Del precioso anuncio de cafés Marcilla

 
 
 
            Me gustan los anuncios. Los que siguen esta columna lo saben. Son grandes historias contadas en apenas 20 segundos o pocos más. Veinte segundos en los que se pueden emitir mensajes estúpidos, mentirosos, hipócritas, cuando no negativos o hasta destructivos –y en esta columna hemos resaltado algunos, como el que puede Vd. conocer pinchando aquí, o también aquí-, pero con los que también se pueden contar preciosas historias llenas de imaginación, de amor, de valores o simplemente de buen humor.
 
            Es el caso del que les traigo hoy. Cuando sale en televisión, mi hija, conocedora de lo que me gusta, y aficionada ella misma a él, como yo, me llama para que lo veamos juntos... eso que le debo al anuncio, como poco.
 
            Un precioso corto en el que se exalta el amor, la convivencia familiar, el poder congregador de la mesa y particularmente de un buen café, el uso ponderado, imaginativo y positivo de las nuevas tecnologías, tantas cosas...
 
            No les voy a contar el argumento. Primero de todo, porque muchos de Vds., como yo, lo habrán visto. Pero si es Vd. de los que todavía no lo ha hecho, ahí lo tiene... y que lo disfrute Vd..

 

 

            Y por mi parte poco más. Que hagan Vds. mucho bien y que no reciban menos. Compartan un café con sus hijos, con su familia, con sus padres, con su marido o con su mujer, con los abuelitos, con sus amigos… el café Marcilla no está mal… y desde luego, el anuncio es muy bueno.
 
 
            ^©L.A.
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