Sábado, 30 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

LA PRIMERA CLAVE, CONSIDERARLO UN HONOR

Los 15 secretos para un cuidado ministerio del acolitado y lectorado, uno a uno

A lo largo de todo su ministerio sacerdotal, pero de manera destacada desde su proclamación como Papa, Benedicto XVI ha mostrado una especial predilección por el cuidado de la liturgia, incluida la labor de acólitos y lectores.

R.R./ReL

Un grupo de acólitos
Un grupo de acólitos
La página web Promoliturgia propone un elenco de 15 puntos que toda persona que quiera acercarse al servicio del acolitado y lectorado debe tener en cuenta. comprenden desde la actitud interior hasta el comportamiento exterior, tanto durante la liturgia como en la vida diaria. Son los que siguen:
  • Considerar un gran honor el hecho de ser acólito. Al tratarse de un servicio ante el altar, es una actividad sagrada. Esforzarse por honrar este cargo y ser fiel a esta gracia.
     
  • Estás ante el Rey del cielo. Hacer bien cada movimiento y con exactitud. Por ejemplo: preparar el altar, al ayudar la Misa, las entradas y salidas de las ceremonias, etc. Dar lo mejor de sí, como harían los mejores soldados.
     
  • Piedad. Gran amor a Jesús en la Eucaristía. Hacer una visita al Santísimo cada vez que se vaya a la Iglesia. Acción de Gracias después de la Comunión. Pedir el don de la piedad al Espíritu Santo. Fomentar la devoción a María, Reina y Señora.
     
  • Estado de Gracia. Permanecer siempre en la amistad de Dios. Si se cae en pecado confesarse cuanto antes. Cumplir con alegría, sencillez y espíritu de perfección las obligaciones ordinarias de la vida. Huir de las ocasiones de pecado (TV, malas compañías, malos ambientes, etc.) y fomentar la ascética y la mística cristianas.
     
  • El servicio del acolitado se aprende. Conocerse y corregirse uno mismo. Tenemos defectos y debilidades. Aceptar las correcciones del sacerdote con humildad. Pedir la Gracia de Dios.
     
  • Seriedad y responsabilidad en el cumplimiento del deber. Tomar con seriedad las órdenes, los avisos, las ceremonias, los deberes propios del acólito. La Santa Misa es el misterio central de la fe: que tus gestos hablen por tí.
     
  • No mirar hacia los fieles o para cualquier parte durante las ceremonias. Tener el corazón, la mente, el cuerpo, orientado hacia las funciones que haya que hacer.
     
  • Permanecer erguido en posición recta:
    • Arrodillado: erguido, las manos juntas sin cruzar ni mover los pies.
    • De pie: los pies derechos, las manos juntas.
    • Sentado: el cuerpo erguido, las rodillas juntas, las manos sobre las piernas.
    • Caminando: despacio. Los ojos bajos, con recogimiento. No caminar hacia atrás
       
  • Realizar cada acción solamente después de haber terminado la anterior.  Sentarse, arrodillarse y ponerse de pie (no apoyarse cuando se está de pie).
     
  • Atención en las ceremonias. Hacer las cosas bien y despacio, pero con prontitud y desenvoltura. Ensayar antes para aprender bien.
     
  • Simetría y sincronización en las ceremonias. Realizar las acciones junto a otros al mismo tiempo; por ejemplo, las inclinaciones y las respuestas de la Misa. Guardar siempre la misma distancia con relación al otro acólito, si lo hubiera.
     
  • Silencio: en la Iglesia, en la sacristía. No hablar en la Iglesia, no reírse, no hacer gestos. Recogimiento interior.
     
  • Pronunciar bien las palabras, ya sean en tu lengua vernácula o en latín, si fuera el caso.
     
  • Formación: fomenta la lectura sobre la liturgia; aprende de buenos autores. Cuanto más profundices en la liturgia, más y mejor comprenderás y disfrutarás los misterios de la fe. La formación ayuda a «ver con ojos nuevos» la fe que la Iglesia expresa con gestos y palabras.
     
  • Buen ejemplo: en el catecismo, en la escuela, en la calle, en la Iglesia. Observar un comportamiento ejemplar (que motive a ser imitado). Hacer las cosas con dedicación, piedad y celo. El ministerio del acolitado puede ser fomentado y gracias a tu conducta, quizás haya quien se ofrezca a ayudar en el altar. Recuerda que el acolitado es «semillero» de vocaciones sacerdotales.
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