Parece ser que llovía a cántaros, según leo en Camineo.Info, cuando tuvo lugar el encuentro de Kiko Argüello con los jóvenes venidos con el Camino Neocatecumenal a Portugal con ocasión del viaje papal. No dice cuántos jóvenes había, pero si calculamos que el Camino había llevado a Fátima alrededor de 20.000 jóvenes, se puede uno imaginar más o menos cuántos pudieron asistir al encuentro, contando con los que se hubiesen tenido que volver a su casa, o por alguna otra razón no hayan podido acudir. Allí estaban miles de jóvenes el Fundador, y no sólo con él y con su equipo (Carmen, el P. Mario), pues estaba también allí gran parte del episcopado portugués, empezando por el Patriarca de Lisboa, su auxiliar y otros más. Como se puede imaginar, lo de que estaba cayendo una buena va con segundas. Aparte de la lluvia que caía, que imagino soportaron estoicamente aquellos jóvenes, se producía este encuentro en una situación muy particular en la que a la Iglesia le está cayendo por todos los lados. En sí, este tipo de encuentros son ya una tradición: Sabido es que en los viajes papales, al acabar los encuentros con el Pontífice, Kiko se reúne con los jóvenes relacionados con el Camino que han acudido al evento y allí saca las consecuencias de todo lo que han vivido en aquellos días. Así como en muchas parroquias y movimientos lo difícil es la continuidad de los jóvenes después de los encuentros con el Papa, el sr. Argüello, con mucho sentido común y sobrenatural, les reúne y les invita a no echar en saco roto lo vivido. Y para que la cosa no quede en el aire, después del fervorín en que comenta un texto de la Escritura, se invita a los jóvenes a pensar en la vocación: Chicos para el seminario y chicas para los conventos de clausura. Algunos pastoralistas afirman que no hay que hablar directamente a los jóvenes sobre la vocación, que ésta debe surgir espontánea. El resultado es que así se quedan los seminarios vacíos y los conventos acaban formando parte de la red de paradores del estado, en los que la capilla se hace el restaurant y la sala capitular se convierte en el spa. Kiko Argüello es mucho más sabio que todo eso y sabe cómo suscitar vocaciones. En este viaje, en plena lluvia de agua y, lo que es peor, lluvia mediática de agoreros que anuncian una iglesia que va viniendo a menos en un declive inexorable, era interesante ver cómo iban a reaccionar los jóvenes a la llamada de Kilo. Primero les dijo, comentando un texto de la Carta a los Efesios, que “fuimos elegidos desde antes de los siglos para realizar las buenas obras que Dios de antemano, había predispuesto que en ellas anduviéramos” y “estas obras son la nueva naturaleza, el amor al enemigo, el anuncio de la Buena Noticia a todo el mundo”. Después, el P. Mario les habló de vocación e invitó a levantarse los que estuviesen dispuestos a entregarse a Dios. Si se le hubiese pedido una predicción al New York Times, a Hans Küng o a los del foro Alsina, seguro que dirían que pocos jóvenes se iban a levantar este año porque la Iglesia está en crisis, el celibato es un peso insoportable, bla, bla, bla. Pero no, el Espíritu Santo es más imprevisible que todos estos y hoy se han levantado nada menos que 400 chicos y 350 chicas. Centenares de jóvenes que se quieren entregar a Dios en la Iglesia. Jóvenes que sin duda habrán oído las críticas a la institución eclesial, pero que parece les ha influido poco (lástima de dinero que se han gastado los periódicos en tinta para criticar a la Iglesia). Claro está que luego no todos irán al seminario ni todas al convento, pues el fervor inicial luego hay que tamizarlo, encauzarlo y discernirlo, pero con que acabasen entregados a Dios la mitad de ellos o menos, ya son cifras admirables. Intuición genial de Kiko Argüello, inspirado sin duda por Dios, que conoce la naturaleza humana y cómo hay que aprovechar ciertos momentos en los que Dios puede hablar más fácilmente a los jóvenes. De teóricos sobre la vocación, sobre la liturgia y sobre la evangelización que critican a los Kikos por pequeñeces (“naderías” que diría Santa Teresa de Jesús) y que luego ellos no se comen una rosca -pues no son capaces de entusiasmar a nadie con la entrega a Dios- está el mundo lleno. Yo, sin pertenecer al Camino Neocatecumenal, veo los resultados y me quedo admirado: Familias misioneras, vocaciones que se cuentan por centenares, comunidades vivas. Hasta los confines de la tierra llega el afán evangelizador de los miembros de este Camino que tendrán sus defectos, como todo hijo de vecina, pero que sin duda son admirables en su celo apostólico, su amor a la Palabra de Dios y su deseo de caminar hacia la santidad.