El cardenal Scola y el «amor hermoso» e indisoluble entre hombre y mujer
La modernidad insiste en poner una máscara y un bozal al rostro y a la boca de la continuación de Cristo en la historia.
por Luigi Amicone
He sabido que, en vista de la ordenación de algunos sacerdotes, el cardenal Scola quiso conocer a sus familias y saber si éstas compartían o no el camino emprendido por los hijos, como hizo el padre camionero de quien recubre actualmente la cátedra que perteneció a Ambrosio. «¿Quieres ser sacerdote? Eres un hombre libre».
Querido Mattia, que como todos (también nosotros) te sientes «sin aliento» ante un poder impersonal que engloba todo y no pide nada (y mucho menos la libertad) pero sólo si “funciona”, ¿podemos tratarnos como los mensajes Apple en nuestro Smartphone, «actualización iOs 7.1, hemos perfeccionado el interfaz, corregido algunos bug y mejorado varios detalles, haz clic aquí para actualizar»? ¿Podemos resignarnos a adaptarnos, «se puede hacer, se hace, entonces, por qué no»?
Somos seres libres. Como lo es el que ahora reflexiona sobre su propia experiencia de hombre que ha llegado al umbral de una vida plena y batallada, en presencia del pueblo y escuchando al pueblo. «Durante mis años de ministerio sacerdotal y episcopal –escribe en su libro Il mistero nuziale el cardenal arzobispo de Milán, Angelo Scola– he visto reflorecer la vida de muchos cristianos cuando han entendido el carácter razonablemente humano de la palabra del Evangelio sobre el hombre y la mujer, el matrimonio y la familia». Nos hace pensar en la palabra seria de hace un tiempo: creo que es la palabra de Agustín, bautizado por Ambrosio, dos hombres, dos amigos, dos laicos, también ellos hijos de una época “sin aliento”. «Cristo pide una única cosa: no rechazarle antes de conocerle».
El hado antiguo y el poder
Hoy, como en la edad del sabio Marco Aurelio, el estoicismo más noble (que corre también el riesgo del conformismo) reflexiona sobre el flujo perpetuo de las cosas y se da cuenta del martillo de la disolución de cada cosa, quienquiera que sea la persona amada que uno desea mantener cerca y el ideal que se persigue. De ahí la resignación. Nos resignamos. “Resignamos nuestra dimisión”. Y nos abandonamos a la vida tal como es. Como viene. Como se va. Al flujo de las cosas. Efectivamente, ¿de qué sirve oponer resistencia al hado antiguo, mito que hoy tiene los rasgos del poder técnico-científico-omnisciente-omnipotente?
De hecho, Scola se opone. «Se sigue difundiendo una imagen alejada de la verdad en lo que atañe a la enseñanza de la Iglesia sobre cuestiones vinculadas al amor, al matrimonio y a la familia. Se dice que lo que prevalece en la experiencia y en la comprensión cristianas del amor es la palabra “no”. Esto es radicalmente falso. La propuesta del amor hermoso que la Iglesia lleva a cabo desde hace dos mil años encierra en sí el gran sí de Dios a la humanidad: sí al bien de la diferencia sexual, sí al don altruista de uno mismo, sí a la entrega de la propia existencia para siempre, sí al don de la vida generada y acompañada, en un paciente trabajo educativo…». Todos estos “sí” ¿dicen poco a la tecno-ciencia en manos de Nietszche (“es el gusto el que decide”)? Efectivamente, la modernidad insiste en poner una máscara y un bozal al rostro y a la boca de la continuación de Cristo en la historia.
La razón está a dieta
«Del amor hermoso – dice de nuevo Scola, que ha acuñado este stilnovismo – son expresiones paradigmáticas tanto el “para siempre” del matrimonio indisoluble como el de la virginidad por el Reino de los cielos. Ambas vocaciones manifiestan la plenitud humana del cristianismo y se iluminan recíprocamente. Ambas, sin embargo, resultan “escandalosas” para la mentalidad dominante». Por tanto, efectivamente un “tratado” sobre el amor es escandaloso. Porque Il mistero nuziale es precisamente esto, un tratado. No hay ni una sola página que no esté acompañada de notas y referencias. No hay ni un solo párrafo que no esté lógicamente enlazado al otro en un recorrido que no quiere ofender la razón y no borra el corazón, poniéndolo en el justo lugar. Y sin embargo, de amor se trata.
