Miércoles, 27 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

El Monumento del Cabo Mayor en Santander

Valentina Orte



Hace días con motivo de un viaje a Santander, una señorita que oficiaba de guía de turismo explicó, con la mayor desenvoltura, que el monumento situado en dicho lugar, próximo al faro, fue erigido “en honor a los muchos asesinados por las tropas de Franco”. Escribo por ello estas líneas para aclarar el sentido que tiene la magnífica cruz al borde de la escollera, a todos aquellos interesados en conocer LA VERDAD HISTÓRICA.

Testigo de un sin fin de crímenes
Santander era mayoritariamente de derechas –como se había demostrado reiteradamente en las convocatorias electorales-, pero el gobierno y el absoluto control de la provincia lo habían ejercido, a partir de julio de 1936, las izquierdas, que lograron mantener la legalidad republicana ante la inoperancia de los confusos y desorganizados miembros comprometidos a unir Cantabria a la sublevación. Pero las izquierdas no supieron aprovechar la situación. En Santander, la mayoría de la población pensaba ingenuamente que la lucha en el norte era cosa de vascos y asturianos[1] .

Así que el Gobierno santanderino, modelo de ineficacia militar, ni logró adiestrar adecuadamente a las tropas a su cargo, ni contribuyó decididamente al esfuerzo militar republicano, ni fortificó sus líneas de confrontación con las provincias sublevadas del sur, Burgos y Palencia, ni creó suficientes refugios para la población civil. Ineficacia administrativa también, pues a duras penas logró mantener en funcionamiento los servicios en tiempos de tranquilidad, siendo arrollado en los momentos difíciles, cuando los hospitales se llenaron de heridos y las calles de refugiados.[2]


Cerrando la bahía de Santander por su parte occidental se encuentra el cabo Mayor, privilegiado balcón al mar y a la ciudad, cuyo faro, una de las construcciones más emblemáticas y sugerentes para los ciudadanos y visitantes de la capital, se alza sobre un enorme farallón de unos cuarenta metros de altura que cae a pico sobre las aguas y al que sirven de base agudos peñascos barridos continuamente por las bravías aguas del Cantábrico.

Fue testigo, durante la dominación roja en Cantabria, de un sin fin de horrendos crímenes cometidos por aquellos forajidos que se proclamaban leales al Gobierno de la República... Desde lo alto eran arrojadas las pobres víctimas que caían sobre las erizadas rocas y eran arrastradas por las olas..

Martirio de la comunidad de Trapenses
Como ejemplo de barbarie allí cometida, comentaré lo ocurrido con los monjes trapenses de Viaceli, cerca de Cóbreces, que fueron expulsados de su monasterio el 8 de septiembre de 1936 por agentes de la Federación de Anarquistas Ibéricos (FAI). Metidos en prisión, luego fueron puestos en libertad: Algunos se dispersaron en casas privadas, otros pudieron llegar a Bilbao donde no había una persecución religiosa violenta, otros se reagruparon en Santander, formando así tres pequeñas comunidades que trataban de mantener la vida monástica de modo oculto.

Probablemente por un plan premeditado de aniquilación y a causa de una delación, el 1 de diciembre fue arrestado un grupo compuesto solamente por hermanos conversos. La policía  marxista decía querer conocer de dónde provenían sus medios de subsistencia, pero el Prior, Padre Pío Heredia Zubía (18751936) no quiso manifestar en modo alguno el nombre de quien les ayudaba. Después de penosos interrogatorios y malos tratos durante el proceso instruido en la noche del 2 de diciembre, se llegó a su ejecución. El proceso fue para dar una apariencia de legalidad a la condena de los religiosos, pero en realidad todo fue por odio de la fe. Según el testimonio de un oblato de quince años, que se encontraba con los monjes y que luego fue liberado, los religiosos fueron subidos en un camión en dos grupos separados, uno en la noche del 3 de diciembre, y el otro en la noche siguiente. De estos hermanos no se supo nada más. ¿Arrojados al mar contra las rocas del faro de Santander o conducidos en barca y hundidos en las aguas profundas de la bahía? La primera hipótesis parece la más probable, testimoniada por alguien que lo oyó a uno de los ejecutores.[3] Por otra parte era el método que solían utilizar con simpatizantes de las derechas. Dejo constancia de los nombres de estos mártires despeñados en Cabo Mayor[4]. En la noche del tres de diciembre de 1936:

Padre Prior JULIÁN HEREDIA ZUBIA de nombre religioso PÍO
MARCOS GARCÍA RODRÍGUEZ de nombre religioso AMADEO
VALERIANO RODRÍGUEZ GARCÍA
JUAN FERRIS LLOPIS
ALVARO GONZÁLEZ LÓPEZ
FRANCISCO DELGADO GONZÁLEZ de nombre religioso ANTONIO

Y en la noche siguiente, cuatro de diciembre:

JACINTO GARCÍA CHICOTE de nombre religioso EUSTAQUIO
FRANCISCO DE LA VEGA GONZÁLEZ de nombre religioso ÁNGEL
EZEQUIEL ÁLVARO DE LA FUENTE
EULOGIO ÁLVAREZ LÓPEZ
ROBUSTIANO MATA UBIERNA de nombre religioso BIENVENIDO

Unos días después el mar devolvió a la costa los cadáveres de algunos. Varios aún conservaban las ligaduras de las manos a la espalda y los labios cosidos con alambre.

