Miércoles, 27 de noviembre de 2024

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¿Divorcio ortodoxo? Una aclaración necesaria

¿Divorcio ortodoxo? Una aclaración necesaria

por Mientras el mundo gira

Uno de los argumentos que utilizan con más frecuencia los defensores de la admisión a la comunión ssacramental de los divorciados vueltos a casar es el de que los ortodoxos ya loe starían haciendo, admitiendo de hecho segundas y terceras oportunidades (¿y por qué no cuartas?). Un análisis más atento al asunto nos muestra la realidad de esa praxis y los problemas que implica.
Recientemente se ha publicado un interesante artículo de Don Nicola Bux. Y en el número del mes de abril de la revista Cristiandad, dedicado a Carlomagno y el origen de Europa, se reproduce la solidísima y muy documentada conferencia que el inglés Rev. Dylan James impartió hace poco bajo el título de "La práctica de la "oikonomia" en la Iglesia ortodoxa griega".
Creo que la conferencia, aunque no sea breve, no tiene desperdicio y deja el asunto muy claro, aclarando lo que es la verdadera tradición cristiana y señalando el error de aplicar el principio de la dispensa no sobre una ley canónica, sino sobre la ley moral.
Por su interés, y con permiso de quienes han traducido y publicado este texto, reproduzco aquí la conferencia del Reverendo James:

Divorcio y nuevo matrimonio, oikonomia y el peligro de seguir a los griegos

Recientes noticias aparecidas en la prensa han incidido en el problema pastoral, que viene de lejos, de los católicos divorciados que se han vuelto a casar. Cristo enseñó que aquellos que se divorcian y se vuelven a casar “cometen adulterio” (Mc 10,11) y la Iglesia, en consecuencia, afirma que una violación de la ley moral de tal gravedad les impide recibir la Sagrada Comunión. Como el beato Papa Juan Pablo II escribió: “su estado y situación de vida contradicen objetivamente la unión de amor entre Cristo y la Iglesia, significada y actualizada en la Eucaristía… si se admitieran estas personas a la Eucaristía, los fieles serían inducidos a error y confusión acerca de la doctrina de la Iglesia sobre la indisolubilidad del matrimonio” (Familiaris Consortio n. 84). Recientemente, sin embargo, ha habido propuestas para que el Sínodo del 2014-2015, “Los desafíos pastorales sobre la familia en el contexto de la evangelización” considere si la Iglesia Católica debería adoptar la práctica de la “oikonomia” utilizada por la Iglesia ortodoxa Griega. Este artículo subrayará la naturaleza, historia y práctica de la oikonomia, argumentando en contra de su conveniencia.

¿Qué significa “oikonomia “?

Oikonomia es la palabra griega que se refiere a la gestión de la casa de Dios (oikos), de la Iglesia, por el administrador (oikonomos) de la Iglesia, es decir, el obispo local. En particular, se refiere a una relajación de la aplicación estricta (akribea) de una ley en favor de una flexibilización de esa ley en un caso particular, en lo que se llama la práctica de la «oikonomia». La justificación de la relajación de la ley es la condescendencia de Dios (sunkatabasis) ante la debilidad humana. De acuerdo con este enfoque, tal y como es seguido por las Iglesias ortodoxas orientales [1], Dios sabe que somos débiles, que con frecuencia fallamos en vivir de acuerdo con su ley, y por ello ha establecido a sus obispos como los administradores de su casa para determinar en qué ocasiones la ley no se debe aplicar estrictamente sino que su aplicación debe relajarse.

¿Cómo se aplica esto al nuevo matrimonio de una persona divorciada (cuyo cónyuge original todavía está vivo)? La aplicación estricta (akribea) de la ley moral sería prohibir dicho nuevo matrimonio. En la visión de los griegos ortodoxos se reconoce que el matrimonio original puede haberse roto , “disuelto” en cierto sentido, no obstante, no se pone en cuestión que sólo puede haber un “verdadero” y “único” [2] matrimonio. El segundo matrimonio no es el "verdadero" matrimonio. El divorcio y casarse de nuevo siguen siendo un pecado que quiebra la ley de Dios. Sin embargo, el obispo local puede hacer un juicio de oikonomia para no aplicar la ley que prohíbe estrictamente el nuevo matrimonio, y por lo tanto a la nueva pareja le está permitido casarse en la iglesia, aunque con una ceremonia penitencial que refleja el hecho de que su comportamiento no se ajusta a lo que Cristo ha mandado. Así, hay una condescendencia hacia la debilidad humana, mientras que se mantiene que la ley moral es el ideal. (Estos nuevos matrimonios son permitidos en el caso de un segundo, e incluso un tercer matrimonio, pero están estrictamente prohibidos para un cuarto matrimonio).

