Miércoles, 24 de abril de 2024

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El día de Madián

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 “Porque el yugo que les pesaba, la coyunda de su hombro y la vara de su tirano, Tú has roto, como en el día de Madián.   (Isaías 9:3-4)

 

¿QUIEN FUE MADIAN?

Madián fue el cuarto hijo de Abraham con su concubina Queturá (Génesis 25:2) y padre de Efá, Éfer, Henoc, Abidá y Eldaá.

Haciendo un paralelo con la descendencia de Abraham a través de Isaac se puede inferir que entre los hijos de Madián y Jetró, suegro de Moisés, se interponen dos o tres generaciones. Posiblemente el padre de Jetró llevó por nombre Cení o Kení; de ahí el apelativo del suegro de Moisés: Jetró el Ceneo, apelativo que después será usado para determinar una rama escindida de los madianitas.

Acorde con el libro del Génesis, Madián y todos los hijos de las concubinas de Abraham fueron conducidos por éste fuera de los límites de Canaán con la intención de que se mantuviesen alejados de la herencia de su hijo Isaac y sus descendientes.

“Abraham dio todo cuanto tenía a Isaac. A los hijos de las concubinas que tenía, Abraham les hizo donaciones y, viviendo aún él, los separó de Isaac enviándolos hacia levante, al país de Oriente” (Génesis 25:5-6).

A pesar de las intenciones de Abraham, los descendientes de Madián, los madianitas, se establecieron en tierras de Moab y pactaron con los moabitas, a la vez que incursionaban en la tierra de Canaán para realizar pillajes.

La única indicación bíblica precisa localiza el país de Madián al nordeste del Sinaí, en la ruta de Edom a Egipto, muy cerca del desierto de Farán, que entonces estaba ocupado por los ismaelitas.

A partir del relato del capítulo dos del libro del Éxodo, donde se nos relata la huida de Moisés de Egipto, podemos formular la hipótesis de que Madián se encontraba a 320 kilómetros al sudeste de Gosén, que representa la distancia más corta que Moisés pudo recorrer para encontrarse fuera de los límites del Imperio Egipcio.

LOS MADIANITAS

Los madianitas eran un pueblo antiguo originario de Canaán, compuesto por los descendientes de Madián después de haber sido expulsados de Canaán por Abraham. Su historia se relata en la Biblia en los libros de Génesis, Éxodo, Números y Jueces, donde se les describe como un pueblo de comerciantes nómadas, habituados al uso del camello y el dromedario, siempre en constante conflicto con los israelitas.

La tradición coránica indica que Madián sufrió un fuerte seísmo como castigo porque sus habitantes, coartados por las personas más ricas de la comunidad, no aceptaron el monoteísmo. Esta historia se nos presenta en el marco de las predicaciones en Madián por un profeta de nombre Suayb, al que tradiciones heterodoxas dentro del Islam suelen venerar como el suegro de Moisés.

MADIANITAS E ISRAELITAS

El primer episodio en el que interactúan israelitas y madianitas es una transacción comercial efectuada entre quienes serían los cabezas de parte de las doce tribus de Israel con los comerciantes de Madián cuando, por celos, los hijos de Jacob venden como esclavo a su hermano José. A su vez, los madianitas vendieron a José a unos ismaelitas por veinte monedas de plata, y éstos terminan negociándolo con el egipcio Potifar, capitán de la guardia del faraón (Génesis 37:25-36).

Luego del episodio de José, los madianitas aparecen años después cuando confluye la historia de Moisés y Jetró. Moisés, en su huida de Madián, defiende a las hijas de Jetró de otros pastores en un abrevadero y, por esta acción, Moisés es gratificado por Jetró quien le permitió vivir junto a ellos apacentando su rebaño, tomando luego como esposa a Séfora, una de las siete hijas de Jetró (Éxodo 2:15-22).

