Predicó las Bienaventuranzas a la Stasi ante mil comunistas
Ha muerto el«Führer» bueno, el párroco que hundió la Alemania comunista con velas y oración
“Lo teníamos todo planeado, estábamos preparados para todo… pero no para velas y oraciones”, diría Horst Sindermann, uno de los líderes del Partido Comunista de la República Democrática Alemana, ya en abril de 1990, después de caerse el Muro de Berlín.
Y el origen de las “velas y oraciones” en la RDA, una zona de población protestante, que había soportado 52 años de campañas descristianizadoras (12 con los nazis, 40 con los comunistas), fue el pastor luterano Christian Führer, párroco de la mayor iglesia de Leipzig, San Nicolás, una joya del siglo XII, donde Johan Sebastian Bach sería después organista.
De 4 o 5 a decenas de miles
Él y su grupo parroquial de jóvenes iniciaron los “lunes de oración”, que empezaron con 4 o 5 personas con velas, pero que en septiembre y octubre de 1989 sacaron decenas de miles de personas a la calle, cuando ya en las vecinas Hungría y Polonia, países de tradición católica, se evidenciaba que los tiempos habían cambiado.
El reverendo Führer murió este lunes 30 de junio de 2014, en el hospital universitario de Leipzing. La semana anterior se le concedió el Premio Nacional de Alemania junto a otros compañeros del Otoño de 1989, pero ya no pudo viajar a recogerlo: lo hizo su hija en su nombre.
Christian Führer fue el párroco luterano de San Nicolás desde 1980 hasta su jubilación en 2008. En 1982 inició con los jóvenes de la parroquia una reunión de oración “por la paz”. Aquello atraía a algunas personas que querían trabajar “por la paz” sin caer en la dinámica de la Guerra Fría (“o eres un buen comunista o eres un simpatizante de Occidente”). Querían la paz sin estar bajo el control del Partido. Muchos descubrieron esos días que las iglesias eran el único espacio donde se podía vivir sin mentir, sin la doble vida que el comunismo impone al disidente. Muchos eran “bausoldaten”, jóvenes pacifistas que pedían realizar su servicio militar en unidades y servicios no armados.
El año que Europa cambió: 1989
En 1989 las cosas se calentaron. En Polonia y Hungría se movían los regímenes. Las elecciones locales de mayo en la RDA habían escandalizado a muchos por sus manipulaciones. Un encuentro de artistas y músicos callejeros espontáneos había sido disuelto a golpe de porra por la policía ante los viandantes el 10 de julio: el comunismo se lleva mal con lo “espontáneo y callejero”. Se prohibían los viajes al extranjero y se hostigaba a quien los solicitara. La población estaba harta.
En San Nicolás en septiembre se organizaban congresos, grupos de discusión, debates políticos sin el Partido. Y el grupo de oración de los lunes se había convertido en las “manifestaciones de los lunes”.
El 7 de octubre la RDA cumplía 40 años con toda su pompa y sus desfiles… y con represión violenta a los manifestantes demócratas, como se ve al inicio de la película alemana “Good bye, Lenin”.
El día clave: la oración por la paz del 9 de octubre de
1989 en San Nicolás de Leipzig
9 de octubre: todos esperaban violencia
Dos días después era lunes, y una multitud se concentró en San Nicolás de Leipzig… incluyendo cientos de agentes de la Stasi (la Policía secreta comunista), con permiso para disparar, y al menos mil militantes del Partido Comunista. En el templo cabían dos mil personas… y la mitad de los asistentes eran del Partido. Fuera esperaban otras 70.000. Había habido violencia 2 días antes… y podía haberla ahora a una escala enorme.
Fue el gran momento del pastor Christian Führer. Una primera medida fue repartir velas, tantas como se pudo, para demostrar, dijo, que la gente no quería llevar armas ni palos, porque “mantener una vela, proteger su luz, requiere las dos manos”.
La segunda medida fue repartir folletos en la plaza, donde no se escuchaba el sermón, ordenando que todo se realizase en paz y sin violencia. Eso ayudaba a que los policías entendiesen cuál era el ambiente que se buscaba y estuviesen más tranquilos.
Cristo resuena ante mil comunistas
La tercera medida fue predicar la Palabra de Dios, el Sermón de la Montaña y las Bienaventuranzas.
Mil comunistas escucharon retumbar en San Nicolás las palabras de Cristo que quizá nunca antes habían oído. Eran palabras de paz y perdón y austeridad. Führer lo recordaría así.