Antes de seguir avanzando, debemos detenernos en una comparación con algunos conceptos latinos. En Occidente, nuestro derecho canónico establece un marco jurídico mediante el cual se pueden conceder ´dispensas´. Sin embargo, las dos nociones, dispensa y oikonomia, no son lo mismo. Una dispensa es un término o proceso legal preciso: la propia ley especifica quién tiene la autoridad para conceder dispensas y también las circunstancias exactas en las que se puede y no se puede conceder una dispensa. Para aquellas situaciones en que la ley no lo especifica, la tradición jurídica occidental añade la noción de "epikeia", mediante el cual, en una circunstancia particular alejada del contexto del legislador, la ley no se aplica, ya que se considera que la intención del legislador no incluyó el caso que se está considerando. Por el contrario, la oikonomia es primariamente un concepto teológico más que jurídico y, en una dramática diferencia respecto del pensamiento católico romano, se aplica no sólo a la ley de la Iglesia, sino a la ley divina y moral. Además, su práctica no está codificada y no sigue los precedentes, su aplicación en una ocasión no establece necesariamente un modelo para futuras ocasiones, sino que más bien su aplicación depende del obispo local. Para resumir la diferencia clave entre Roma y los Ortodoxos, en la visión católico romana, la Iglesia es la sierva de lo que Cristo ha mandado y no tiene autoridad para «dispensar» a nadie de la ley moral, sino que es su deber llamar a la gente a vivirla como el camino a la vida.

Liturgias Ortodoxas Griegas para las segundas nupcias

La condescendencia de la Iglesia ortodoxa con la debilidad humana al permitir un nuevo matrimonio (sin dejar de reconocer que el divorcio y las nuevas nupcias son un pecado) se expresa en la liturgia de la ceremonia de un nuevo matrimonio. En el ritual ortodoxo griego, tras el intercambio de anillos, la larga oración de los contrayentes que habría sido parte de una primera ceremonia de matrimonio se sustituye por dos oraciones de penitencia. La primera oración se refiere a la prostituta Rahab (cf Jos 6,25), que fue perdonada por Dios, y la oración pide no solamente por el perdón de la nueva pareja, sino para que reciban el don de lágrimas y arrepentimiento. La segunda oración es quizás aún más indicativa de lo que entienden los ortodoxos que están haciendo: alude a los consejos de San Pablo en los que dice que es mejor que los solteros y las viudas se mantengan solteros, pero luego agrega, "pero si no pueden contenerse, que se casen; mejor es casarse que abrasarse" (1 Co 7,9), un permiso que san Pablo afirma que añade como "una concesión" (1 Co 7,6). La segunda oración penitencial  aplica, de modo erróneo, este consejo a la nueva pareja cuando dice: "Ellos, incapaces de soportar el calor y el peso del día y el abrasarse de la carne, vienen por una segunda comunión esponsal (gamou deuterean koinian), tal y como tú has legislado a través de tu instrumento escogido, el apóstol Pablo, quien nos dijo a nosotros, necesitados, que "es mejor casarse en el Señor que abrasarse". Tú, bueno y amigo de los hombres, misericordioso y siempre dispuesto a perdonar, ten piedad y olvida nuestras ofensas porque Tú eres el que ha asumido nuestras debilidades y nadie está sin pecado, ni siquiera un día en la vida del hombre está sin impurezas".