Con la salida de los israelitas de Egipto y el inicio de su camino hacia la Tierra Prometida, las relaciones entre israelitas y madianitas dejaron de ser de convivencia y se tornaron violentas. Temeroso por el poder de la avanzada de los israelitas, quienes ya habían derrotado a los amorreos, Balac, rey de los moabitas, cierra una alianza con los ancianos de Madián. Madianitas y moabitas reúnen dinero para pagar a su sacerdote Balaán por maldecir a los israelitas, obra que por acción de Yahvé fracasa ostensiblemente, incluso obteniendo resultados contrarios para los madianitas y sus asociados (Números 1:7).

Pero lo que no consiguieron moabitas y madianitas por medio del sacerdote Balaán, lo lograron a través de sus mujeres, las cuales sedujeron a los israelitas induciéndoles a practicar el culto al falso dios Baal. A raíz de quienes se dejaron seducir a la idolatría se desata sobre los israelitas una plaga que, según relata la Biblia, siega la vida de veinticuatro mil personas.

Pero el incidente de los israelitas con los madianitas no culmina con la muerte de dichas personas, ya que Yahvé ordenó a Moisés que desatara una violenta venganza contra los madianitas. Y Moisés le obedeció.

EL DIA DE MADIAN

En Números se establece que los israelitas entraron en violento conflicto con los madianitas, siendo derrotados los descendientes de Madián.

Por orden de Moisés sus ciudades fueron quemadas, sus objetos de valor y el ganado confiscados, además de que los hombres, niños y mujeres no vírgenes fueron asesinados, y las mujeres y niñas vírgenes repartidas entre los hombres israelitas de forma similar el resto del botín, siendo entregado un porcentaje a los sacerdotes. Aunque en principio dejaron vivas a las mujeres casadas, esto enfureció a Moisés, quien ordenó darles muerte y dejar vivas solo a las niñas vírgenes, que serían repartidas entre la población judía masculina.

La siguiente es la narración en Números 31:1-54 acerca de la derrota de Madián:

 “Dijo Yahvé a Moisés: ‘Haz que los israelitas tomen venganza de los madianitas. Luego irás a reunirte con tu parentela’.

Moisés habló al pueblo en estos términos: ‘Que se armen alguno de vosotros para la guerra de Yahvé contra Madián, para tomar de Madián la venganza de Yahvé. Pondréis sobre las armas mil de cada tribu, de todas las tribus de Israel’.

Los clanes de Israel suministraron, a razón de mil por cada tribu, doce mil hombres armados para la guerra. Moisés envió al combate mil por cada tribu, y con ellos a Pinjás, hijo del sacerdote Eleazar, que llevaba en su mano los objetos sagrados y las trompetas del clamoreo.

Atacaron a Madián como había mandado Yahvé a Moisés y mataron a todos los varones. Mataron también a los reyes de Madián: Eví, Requen, Sur, Jur y Rebá, cinco reyes madianitas; y a Balaán, hijo de Beor, lo mataron a filo de espada.

Los israelitas hicieron cautivas a las mujeres de Madián y a sus niños, y tomaron como botín su ganado, sus rebaños y todos sus bienes. Prendieron fuego a todas las ciudades en que habitaban y a todos sus campamentos. Reunieron todo el botín que habían capturado, hombres y bestias, y llevaron los cautivos, la presa y el botín ante Moisés, ante el sacerdote Eleazar y ante toda la comunidad de los israelitas, al campamento, en las Estepas de Moab, que están cerca del Jordán, frente a Jericó.

Moisés, el sacerdote Eleazar y todos los príncipes de la comunidad salieron a su encuentro hasta fuera del campamento. Moisés se encolerizó contra los jefes de las tropas, jefes de millar y jefes de cien, que volvían de la expedición guerrera. Les dijo Moisés: ‘¿Pero habéis dejado con vida a todas las mujeres? Precisamente ellas fueron las que indujeron a prevaricar contra Yahvé a los israelitas, siguiendo el consejo de Balaán, cuando lo de Peor; por eso azotó la plaga a la comunidad de Yahvé. Matad, pues, a todos los niños varones. Y a toda mujer que haya conocido varón, que haya dormido con varón, matadla también. Pero dejad con vida para vosotros a todas las muchachas que no hayan dormido con varón. Y vosotros, todos los que hayáis matado a alguien y todos los que hayáis tocado a algún muerto, acampad fuera del campamento siete días. Purificaos vosotros y vuestros cautivos, el día tercero y el día séptimo. Purificad también todos los vestidos, todos los objetos de cuero, todo tejido de pelo de cabra y todo objeto de madera’.