“Aquella gente, incluyendo los miembros del Partido, escucharon a Jesús decir: ‘Bienaventurados los pobres’, y no ‘los que tengan dinero serán felices’; Jesús decía ‘Amad a vuestros enemigos’, y no ‘¡acabad con los oponentes!’; Jesús decía ‘muchos que hoy son primeros serán los últimos’ y no ‘todo seguirá igual’; Jesús decía ‘pues quien quiera salvar su vida la perderá, y quien la pierda por mí la encontrará’, y no ‘cuidaos mucho’; Jesús decía ‘vosotros sois la sal’, y no ‘vosotros sois la crema’”.
La oración fue “increiblemente calma y concentrada”. El obispo luterano dio una bendición final y distintos artistas y músicos reconocidos de música clásica hicieron un llamamiento a la no-violencia.
El Espíritu de Dios en la calle
“Cuando salimos de la iglesia –más de dos mil personas- nunca olvidaré la visión, decenas de miles esperando en la plaza. Todos tenían velas en sus manos. Si llevas una vela necesitas las dos manos, has de evitar que se apague la luz. No puedes llevar una piedra o un garrote. Y el milagro sucedió. El espíritu de no-violencia de Jesús tomó las masas y se convirtió en un poder material y pacífico. Las tropas, las milicias y la Policía se dejaron llevar, participaron en conversaciones, luego se retiraron. Fue una tarde en el Espíritu de Nuestro Señor Jesús porque no hubo vencedores ni vencidos, ninguno triunfó sobre otro, ninguno quedo avergonzado. No se disparó ni un tiro”.
Y siguieron las “manifestaciones de los lunes”: la siguiente, el 16 de octubre, viendo que no había habido violencia, eran 120.000 personas las que pedían democracia y elecciones libres en Leipzig.
Dos días después, dimitía el líder del Partido, Erich Honecker. Pero los alemanes no querían un cambio de cara, sino de sistema. La manifestación del 4 de noviembre en Berlín Oriental tenía 1 millón de personas. Tres días después, dimitía el gobierno entero de la RDA. El 9 de noviembre abrían la frontera del Muro de Berlín. Y el 3 de octubre de 1990 se reunificaba Alemania.
La antigua RDA... hoy lejos de Dios
Aunque el origen de la democracia en la RDA llegó desde ámbitos cristianos y sus líderes eran cristianos protestantes –muchos se integraron luego en la socialdemocracia- hoy los territorios de la antigua RDA siguen siendo de los más descristianizados de Europa. Las iglesias protestantes que allí radicaban no despegaron en número de fieles ni influencia, y la católica siempre había tenido poca presencia, y más después de 50 años de persecución.
Muchos jóvenes alemanes, muy alejados de Dios, ignoran hoy que gozan de libertad porque un párroco organizó un grupo de oración, repartió velas y predicó el Sermón de la Montaña.
Y el origen de las “velas y oraciones” en la RDA, una zona de población protestante, que había soportado 52 años de campañas descristianizadoras (12 con los nazis, 40 con los comunistas), fue el pastor luterano Christian Führer, párroco de la mayor iglesia de Leipzig, San Nicolás, una joya del siglo XII, donde Johan Sebastian Bach sería después organista.
De 4 o 5 a decenas de miles
Él y su grupo parroquial de jóvenes iniciaron los “lunes de oración”, que empezaron con 4 o 5 personas con velas, pero que en septiembre y octubre de 1989 sacaron decenas de miles de personas a la calle, cuando ya en las vecinas Hungría y Polonia, países de tradición católica, se evidenciaba que los tiempos habían cambiado.
El reverendo Führer murió este lunes 30 de junio de 2014, en el hospital universitario de Leipzing. La semana anterior se le concedió el Premio Nacional de Alemania junto a otros compañeros del Otoño de 1989, pero ya no pudo viajar a recogerlo: lo hizo su hija en su nombre.
Christian Führer fue el párroco luterano de San Nicolás desde 1980 hasta su jubilación en 2008. En 1982 inició con los jóvenes de la parroquia una reunión de oración “por la paz”. Aquello atraía a algunas personas que querían trabajar “por la paz” sin caer en la dinámica de la Guerra Fría (“o eres un buen comunista o eres un simpatizante de Occidente”). Querían la paz sin estar bajo el control del Partido. Muchos descubrieron esos días que las iglesias eran el único espacio donde se podía vivir sin mentir, sin la doble vida que el comunismo impone al disidente. Muchos eran “bausoldaten”, jóvenes pacifistas que pedían realizar su servicio militar en unidades y servicios no armados.
El año que Europa cambió: 1989
En 1989 las cosas se calentaron. En Polonia y Hungría se movían los regímenes. Las elecciones locales de mayo en la RDA habían escandalizado a muchos por sus manipulaciones. Un encuentro de artistas y músicos callejeros espontáneos había sido disuelto a golpe de porra por la policía ante los viandantes el 10 de julio: el comunismo se lleva mal con lo “espontáneo y callejero”. Se prohibían los viajes al extranjero y se hostigaba a quien los solicitara. La población estaba harta.
