Viernes, 22 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

El santo fue un monje irlandés que vivió en el siglo VI

El Papa destaca la figura de San Columbano como clave para la identidad cristiana de Europa

En la audiencia general de hoy, celebrada en la Plaza de San Pedro, el Papa habló sobre san Columbano, uno de los monjes irlandeses más conocidos del siglo VI, "que con razón se puede considerar un santo "europeo". Benedicto XVI describió al santo monje irlandés como "hombre de gran cultura y rico de dones de gracia, sea como incansable constructor de monasterios, que como predicador penitencial intransigente, dedicó todas sus energías a alimentar las raíces cristianas de la Europa que estaba naciendo.

(VIS) En la audiencia general de hoy, celebrada en la Plaza de San Pedro, el Papa habló sobre san Columbano, uno de los monjes irlandeses más conocidos del siglo VI, "que con razón se puede considerar un santo "europeo". Nacido en el 543, en la provincia de Leinster, al sudeste de Irlanda, "Columbano -dijo el Santo Padre- entró a los veinte años en el monasterio de Bangor" y la vida en este lugar y el ejemplo del abad Comgall "influyeron en el concepto de monaquismo que el santo maduró con el tiempo y difundió a lo largo de su existencia". Benedicto XVI recordó que Columbano abandonó la isla a los cincuenta años "para emprender con doce compañeros una obra misionera en el continente europeo, donde a causa de la emigración de pueblos venidos del Norte y del Este, amplias zonas cristianizadas habían vuelto al paganismo". Tras poner de relieve que la "reevangelización" de estos misioneros "comenzó a desarrollarse sobre todo mediante el testimonio de la vida", el Papa señaló que "muchos jóvenes deseaban ser acogidos en la comunidad monástica para vivir como ellos, y en seguida fue necesario fundar un segundo monasterio", que se construyó en Luxeuil. Este monasterio "se convirtió en el centro de la irradiación monástica y misionera de tradición irlandesa en el continente europeo. Un tercer monasterio se construyó en Fontaine". San Columbano "vivió unos veinte años en Luxeuil" y allí "escribió la "Regula monachorum", que describe la imagen ideal del monje. Es -dijo el Santo Padre- la única regla monástica antigua irlandesa que poseemos actualmente". Además, continuó, el santo "introdujo en el continente la confesión privada y la penitencia, que debía ser proporcional a la gravedad del pecado cometido". "Por su intransigencia con todas las cuestiones morales, entró en conflicto con la casa real, porque había amonestado duramente al rey Teodorico por sus relaciones adúlteras" y en el 610 fue expulsado de Luxeuil junto con todos los monjes irlandeses, "que fueron condenados a un exilio definitivo". Debido a unos problemas durante la navegación, el barco se encalló a poca distancia de la playa y los monjes volvieron a tierra. Pero en vez de regresar a Luxeuil "comenzaron -dijo el Papa- una nueva etapa evangelizadora", primero en Tuggen (Suiza) y después en la parte oriental del lago de Constanza. Benedicto XVI señaló que al llegar a Italia, san Columbano tuvo que afrontar "notables dificultades: la vida de la Iglesia estaba lacerada por la herejía arriana, que todavía prevalecía entre los longobardos, y el cisma que había separado a la mayor parte de las Iglesias de Italia septentrional de la comunión con el Obispo de Roma". En este contexto, el santo irlandés "escribió un libelo contra el arrianismo y una carta al Papa Bonifacio IV para convencerlo de que se comprometiera decididamente en restablecer la unidad". Columbano, continuó, "fundo en Bobbio un nuevo monasterio que llegaría a ser un centro de cultura comparable al famoso monasterio de Montecasino. Aquí transcurrió sus últimos días: murió el 23 de noviembre del 615 y en esa fecha es conmemorado en el rito romano hasta hoy". "El mensaje de san Columbano se concentra en un firme llamamiento a la conversión y al desapego de las cosas terrenas en vista de la herencia eterna. Con su vida ascética y su comportamiento sin compromisos frente a la corrupción de los poderosos, evoca la figura severa de san Juan Bautista. Su austeridad, sin embargo, (...) solo es el medio para abrirse libremente al amor de Dios y corresponder con todo el ser a los dones recibidos de El, reconstruyendo en sí la imagen de Dios y al mismo tiempo trabajando la tierra y renovando la sociedad humana". El Papa terminó poniendo de relieve que el santo monje irlandés, "hombre de gran cultura y rico de dones de gracia, sea como incansable constructor de monasterios, que como predicador penitencial intransigente, dedicó todas sus energías a alimentar las raíces cristianas de la Europa que estaba naciendo. Con su energía espiritual, con su fe, con su amor a Dios y al prójimo se convirtió en uno de los padres de Europa, que nos muestra hoy dónde están las raíces de las cuales puede renacer nuestro continente".
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