Dijo el sacerdote Eleazar a los hombres de la tropa que habían ido a la guerra: ‘Este es el precepto de la Ley que ordenó Yahvé a Moisés: el oro, la plata, el bronce, el hierro, el estaño y el plomo, todo lo que puede pasar por el fuego, lo pasaréis por el fuego y quedará puro. Pero será purificado por las aguas lustrales. Pero todo lo que no puede pasar por el fuego lo pasaréis por las aguas’. Lavaréis vuestros vestidos el día séptimo y quedaréis puros. Luego podréis entrar en el campamento.

Dijo Yahvé a Moisés: ‘Sacad la cuenta, tú, el sacerdote Eleazar y los príncipes de las familias de la comunidad, del botín y de los cautivos, personas y bestias. Luego repartirás el botín, la mitad para los combatientes que fueron a la guerra y la otra mitad para toda la comunidad. Reservarás para Yahvé, de la parte de los combatientes que fueron a la guerra, uno por cada quinientos, sean personas, bueyes, asnos u ovejas. Lo tomarás de la mitad que les corresponde y se lo darás al sacerdote Eleazar, como reserva para Yahvé. Y de la mitad que corresponde a los israelitas, uno por cada cincuenta, sean personas, bueyes, asnos u ovejas, cualquier clase de bestias, y se lo darás a los levitas, que están encargados de ministerio de la Morada de Yahvé.

Moisés y el sacerdote Eleazar hicieron como había mandado Yahvé a Moisés. Fue el botín, el remanente de los que la gente de guerra había saqueado: 675,000 cabezas de ganado lanar, 72,000 de vacuno y 61,000 de ganado asnal. En cuanto a las personas, las mujeres que no habían dormido con varón eran, en total, 32,000. La mitad correspondiente a los que fueron al combate: 337,500 cabezas de ganado lanar, siendo la parte de Yahvé de ganado lanar, 675 cabezas; 36,000 de vacuno, siendo la parte de Yahvé, 72; 30,500 de asnal, siendo la parte de Yahvé, 61. Las personas eran 16,000, correspondiendo a Yahvé, 32. Moisés dio al sacerdote Eleazar la reserva de Yahvé, como había ordenado Yahvé a Moisés.

La mitad perteneciente a los israelitas, que había separado Moisés de la de los combatientes, esta mitad correspondiente a la comunidad era de 337,500 cabezas de ganado lanar; 36,000 de vacuno; 30,500 de asnal, y 16,000 personas. Tomó Moisés de la mitad de los israelitas, a razón de uno por cincuenta, hombres y bestias, y se los dio a los levitas, que se encargan de ministerio de la Morada de Yahvé, como había ordenado Yahvé a Moisés.

Se presentaron ante Moisés los jefes de las tropas de Israel que habían ido a la guerra, jefes de millar y jefes de cien, y dijeron a Moisés: ‘Tus siervos han sacado la cuenta de los combatientes que tenían a sus órdenes, y no falta ni uno. Por eso traemos de ofrenda a Yahvé lo que cada uno de nosotros ha encontrado en objetos de oro, brazaletes, ajorcas anillos, arracadas y collares, para hacer expiación por nosotros delante de Yahvé’. Moisés y el sacerdote Eleazar recibieron de ellos el oro y las joyas. El total del oro de la reserva que reservaron para Yahvé, de parte de los jefes de millar y de cien, fue 16,750 siclos.

Los combatientes habían tomado cada uno su botín. Pero Moisés y el sacerdote Eleazar recibieron el oro de los jefes de millar y de cien y lo llevaron a la Tienda del Encuentro, para que sirviera ante Yahvé de memorial en favor de los israelitas”.

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