicas se resolvieron plenamente durante las audiencias: Rolando fue alejado por personas de las que se fiaba y que le engañaron; después, tras ser secuestrado, fue torturado brutalmente y al final asesinado mientras sus asesinos ideaban la falsa acusación de espionaje.
Era tarde para cambiar el curso de la historia: así, Rolando fue relegado a los márgenes de la actualidad católica y su sacrificio fue olvidado durante años, hasta que un hecho prodigioso no volvió a centrar la atención sobre el seminarista y su caso, hasta ese momento hundido en la indiferencia, empezó a cambiar: de la devoción al culto.
Una ayuda a la historia
Hoy, la Iglesia, con su beatificación no sólo ha escrito la palabra "fin" a una violencia sobre un inocente seminarista enamorado de Jesús, sino que ha dado su contribución fundamental al análisis historiográfico de la guerra civil italiana. Sólo en Reggio asesinaron a 11 entre sacerdotes y seminaristas.
Por lo tanto, en el Triángulo de la Muerte (o "Triángulo rojo", definición utilizada para indicar el territorio que incluye las provincias de Reggio Emilia, Modena, Ferrara y Bologna, teatro en 1943-1945 de matanzas, asesinatos y violencias realizadas por miembros de las fuerzas partisanas, ndt) se asesinaba en odio a la fe.
El mismo odium fidei que hoy vemos planificado en Iraq y en todos los países en los que los cristianos son perseguidos y asesinados.
La imagen de Rolando ha sido expuesta en el seminario de Reggio y en las catedrales porque hoy es un ejemplo de fe y de valentía.
Y no es casualidad que el mismo arzobispo de Ferrara, Luigi Negri, presidente del comité "Amigos de Rolando Rivi", haya hecho lo mismo en estos días también con la “n” del alfabeto árabe, que se está convirtiendo en el símbolo de la tragedia de los Nazarenos iraquíes. Porque sólo llamando a las cosas por su nombre se puede superar el muro de la indiferencia y el miedo.
* Andrea Zambrano es autor del libro Beato Rolando Maria Rivi, il martire bambino, publicado en estos días por la editorial Imprimatur. La investigación ha utilizado testimonios inéditos sobre lo que sucedió antes y después del martirio del seminarista y encuadra el contexto histórico en el que se maduró el delito con la aportación de documentos y del relato de los protagonistas: la violencia hacia los hombres de Iglesia en el trienio 1943-1946, los intentos de sofocar con la mentira el recuerdo del seminarista, las fases más importantes de los procesos que condenaron a los asesinos y el largo camino recorrido por el Iglesia que el 5 de octubre de 2013 lo proclamó beato. Un camino difícil y contaminado por las calumnias hacia el "curita" pero que, al final, sirviéndose de la verdad germinada entre mil obstáculos, ha llegado a su gloria final.
(Traducción de Helena Faccia Serrano, Alcalá de Henares)
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