Viernes, 22 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

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Los niños de Pakistán ni han sido ejecutados ni han fallecido

por En cuerpo y alma

 
 
            Conmovido, consternado, desolado, aturdido, acongojado, sobrecogido, estremecido, aterrorizado con la última barbaridad que alguien ha podido cometer en nombre del islam(1), -y no precisamente contra cristianos o judíos, no, sino contra los propios musulmanes, lo que demuestra algo en lo que tantas veces hemos insistido en esta columna en el sentido de que la primera víctima del terrorismo islamista son los propios musulmanes-, como es el terrorífico asesinato de más de ciento cuarenta niños en una escuela pakistaní, leo en El Mundo el siguiente titular de la noticia:
 
            “De los fallecidos, la mayoría son menores. Fueron ejecutados con un disparo en la cabeza”.
 
            De verdad, ¿Vds. creen que las anteriores palabras sirven para describir adecuadamente el horripilante atentado cometido en Pesahwar contra unos pobres estudiantes por unos talibanes (cuyo nombre, por cierto y para terminar de rizar el rizo, no significa otra cosa que precisamente eso, “estudiantes”)?
 
            Con motivo del espantoso asesinato del periodista norteamericano James Foley tuvimos ocasión ya de pronunciarnos acerca del desacertadísimo uso que de la palabra “ejecutar” hacen los medios españoles, por lo que le invito a pinchar aquí si le interesa el tema para no repetir nuevamente los argumentos.
 
            Quiero referirme hoy al otro aserto contenido en el titular de El Mundo, en este caso, “los menores fallecidos”. Inexacto, exactamente inexacto –permítanme la impronunciable redundancia-, el término no lo es, como tampoco lo habría sido decir “los menores afectados” o “los menores perjudicados”: los niños, efectivamente han fallecido. De hecho, el Diccionario define “fallecer” como “morir, llegar al término de la vida”, que no deja de ser lo que, aunque sea de manera tan “diferente”, les ha pasado a los pobres chicos.
 
            Ahora bien, ¿es la palabra “fallecer” la que mejor describe lo que les ha pasado a esos desafortunadísimos muchachos que han visto truncada su vida cuando apenas había empezado a florecer, privados en muchos de los casos de ocho y de nueve décadas de entera existencia y de sus mejores realizaciones vitales? ¿No habría sido mucho más acertado utilizar en ese mismo titular la palabra “asesinados”, “masacrados”, “rematados”, “eliminados”, “tiroteados” o incluso, si me apuran Vds. -no siendo el que más me gusta-, “muertos”, del que “fallecidos” no es, al fin y a la postre, sino una especie de eufemismo para atemperar esa realidad inconmensurable, inabarcable e inaceptable para el ser humano que es la muerte(2)?
 
            Los periodistas no están, no estamos, para utilizar palabras que simplemente no sean incorrectas, como no es incorrecta, en este caso, la palabra “fallecido”: los periodistas estamos para utilizar la palabra más correcta que quepa aplicar en cada caso. Porque para utilizar palabras que simplemente no sean incorrectas, no haría falta estudiar durante quince años en la escuela, y luego hacer una carrera específica de otros 4/5 años a la que muchos, y cada vez más, añaden todavía estudios de postgrado y años de becario, aprendiz o meritorio, como prefieran Vds…. sino que bastaría cualquiera. Porque los periodistas debemos ser los grandes garantes, los grandes valedores del lenguaje… y si no lo somos, “vana es nuestra profesión”.
 
            Y bien amigos, particularmente triste hoy por lo acontecido a esos pobres niños musulmanes, -¡quién sabe si entre ellos se hallaba ese gran imán llamado a alzar un día la voz para proclamar a los cuatro vientos que está muy feo utilizar la religión para matar a las demás personas y que Alá no es Dios de muertos sino de vivos!-, me despido una vez más de Vds. deseándoles que hagan Vds. mucho bien y que no reciban menos. Dedíquenle un recuerdo cariñoso a los pobres niños pakistaníes, y los que de Vds. recen, dedíquenles también una oración.
 
 
 
            (1) Curiosamente, este atentado ha tenido cierta trascendencia a los medios, de lo cual me felicito. Hace ya algo más de un año (pinche aquí para conocerlo), ocurrió algo muy similar en Nigeria, donde otros terroristas de un grupo llamado Boko Haram “la educación es pecado”, (toda una declaración de intenciones), rodearon un internado lleno de niños, le prendieron fuego, y se quedaron esperando fuera, para ir degollando a aquellos que tuvieran la fortuna de encontrar una ventana a mano por la que poder escapar del infierno. Hecho también en nombre del islam. Entonces ni nos enteramos.
 
            (2) En un funeral, se acercó una persona a mi suegro, diciéndole sobre el finado “Fulanito nos ha dejado”. A lo que mi suegro, castellano recio aunque no hubiera nacido en Castilla, hombre muy respetuoso del lenguaje, muy preciso en su utilización y poco amante de eufemismos tan rebuscados, le espetó sin pensárselo dos veces: “No, Pepito, no: Fulanito no nos ha dejado; Fulanito se ha muerto”.
 
 
            ©L.A.
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