Viernes, 22 de noviembre de 2024

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Del Santo Lauro, santo de las lauras españolas, en el día de su festividad

por En cuerpo y alma

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            Sí poruqe curiosamente, y a pesar de ser un santo varón, su nombre, al menos en España, acostumbra a adornar más a las mujeres que a los hombres, en un extraño proceso que no es muy frecuente. 
 
            El culto de Lauro va inexorablemente unido al de su hermano Floro, y obtiene carta de naturaleza en tres manuscritos: el manuscrito Benaki 141 del s. X, y dos manuscritos vaticanos, el Vat. gr. 1671 del s. X y el Vat. gr. 821 del s. XI-XII.
 
            Lauro y Floro son dos hermanos gemelos nacidos en Constantinopla hacia fines del s. I. Instruídos en el cristianismo y en el arte escultórico por los maestros Proclo y Massimo, éstos son llevados al martirio en la primera mitad del s. II en Iliria, la actual Albania, durante la persecución del emperador español Adriano, que reina entre los años 117 y 138, persecución que, no obstante, no se cataloga entre las peores.
 
            Muertos los maestros, los hermanos se hacen cargo del taller, que se llevan a la región de la Dardania, donde trabajan en la ciudad de Ulpiana al servicio de un tal Licinio de incierta identidad, que en las hagiografías se identifica con el Licinio que se enfrenta a Constantino el Grande por el Imperio en el 324, pero que la lógica cronohistórica obliga a asociar con una autoridad local contemporánea de los santos.
 
            Como quiera que sea, la fama de los hermanos lleva a Licinio a encargarles la construcción de un templo en honor a los dioses romanos. Floro y Lauro llevan a cabo el trabajo, pero mientras por la mañana trabajan, por la noche en entregan a la oración dando a los pobres lo que ganaban.
 
            Un día, un obrero recibe un golpe en un ojo mientras trabajaba en la construcción. Convertido al cristianismo por Floro y Lauro, se obra el milagro de la curación de sus ojos. A la vista de los hechos, también su padre, el sacerdote pagano Anastasio, se convierte.
 
            Acabada la construcción del templo, Floro y Lauro entran en él con velas y una cruz en procesión junto con otros cristianos. Enterado Licinio, les amenaza con matarlos si no sacrifican a los dioses, pero los hermanos se niegan a hacerlo, por lo que son flagelados y luego ahogados en un pozo.
 
            Los santos Lauro y Floro registran una gran tradición en la iglesia ortodoxa, en el ámbito de Capadocia y Rusia, tanto que el mismo León Tolstoi registra para ellos una mención en su obra Guerra y Paz.
 
            Y sin más por hoy, apenas felicitar a todas las lauras y desearles una vez más que hagan mucho bien y no reciban menos.
 
 
                Regalo para mi sobrinita, que siempre se había preguntado a quién debía su precioso nombre.
 
 
            ©L.A.
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