Hay dos cosas que se pueden destacar en lo que se ha descrito anteriormente. En primer lugar, este tipo de oraciones penitenciales son, con frecuencia, una fuente de incomodidad pastoral en las ceremonias de los segundos matrimonios, porque la pareja ha venido buscando una celebración alegre y no cree realmente en la teología pastoral de la oikonomia que sostiene que están cometiendo un pecado, sino en que la Iglesia es condescendiente con su debilidad humana. ¿Realmente creemos que tal práctica pastoral y litúrgica satisfará a todos aquellos que en Occidente actualmente disienten de la enseñanza de la Iglesia? En segundo lugar, la referencia a San Pablo, aunque se haga con frecuencia en la tradición ortodoxa, no es adecuada, ya que confunde lo que en Occidente hemos denominado la distinción entre “consejos” (consejo oportuno, pero moralmente opcional  y “preceptos” (mandamientos, moralmente obligatorios). San Pablo se refiere a dos categorías de personas que no pecan si se casan (el soltero y las viudas); por lo tanto, aunque aconseja que es mejor para ellos que no se casen, no está afirmando un precepto moral. En consecuencia, dice que ése es su consejo, no el del Señor, y afirma que su consejo "no es un mandamiento" (1 Co 7,6). Esto contrasta con los siguientes versículos: "En cuanto a los casados, les ordeno, no yo sino el Señor: que la mujer no se separe del marido, mas en el caso de separarse, que no vuelva a casarse, o que se reconcilie con su marido, y que el marido no despida a su mujer "(1 Co 7,10-11, cf Rom 7,2-3).

¿En la tradición oriental?

Señalado esto,  ¿qué apoyo existe en la Tradición para la teología y la práctica de la oikonomia ortodoxa?

Los escritos de los primeros Padres de la Iglesia dejan claro que tanto en el Oriente como en Occidente había unanimidad en prohibir a los cristianos volver a casarse, destacando todos los apologistas el esplendor de la doctrina cristiana en contraste con la práctica pagana del divorcio y las segundas nupcias, que la práctica cristiana prohibía. En el siglo III, sin embargo, Orígenes señaló que algunos obispos en sus diócesis habían permitido volver a casarse a cristianos que ya estaban casados. Señaló que esta práctica contradice la Escritura, pero lo justificó amparándose en la “condescendencia” (symperiphora), diciendo que es mejor evitar un mal mayor (cheironon synkrisei) [3]. ¿Es que no debe tomarse como profundamente significativo que la primera vez que este enfoque de "condescendencia" es comentado se señale, incluso por parte de quien lo defiende, que contradice las Sagradas Escrituras? En cualquier caso, un siglo más tarde, San Basilio el Grande, influenciado en muchas cosas por las enseñanzas de Orígenes, parece haberse basado en este comentario para establecer sus cánones. Estos cánones especificaron las penitencias que debían hacer diferentes pecadores y distinguían diferentes tipos de uniones sexuales inmorales, incluyendo diferentes tipos de segundas uniones y señalando diferentes penitencias a realizar por los penitentes en cada una de esas categorías, con su muy citado canon 77 en el que se especifica que un hombre casado de nuevo debe hacer siete años de penitencia. El cumplimiento de tales penitencias hacía que uno quedara reconciliado con la Iglesia. Esto no debe, sin embargo, interpretarse en el sentido de que San Basilio pensase que las segundas uniones fueran como los primeros matrimonios, o que él las aprobaba. Crouzel comenta esto al afirmar que: "De hecho, en la Iglesia primitiva hay algunos casos raros de tolerancia hacia los divorciados que se han vuelto a casar: el error de algunos teólogos y canonistas es haber equiparado esta tolerancia con la aceptación". Mientras que los cánones de san Basilio no dicen que los penitentes puedan permanecer en su segunda unión hasta  después de cumplir su penitencia, la tradición de los ortodoxos lo ha interpretado en el sentido de que sí pueden. Dicho esto, es importante señalar que no hubo unanimidad incluso entre los posteriores Padres de la Iglesia Oriental en este sentido, y altísimas figuras, como San Juan Crisóstomo, fueron muy claras acerca de la inadmisibilidad de un nuevo matrimonio. No obstante, la Iglesia ortodoxa griega siguió cada vez más una práctica que “condescendió” en permitir el nuevo matrimonio, aunque asignándole una penitencia. También es importante señalar que, viviendo bajo la sombra de los emperadores romanos bizantinos, la Iglesia ortodoxa griega siguió cada vez más las leyes civiles del Estado también en el ámbito matrimonial y así las leyes civiles se utilizaron para permitir el divorcio y un nuevo matrimonio, llegándose a que después de Justiniano, las leyes estatales y canónicas eran compiladas juntas.

¿Segundas nupcias en Nicea?

