Quinientos años de la muerte del napoleón español, Gonzalo Fernández de Córdoba, "El Gran Capitán"
por En cuerpo y alma
¿O deberíamos, más bien, llamar a Napoleón el gonzalofernándezdecórdoba francés? Otro de esos aniversarios que pasarán desapercibidos en esta España que se olvida a sí misma y, por descontado, a los hijos que más esplendor le dieron. Pero tal día como hoy pero del año 1515, hace pues exactamente cinco siglos hoy, en Granada, moría Gonzalo Fernández de Córdoba, militar español al servicio de los Reyes Católicos, mejor conocido como el Gran Capitán por los grandes éxitos cosechados en el campo de batalla.
Gonzalo Fernández de Córdoba nace en Montilla (Córdoba) el 1 de septiembre de 1453, hijo segundo de Pedro Fernández de Aguilar, Señor de Aguilar de la Frontera y de Priego de Córdoba, y de Elvira de Herrera y Enríquez, sobrina de Juana Enríquez (de origen judío, por cierto), reina de Aragón y madre de Fernando el Católico, todo lo cual habla del aristocrático origen de nuestro capitán. Siendo niño se incorpora al servicio del príncipe Alfonso de Castilla, y muerto éste, al de su hermana Isabel, futura Isabel la Católica.
Gonzalo casará dos veces. La primera con su prima Isabel de Montemayor, que morirá en su primer parto, y la segunda con María Manrique de Lara y Espinosa, dama de la Reina Isabel, que le dará su dos hijas: Beatriz, muerta muy joven y soltera, y Elvira, que casará con Luis Fernández de Córdoba, Conde de Cabra.
En la Guerra de Granada, Gonzalo destaca en las batallas de Antequera, Tájara (Huétor Téjar), donde idea una máquina de asedio, Íllora, Montefrío y Loja, donde de hecho, captura al Rey Boabdil de Granada y lo entrega a los Reyes Católicos, quienes en una hábil jugada, lo liberan para que continúe la guerra civil que sostiene con su tío, El Zagal, una maniobra que propiciará seis años más tarde la definitiva conquista de Granada y la finalización de la Reconquista. En ella, y aunque está a punto de perder la vida, Gonzalo desempeñará un papel fundamental, en cuya recompensa recibe el Señorío de Órgiva.
Pero el escenario de la explosión del genio militar que llevaba dentro Gonzalo Fernández de Córdoba estaba muy lejos de aquel lugar. Los precedentes son los siguientes: en 1494, Alfonso II, nieto de Alfonso V de Aragón, es atacado por Carlos VIII de Francia. En defensa de su primo, Fernando el Católico manda un ejército mandado por Gonzalo Fernández de Córdoba y por Galcerán de Requesens, que obligan al Duque de Montpensier, general del tropas francesas, que había derrotado a Fernando II, a abandonar Nápoles y retirarse hacia Salerno.
Desde Nápoles Gonzalo libera Roma de los franceses, recibiendo del Papa Alejandro VI la Rosa de Oro y el título de Duque de Santángelo. Tras tres años de campaña, en 1498 Gonzalo regresa a España, dejando en el trono de Nápoles a Federico I, tío de Fernando II, en quien había abdicado el derrotado Alfonso II, muerto sin descendencia. Data de estas campañas el sobrenombre de El Gran Capitán.
El Gran Capitán en Ceriñola. Federico Madrazo (1835).
En 1500, Fernando el Católico y Luis XII de Francia se reparten Nápoles mediante el Tratado de Chambord-Granada. El Gran Capitán que al mando de una armada de sesenta velas y ocho mil hombres venía de salvar Candía (Chipre) de los turcos, ciudad en la que 41 años más tarde nacerá el Greco (pinche aquí para conocerlo todo sobre el genial pintor toledano), tras la dura batalla de Tarento, toma para Fernando la parte de Nápoles que el Tratado de Chambord le otorga, mientras los franceses hacen lo propio y apresan al rey napolitano Federico.
Pero las divergencias entre aragoneses y franceses no tardan en aflorar y con una situación de clara inferioridad, Gonzalo consigue la gran victoria de Ceriñola sobre Luis de Armagnac, Duque de Nemours, y luego la de Garellano, frente a los nada menos que 30.000 franceses al mando de Ludovico II, Marqués de Saluzzo. Tras la toma de Gaeta, los franceses abandonan Nápoles, que entregarán por el Tratado de Lyon (1504) a los españoles. Se iniciaba así una vinculación los reinos meridionales italianos y los reinos hispánicos que había de perdurar más de dos siglos, hasta el Tratado de Utrecht, y aún después por la vía de los pactos.
Fernández de Córdoba gobernará Nápoles como virrey durante cuatro años. Durante ellos, envía a España a César Borgia, hijo del papa español Alejandro VI, que tras varias peripecias, acabará perdiendo la vida en la batalla de Viana (1507) en el curso de las guerras de Navarra, razón por la que, ante el general desconocimiento de los españoles, sus restos reposan en nuestro país, concretamente en la iglesia de Santa María en Viana (pinche aquí para conocer los pormenores de las guerras de Navarra).
La estrella de Gonzalo empieza a apagarse cuando el Rey Fernando se hace eco de unas supuestas apropiaciones indebidas, episodio que da lugar a la expresión tan española de “rendir las cuentas del gran Capitán”, unas cuentas que, de hecho, existen y se conservan en el Archivo General de Simancas, con partidas tan divertidas como la que reza, “cien millones por mi paciencia en escuchar ayer que el rey pedía cuentas al que le ha regalado un reino” y que, en cualquier caso, sirven de excusa al Rey Católico para destituir a su virrey, a quien, con razón o sin ella, temía ver convertido en poderoso enemigo.
Gonzalo entonces se retira a Loja, en Granada, donde morirá en 1515, en tal fecha como la de hoy, a la edad de sesenta y un años. Casualmente, en la misma fecha en que veintitrés años antes, había contribuído de manera tan importante a la rendición del reino nazarí de Granada.
Gonzalo Fernández de Córdoba, “El Gran Capitán”, es un general prácticamente invicto, gran innovador del arte de la guerra y particularmente de la infantería, el primero en combinar la potencia de fuego de infantería, caballería, artillería y marina. Reorganizó el ejército poniendo las bases de los futuros tercios españoles, temidos en toda Europa e invictos durante casi siglo y medio. Su personalidad le convertía en un hombre muy popular, amado por sus soldados y temido por sus enemigos.
Y sin más por hoy, queridos amigos, hagan Vds. mucho bien y no reciban menos. Mañana por aquí les veo ¿no?
©L.A.
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