Asalto al barco-prisión
Durante aquellos tiempos de guerra, el ambiente que se respiraba en la región era de total tensión y crispación, a causa de los registros domiciliarios, requisas, robos de automóviles, detenciones continuas... que sufrían aquellos que no pertenecieran a grupos de izquierdas
 
La cárcel y desde el 18 de Julio de 1936, el buque mercante “Alfonso Pérez”,  amarrado en los muellesde Santanderse llenaron con hombres de derechas, un sin número de sacerdotes, religiosos, militares y simples católicos que, en parte, fueron asesinados en el cabo Mayor y en su mayoría en el mismo buque.

Esta persecución a miembros de la iglesia, católicos en general y simpatizantes de la derecha española, se acrecentó por las incursiones de la aviación franquista, siendo la más grave la realizada el 27 de diciembre de 1936 por 18 aviones italianos, que produjo unos 68 muertos y 50 heridos entre población civil. La venganza fue terrible. Al día siguiente, las hordas encolerizadas, encabezadas por el consejero de Justicia, Quijano; el comisario de Policía, Neila[5]; el gobernador civil, miembro de las Juventudes Socialistas, Ruiz
Olazarán, y el anarquista Hermenegildo Torres[6], se lanzaron contra el barco prisión Alfonso Pérez a la voz de ¡Al barco, al barco!. Comenzó entonces una masacre ametrallando a los prisioneros en la cubierta o bien arrojándoles  bombas de mano a las bodegas en que se encontraban hacinados[7]. En esta masacre murieron 155 presos y a otros seis les llevaron al paredón de Ciriego, donde fueron fusilados.


Barco prisión Alfonso Pérez

No reflexionaron las turbas en la responsabilidad que, por sus propias víctimas, correspondía a sus autoridades por la falta de previsión en la creación de refugios. Lo hicieron posteriormente, según se deduce de su actuación, ya que este bombardeo hizo cambiar el plan de refugios. Hasta ese momento -explica el investigador José María Alonso del Val- sólo había veinte, y en poco tiempo se duplicó su construcción[8]. Aunque demasiado tarde, fue una manera de admitir su responsabilidad y culpa en tantas muertes y venganzas.

Personalidades como Concha Espina en “Retaguardia” y Luis Araquistain en “Por los caminos de la guerra” cuentan también estos terribles asesinatos.
Dice Araquistain:

“Quien se asome a la baranda del faro, si es cristiano, hará que suba a sus labios una oración como encendido holocausto a los pobres mártires asesinados en el faro del cabo Mayor por la barbarie roja”.

Un monumento junto al acantilado
En homenaje a aquellas personas que fueron arrojadas al acantilado durante la Guerra Civil Española con consentimiento del gobierno republicano, se erigió en 1941 este monumento costeado por la Jefatura Provincial del Movimiento siendo alcalde de la ciudad don Emilio Pino Patiño.
 
De su realización se encargaron Lavín del Noval, arquitecto municipal, y José Villalobos, escultor castreño.
Este majestuoso monumento de piedra porosa consiste en una cruz a cuyo pie ha sido esculpida la figura de un hombre con los brazos y manos alzados, asiéndose a la cruz y con su cuerpo destrozado. Impresionante.


 
En la cruz rezaba la inscripción: ´Caídos por Dios y por la Patria´ y en la base se encontraba la palabra ´Presentes´ junto con el emblema del yugo y las flechas. La Administración del Estado ha eliminado, como tantas otras, dichas leyendas. A la vista de lo relatado, es lógico que los sucesores de aquellos criminales, defensores del Gobierno “legítimo” de una República “democrática” hayan desmantelado el monumento, pero eso no impedirá que los santanderinos suban al faro a rendir el acostumbrado homenaje a las víctimas, porque esta es “Otra Memoria Histórica” que no se debe olvidar.

Así lo recomienda el Papa Juan Pablo II [9]:

“En diversas ocasiones he recordado la necesidad de custodia de la memoria de los mártires. Su testimonio no debe ser olvidado. Ellos son la prueba más elocuente de la verdad de la fe, que sabe dar un rostro humano incluso a la muerte más violenta y manifiesta su belleza aun en medio de atroces padecimientos. Es preciso que las Iglesias particulares hagan todo lo posible por no perder el recuerdo de quienes han sufrido el martirio”.                              

Homilía en la Capilla Papal para la Beatificación del Siervo de Dios José Aparicio Sanz, presbítero, y CCXXXII Compañeros Mártires.
San Pedro en el Vaticano, 11 de marzo de 2001 
     

[1] El Mundo: “La Guerra Civil Española, mes a mes” Tomo 16, pag 14
[2] Ibidem pgs. 15 y 16
[3] Página oficial de la Orden Cisterciense de la Estricta Observancia (Trapenses)
[4] Estos nombres corresponden exclusivamente a los mártires de Viaceli despeñados en Cabo Mayor
[5] “Neila, jefe de la checa de Santander, un desalmado y asesino fue el responsable de todas las fechorías y muertes. Enemigo de los vascos que pretendían huir a Francia por mar en barcos pesqueros pequeños, les apresaba asesinándoles, y, con un tiro en la nuca, les arrojaba al mar por los acantilados citados. Así murieron muchos gudaris y paisanos vascos, como Iñaki, comandante intendente del batallón Kirikiño; Zubiri, Otazua, Andima, Orueta y otros muchos. Se dijo que el torrero del faro murió loco al oír los lamentos de los que morían al fondo del acantilado. Y que el “valiente” Neila consiguió escapar a México”. Publicado por Ahaztuak 19361977
[7] José López en  "Diario independiente Digital"
[9] José Francisco Guijarro García:”Persecución religiosa y Guerra Civil”.- Ed. La Esfera de los Libros S.L. 2006

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