Antes de concluir estos breves comentarios sobre la historia de la práctica ortodoxa es importante responder a las afirmaciones que están circulando acerca de que el Concilio de Nicea permitió a los divorciados casados por segunda vez ser admitidos a la sagrada comunión. La cuestión se refiere al Canon 8 del Concilio, que precisó que ciertos cismáticos sólo podrían reconciliarse con la Iglesia católica si admitían a aquellos en "segundas nupcias" a la Santa Comunión. Lo que ciertos comentaristas no han tenido en cuenta es de qué tipo de "segundos matrimonios" está hablando el Concilio: los "segundos matrimonios" de las viudas que se habían vuelto a casar después de la muerte de su cónyuge. Los cismáticos argumentaban que las viudas no debían casarse de nuevo, una posición compartida por figuras tan grandes como Tertuliano, san Jerónimo y san Gregorio de Nisa. De hecho, la duda sobre que fuera apropiado que las viudas se volvieran a casar es tan fuerte en la tradición que hasta fecha tan reciente como 1917 el Código de Derecho Canónico aún afirmaba que las segundas nupcias de las viudas son "válidas", reiterando al mismo tiempo la tradición al decir que "la casta viudez es más honorable" (Canon 1142). Nicea no dijo lo que ciertos críticos afirman que dijo.

Evaluando la práctica griega

Habiendo descrito la práctica ortodoxa griega, ¿cómo la podemos valorar? Cuando nos fijamos en su práctica podemos señalar que, junto con Roma, no niegan que el divorcio y el nuevo matrimonio sea un pecado. Cuando observamos también que Trento ha definido esto como una cuestión de anatema (Concilio de Trento, Sesión 24, Canon 7), es inconcebible que el próximo Sínodo pueda cambiar la enseñanza de la Iglesia sobre la indisolubilidad del vínculo matrimonial. Pero, aun sin dejar de sostener que el nuevo matrimonio es un pecado, ¿podría la Iglesia mantener su doctrina pero cambiar su disciplina y adoptar la práctica de la oikonomia de los griegos ortodoxos? Hay que señalar al menos tres cuestiones preocupantes.
En primer lugar, la noción que subyace en el corazón del principio de oikonomia, a saber, que la Iglesia puede decidir ser condescendiente con la debilidad humana y dispensar a alguien de tener que cumplir con la ley moral, es un concepto que amenaza con suprimir toda la vida moral. Si bien el principio de oikonomia actualmente sólo se invoca con respecto a un nuevo matrimonio ¿por qué detenerse ahí? Por ejemplo, el Metropolitano Ortodoxo Atenágoras discute su aplicación a las parejas no casadas que cohabitan. Y si buscamos en fuentes menos oficiales, encontramos varios sitios web en los que se preguntan sobre otras aplicaciones: aborto ("Sé que es malo... no es lo ideal... pero..."), las uniones entre personas del mismo sexo ("Reconocemos el matrimonio heterosexual como el ideal, pero.... "), ¿dónde ponemos el límite? Mientras que la actitud conservadora ampliamente extendida en gran parte de la Iglesia ortodoxa ha impedido tales aplicaciones de la oikonomia, se necesita poco  análisis racional para ver que no hay un límite inherente a la aplicación de la oikonomia . Más específicamente, en nuestro caso, dado el débil clima moral actual en la Iglesia católica, y teniendo en cuenta las fuerzas morales permisivas que nos rodean, es difícil no ver cómo la introducción de este principio en Occidente no podría tener más que un efecto catastrófico.

En segundo lugar, hay que preguntarse qué tipo de visión de la ley moral y de la vida moral está implícita en la oikonomia. La idea de que la ley moral puede ser dispensada implica que la ley moral, en realidad, no concuerda con nuestra naturaleza, que en realidad no nos lleva a nuestra plenitud, que no nos ha sido dada por Dios para nuestro bien. Si, por el contrario, la ley moral no es arbitraria y no podemos apartarnos de ella sin acabar actuando en contra de nuestra propia naturaleza y de nuestra felicidad, entonces hay que preguntarse por qué querríamos dispensar a alguien de la misma. Sí, la vida moral implica muchas pruebas. Sí, esas pruebas a menudo pueden implicar una cruz con la que debemos cargar el resto de nuestras vidas. Pero la vida moral es para nuestro bien y debemos adherirnos a ella y, con la ayuda de la gracia, somos capaces de vivirla.

