Viernes, 22 de noviembre de 2024

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¿Por qué cuaresma y no "quincuesma" o "sexesma"?

por En cuerpo y alma

 
 
            Después de ver ayer lo que conocemos sobre los antecedentes de la celebración de la cuaresma entre los cristianos (pinche aquí si no pudo leer ayer el artículo y desea hacerlo ahora), cabe preguntarse hoy el porqué de que semejante período de reflexión y penitencias dure cuarenta días y no quince, veinte o sesenta. La respuesta es siempre la misma: lo que la Iglesia y los cristianos conmemoramos son los cuarenta días de oración que Jesucristo llevó a cabo en el desierto, aunque en su ministerio, dicho período no sea prepascual, sino prácticamente lo contrario, dado que el el ciclo que recogen los evangelistas sinópticos que mencionan dicho retiro al desierto (Juan no lo hace) viene a durar un año, empieza con la retirada al desierto y termina con la Pascua, en la que Jesús es, como se sabe, crucificado.
 
            El evento, como se ha dicho, lo recogen tres de los cuatro evangelistas. Marcos (que, como se sabe, no escribe evangelio de la infancia) lo hace de manera muy sucinta, al pincipio mismo de su Evangelio:
 
            “A continuación, el Espíritu le empuja al desierto, y permaneció en el desierto cuarenta días, siendo tentado por Satanás. Estaba entre los animales del campo y los ángeles le servían” (Mc. 1, 1213)
 
            Mateo y Lucas, al recoger un evangelio de la infancia, emplazan el episodio más adelante. Amén de ello, le dedican un relato mucho más descriptivo:
 
            “Jesús, lleno de Espíritu Santo, se volvió del Jordán y era conducido por el Espíritu en el desierto, durante cuarenta días, tentado por el diablo. No comió nada en aquellos días y, al cabo de ellos, sintió hambre. Entonces el diablo le dijo: ‘Si eres Hijo de Dios, di a esta piedra que se convierta en pan’. Jesús le respondió: ‘Está escrito: No sólo de pan vive el hombre’.
            Llevándole luego a una altura le mostró en un instante todos los reinos de la tierra y le dijo el diablo: ‘Te daré todo el poder y la gloria de estos reinos, porque me la han entregado a mí y yo se la doy a quien quiero. Si, pues, me adoras, toda será tuya’. Jesús le respondió: ‘Está escrito: Adorarás al Señor tu Dios y sólo a él darás culto’.
            Le llevó después a Jerusalén, le puso sobre el alero del Templo y le dijo: ‘Si eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo; porque está escrito: A sus ángeles te encomendará para que te guarden. Y: En sus manos te llevarán para que no tropiece tu pie en piedra alguna’. Jesús le respondió: ‘Está dicho: No tentarás al Señor tu Dios’. Acabada toda tentación, el diablo se alejó de él hasta el tiempo propicio” (Lc. 4, 113, muy parecido a Mt. 4, 1-9).
 
            Pero la pregunta continúa sin respuesta, ¿por qué cuarenta?
 
            Lo cierto es que el cuarenta es la cifra bíblica por antonomasia. Sin salir de los evangelios, cuarenta no son sólo los días que Jesús pasa ayunando y orando en el desierto. Son también los que va a pasar con sus discípulos en el mundo antes de ascender a los cielos una vez resucitado, dato que justo es reconocer, solo aporta Lucas y, por cierto, no en su Evangelio, sino en los Hechos de los Apóstoles:
 
            “A estos mismos, después de su pasión, se les presentó dándoles pruebas de que vivía, dejándose ver de ellos durante cuarenta días y hablándoles del Reino de Dios” (Hch. 1, 3)
 
            Donde de nuevo, más que de un período prepascual como el que celebramos los cristianos, nos hallamos es justo ante lo contrario, ante un período postpascual.
 
            No es la única referencia evangélica a los cuarenta. Aunque no haga mención expresa del tema, cuarenta son también los días que necesita María para purificarse del parto de Jesús (pinche aquí si desea conocer la razón de que sean cuarenta días y no otra cifra):
 
            “Cuando se cumplieron los días en que debían purificarse, según la Ley de Moisés, llevaron a Jesús a Jerusalén para presentarle al Señor, como está escrito en la Ley del Señor” (Lc. 2, 22-23).
 
            Pero no solo en el Nuevo Testamento la cifra del cuarenta adquiere relevancia: es que no menor es la que registra en el Antiguo Testamento, y así, cuarenta son los días que dura el diluvio universal:
 
            “Porque dentro de siete días haré llover sobre la tierra durante cuarenta días y cuarenta noches, y exterminaré de sobre la faz del suelo todos los seres que hice” (Gn. 7, 4)
 
            Cuarenta los días que permanece Moisés en el monte:
 
            “Moisés penetró en la nube y subió al monte. Moisés permaneció en el monte cuarenta días y cuarenta noches” (Ex. 24, 18).
 
            Cuarenta los que tarda Elías en alcanzar el monte Horeb:
 
            “Se levantó, comió y bebió, y con la fuerza de aquella comida caminó cuarenta días y cuarenta noches hasta el monte de Dios, el Horeb” (1Re. 19, 8).
 
            Y cuarenta son también los años que el pueblo judío vaga errante por el desierto del Sinaí cuando abandona Egipto
 
            “Los israelitas comieron el maná durante cuarenta años, hasta que llegaron a tierra habitada. Lo comieron hasta que llegaron a los confines del país de Canaán” (Ex. 16, 35).
 
            Y bien amigos, sin más por hoy sino desearles que hagan Vds. mucho bien y no reciban menos, me despido hasta mañana, en que les emplazo a encontrarnos nuevamente en la columna.
 
 
 
            ©L.A.
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