En San Nicolás en septiembre se organizaban congresos, grupos de discusión, debates políticos sin el Partido. Y el grupo de oración de los lunes se había convertido en las “manifestaciones de los lunes”.
El 7 de octubre la RDA cumplía 40 años con toda su pompa y sus desfiles… y con represión violenta a los manifestantes demócratas, como se ve al inicio de la película alemana “Good bye, Lenin”.
El día clave: la oración por la paz del 9 de octubre de
1989 en San Nicolás de Leipzig
9 de octubre: todos esperaban violencia
Dos días después era lunes, y una multitud se concentró en San Nicolás de Leipzig… incluyendo cientos de agentes de la Stasi (la Policía secreta comunista), con permiso para disparar, y al menos mil militantes del Partido Comunista. En el templo cabían dos mil personas… y la mitad de los asistentes eran del Partido. Fuera esperaban otras 70.000. Había habido violencia 2 días antes… y podía haberla ahora a una escala enorme.
Fue el gran momento del pastor Christian Führer. Una primera medida fue repartir velas, tantas como se pudo, para demostrar, dijo, que la gente no quería llevar armas ni palos, porque “mantener una vela, proteger su luz, requiere las dos manos”.
La segunda medida fue repartir folletos en la plaza, donde no se escuchaba el sermón, ordenando que todo se realizase en paz y sin violencia. Eso ayudaba a que los policías entendiesen cuál era el ambiente que se buscaba y estuviesen más tranquilos.
Cristo resuena ante mil comunistas
La tercera medida fue predicar la Palabra de Dios, el Sermón de la Montaña y las Bienaventuranzas.
Mil comunistas escucharon retumbar en San Nicolás las palabras de Cristo que quizá nunca antes habían oído. Eran palabras de paz y perdón y austeridad. Führer lo recordaría así.
“Aquella gente, incluyendo los miembros del Partido, escucharon a Jesús decir: ‘Bienaventurados los pobres’, y no ‘los que tengan dinero serán felices’; Jesús decía ‘Amad a vuestros enemigos’, y no ‘¡acabad con los oponentes!’; Jesús decía ‘muchos que hoy son primeros serán los últimos’ y no ‘todo seguirá igual’; Jesús decía ‘pues quien quiera salvar su vida la perderá, y quien la pierda por mí la encontrará’, y no ‘cuidaos mucho’; Jesús decía ‘vosotros sois la sal’, y no ‘vosotros sois la crema’”.
La oración fue “increiblemente calma y concentrada”. El obispo luterano dio una bendición final y distintos artistas y músicos reconocidos de música clásica hicieron un llamamiento a la no-violencia.
El Espíritu de Dios en la calle
“Cuando salimos de la iglesia –más de dos mil personas- nunca olvidaré la visión, decenas de miles esperando en la plaza. Todos tenían velas en sus manos. Si llevas una vela necesitas las dos manos, has de evitar que se apague la luz. No puedes llevar una piedra o un garrote. Y el milagro sucedió. El espíritu de no-violencia de Jesús tomó las masas y se convirtió en un poder material y pacífico. Las tropas, las milicias y la Policía se dejaron llevar, participaron en conversaciones, luego se retiraron. Fue una tarde en el Espíritu de Nuestro Señor Jesús porque no hubo vencedores ni vencidos, ninguno triunfó sobre otro, ninguno quedo avergonzado. No se disparó ni un tiro”.
Y siguieron las “manifestaciones de los lunes”: la siguiente, el 16 de octubre, viendo que no había habido violencia, eran 120.000 personas las que pedían democracia y elecciones libres en Leipzig.
Dos días después, dimitía el líder del Partido, Erich Honecker. Pero los alemanes no querían un cambio de cara, sino de sistema. La manifestación del 4 de noviembre en Berlín Oriental tenía 1 millón de personas. Tres días después, dimitía el gobierno entero de la RDA. El 9 de noviembre abrían la frontera del Muro de Berlín. Y el 3 de octubre de 1990 se reunificaba Alemania.
La antigua RDA... hoy lejos de Dios
Aunque el origen de la democracia en la RDA llegó desde ámbitos cristianos y sus líderes eran cristianos protestantes –muchos se integraron luego en la socialdemocracia- hoy los territorios de la antigua RDA siguen siendo de los más descristianizados de Europa. Las iglesias protestantes que allí radicaban no despegaron en número de fieles ni influencia, y la católica siempre había tenido poca presencia, y más después de 50 años de persecución.
Muchos jóvenes alemanes, muy alejados de Dios, ignoran hoy que gozan de libertad porque un párroco organizó un grupo de oración, repartió velas y predicó el Sermón de la Montaña.
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