Por último, una reflexión sobre el significado del arrepentimiento. Como se señaló anteriormente, el ritual ortodoxo griego para las segundas nupcias de un divorciado incluye dos oraciones penitenciales. Sin embargo, el concepto de arrepentimiento incluye no sólo un "sentirse mal", sino ciertas condiciones, condiciones útilmente especificadas por el Concilio de Trento. Señalaremos dos en concreto: el odio al pecado y un deseo de corregir nuestra vida. Si casarse de nuevo, es decir, vivir con alguien que no es tu verdadero esposo o esposa, es lo que Cristo dijo que es, a saber, "cometer adulterio" (Mc 10,11), entonces el arrepentimiento, que implica un «firme propósito de enmienda», debe implicar la intención de separarse de la segunda pareja (o, si las obligaciones hacia los hijos de esa segunda unión impiden la separación, entonces al menos el vivir en continencia "como hermano y hermana" en lugar de como esposo y esposa). El papel de la Iglesia en este asunto incluye el señalar la verdad sobre aquello de lo que hay que arrepentirse, y si sólo buscáramos dispensar a la gente de la ley moral en lugar de tratar de llamarles a vivirla, entonces la Iglesia estaría fallando en su misión de anunciar el Evangelio: el anuncio de la fe incluye siempre la llamada al arrepentimiento (cf. Juan Pablo II, Reconciliatio et paenitentia, n. 25).

Como corolario para concluir acerca de la naturaleza del arrepentimiento, es necesario señalar también que para muchos penitentes el paso de vivir en un estado de pecado a aceptar las exigencias del Evangelio es un proceso lento. Podría parecer, tal vez, que el enfoque de la oikonomia de ser condescendiente con la debilidad humana permite que las personas vivan en una segunda unión penitencial a la espera del esperado cambio en su estado de vida. Sin embargo, no debemos olvidar que la práctica católica romana ya cuenta con un estado penitencial para los divorciados vueltos a casar: no están excomulgados, permanecen en la Iglesia, pero no son admitidos a la sagrada comunión. Este estado no es permanente, sino sólo "mientras persista su situación" (Catecismo de la Iglesia Católica, 1650), es decir, hasta que se "comprometan a vivir en plena continencia" (ibid). Concluiremos recordando cómo el Catecismo describe la vida en este estado de penitencia, "Respecto a los cristianos que viven en esta situación y que con frecuencia conservan la fe y desean educar cristianamente a sus hijos, los sacerdotes y toda la comunidad deben dar prueba de una atenta solicitud, a fin de que aquellos no se consideren como separados de la Iglesia, de cuya vida pueden y deben participar en cuanto bautizados: «Exhórteseles a escuchar la Palabra de Dios, a frecuentar el sacrificio de la misa, a perseverar en la oración, a incrementar las obras de caridad y las iniciativas de la comunidad en favor de la justicia, a educar sus hijos en la fe cristiana, a cultivar el espíritu y las obras de penitencia para implorar de este modo, día a día, la gracia de Dios» (FC 84). " (Catecismo de la Iglesia Católica, 1651).

[1] Este artículo se centrará en la práctica de la Iglesia Ortodoxa Griega, aunque hay que señalar que las diferentes iglesias ortodoxas no aplican todas esta práctica de la misma manera.
[2] Obispo Atenágoras (Metropolita de Bélgica), "Economía y Orientación Pastoral" (2005) http://www.orthodoxresearchinstitute.org/articles/liturgics/athenagoras_remarriage.htm # 1 consultado el 23/02/2014.
[3] "Pero ahora, en contra de lo que estaba escrito, incluso algunos de los príncipes de la Iglesia han permitido a una mujer contraer matrimonio, incluso cuando su marido estaba aún vivo, haciendo lo contrario de lo que estaba escrito, donde se dice: "La mujer está ligada a su marido mientras él viva” [1 Co 7,39]. No obstante, no se ha dado este paso sin razón. Parece que hacen esta concesión, aunque sea contraria a la ley establecida en la Creación y contenida en la Escritura, como el menor de dos males." (Orígenes, In Matthaeum Commentarii 14,23 (185/6-254/5)).

Conferencia dictada por el Rev Dylan James, párroco de Shaftesbuty, Inglaterra, en el “Faith Movement´s Theological Symposium 2014” realizado en Ampleforth.

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