Dejar de comer carne es absurdo

En Cuaresma es típico dejar de comer carne durante algunos días (miércoles de ceniza y los viernes). Lo cual es, en mi modesta opinión una solemne idiotez.
O, al menos, es una solemne estupidez para una inmensa mayoría de fieles, a quienes no se les ha explicado el motivo de la vigilia. Porque me temo que lo de la explicación no es la tónica general en numerosas parroquias, colegios e incluso movimientos, donde en el mejor de los casos se da por hecho el ayuno cuaresmal, sin entrar a profundizar en el verdadero motivo de ese ayuno y de esa abstinencia; y en el peor, se relaja tanto la cuestión que se recurre al "eso da igual" cuando un fiel pregunta si puede merendarse un perrito caliente en pleno Viernes Santo.

Durante mucho tiempo, nunca me explicaron los verdaderos motivos de la abstinencia, durante mis años de educación (y formación cristiana) en un colegio religioso. Allí aprendí muchos de los rudimentos sobre los que hoy se asienta mi fe (sobre todo, la importancia de la oración personal y el compromiso caritativo... rebautizado como "solidario"), pero aún recuerdo la divagación de quien debía orientarme fidedignamente, cuando le pregunté por el asunto de comer carne en viernes. Su (no)explicación hizo que, durante una buena temporada, no tuviera  reparos en meterme un bocata de jamón entre pecho y espalda sin pensar si era viernes de cuaresma, domingo Gaudete o el jueves del Corpus.

Lo de renunciar a la carne tiene un sentido mucho más amplio que dejar de zamparse un chuletón unos cuantos viernes. Es, más bien, dejar de lado las querencias típicas de la propia carne, la de uno mismo: la pereza, la lujuria, la ira..., los pecados capitales, vamos. Y así, sirve para recordar que no debemos dejar de morir a nosotros mismos (morti-ficarnos) si queremos realmente convertirnos a Cristo, creer en el Evangelio y dejar que nuestra vida tenga cada vez menos de mí para tener más de Dios.

La laxitud progre-eclesial (una mezcla de pereza ante la santidad, contemporización profana, desesperanza maquillada de buenismo, soberbia espiritual y desconocimiento histórico-teológico), que tanto daño hace a la Iglesia, se encuentra con un problema: tiene que hablar de sacrificio, mortificación, pecado, conversión, abandono, tentación, del Tentador, de la Gracia... Y eso es algo que  llevan muy mal, porque lo que suelen predicar sus adeptos (monjes, monjas, curas y catequistas incluidos) es un voluntarismo espiritual, una buonomía utópica, un activismo pagano y un Dios-bueno-pero-no-justo, que rebaja las exigencias del bautismo a niveles de la ESO: haz lo que quieras, menos hacer caso a la autoridad, esforzarte y aspirar a lo mejor. Y así, lo que en el terreno educativo nos ha llevado al fracaso escolar, en el campo de eclesial redunda en un fracaso espiritual y eclesiológico.

Si usted es padre/madre, catequista, sacerdote o religiosa, por favor, no prive a quienes la necesitan de una explicación sobre por qué ayuda no comer carne en cuaresma, y por qué vigilar lo que uno come (o se priva de comer) ayuda a estar atento al Señor todo el día, a tener presente a Dios y el tiempo litúrgico que estamos viviendo y el que estamos preparando. Eso, por no hablar de lo que beneficia al autocontrol, a la humildad y a machacar el orgullo egocéntrico.

Si no sabemos dar razones de nuestra fe y de nuestras prácticas de piedad, sólo conseguimos quedarnos en un ritualismo vacío, que aleja a las personas de la Iglesia y, por tanto, de Cristo; y que suena tan a antológica sandez como oír decir a un ex beatle decir que es mejor no comer carne los lunes... Y usted, ¿sabe por qué es bueno no comer carne los viernes de cuaresma?

José Antonio Méndez