¿Denis de Rougemont lo veía desprovisto de toda raíz religiosa? Scola intenta el procedimiento contrario. ¿El cardenal de Bolonia, Mons. Carlo Cafarra dice que «afirmar que homo y hetero son parejas equivalentes es negar una evidencia que si tenemos que explicarla dan ganas de llorar»? A Scola le toca trabajar sobre ese llanto y declarar escrupulosamente que «el hombre existe siempre y sólo como ser masculino y femenino». Afirmación que, en sí misma, ya es pasible de una fuerte censura rayana en lo judicial (también en Italia, en cuanto entre en vigor el decreto de ley Scalfarotto contra la homofobia).
Pues bien, es un libro de tiempos “al revés” y, por tanto, puede ser juzgado moral o socialmente peligroso. Ni una sola de sus afirmaciones, evidencias u observaciones está libre de sufrir escándalo y violencia como los sufre el Reino de los Cielos. Pero es aquí, en la tierra, donde la ideología y la potencia de la técnica han establecido el Reino celeste. Por lo que, ¡ay! de quien escandalice a los niños educados por su poder impersonal. Justamente, tu hija volvió del colegio y te dijo sin rodeos: yo estoy con la ciencia porque veo los fósiles y juegos con los pendientes de bronce. Pero Dios, ¿qué clase de diversión es? ¿Qué rostro tiene Dios si nadie lo ha visto? Hay que conocer a Jesucristo y todo lo que de Él desciende. Pero si nunca nadie te ha hablado de Jesús, ¿cómo no preferir los fósiles y los pendientes de bronce?
Cristo esposo de la Iglesia. Y, por analogía, el hombre esposo de la mujer. A primera vista puede parecer sólo un juego («el gran juego de la teología» decía el converso al catolicismo Marshall McLuhan). Tal vez; pero hay que dar de comer a la razón, que ha sido puesta a una fuerte dieta por todos los cristos que pasan por la «comunicación a la velocidad de la luz» y que son, en cambio, la alegría dietética «del Anticristo» (de nuevo él, McLuhan, el genio y el profeta de «el medio es el mensaje» y «efectivamente, sólo a nivel del cristianismo vivido el medio es realmente el mensaje: sólo en este plano el fondo y la forma se encuentran»).
La soledad original
Profundizar sobre el contenido y el destino de la relación hombre-mujer es un camino que Scola hace en compañía del pensamiento y de las encíclicas del Papa Wojtyla («Juan Pablo II ha sido el Papa de la familia» ha dicho el Papa Francisco en su canonización). Por eso, es un escándalo caminar escuchando cosas como «sólo después de haber descubierto el significado original del cuerpo y, por tanto, de su soledad, el hombre entiende el carácter bisexuado y comprende el valor del segundo nivel de soledad, que corresponde a la relación hombre-mujer. Y precisamente en la creación del hombre como varón y como mujer se concede a la soledad la posibilidad de convertirse en camino que lleva a la unidad original. En el momento en que desde la soledad original surge la pregunta “¿quién soy?” despertando la conciencia antropológica, en ese mismo momento el descubrimiento de la sexualidad a través del cuerpo marca el camino para salir de la soledad: la comunión personal entre el hombre y la mujer». Pero es necesario que el escándalo acontezca.
Artículo publicado en Tempi.
Traducción de Helena Faccia Serrano.
Querido Mattia, que como todos (también nosotros) te sientes «sin aliento» ante un poder impersonal que engloba todo y no pide nada (y mucho menos la libertad) pero sólo si “funciona”, ¿podemos tratarnos como los mensajes Apple en nuestro Smartphone, «actualización iOs 7.1, hemos perfeccionado el interfaz, corregido algunos bug y mejorado varios detalles, haz clic aquí para actualizar»? ¿Podemos resignarnos a adaptarnos, «se puede hacer, se hace, entonces, por qué no»?
Somos seres libres. Como lo es el que ahora reflexiona sobre su propia experiencia de hombre que ha llegado al umbral de una vida plena y batallada, en presencia del pueblo y escuchando al pueblo. «Durante mis años de ministerio sacerdotal y episcopal –escribe en su libro Il mistero nuziale el cardenal arzobispo de Milán, Angelo Scola– he visto reflorecer la vida de muchos cristianos cuando han entendido el carácter razonablemente humano de la palabra del Evangelio sobre el hombre y la mujer, el matrimonio y la familia». Nos hace pensar en la palabra seria de hace un tiempo: creo que es la palabra de Agustín, bautizado por Ambrosio, dos hombres, dos amigos, dos laicos, también ellos hijos de una época “sin aliento”. «Cristo pide una única cosa: no rechazarle antes de conocerle».
El hado antiguo y el poder
Hoy, como en la edad del sabio Marco Aurelio, el estoicismo más noble (que corre también el riesgo del conformismo) reflexiona sobre el flujo perpetuo de las cosas y se da cuenta del martillo de la disolución de cada cosa, quienquiera que sea la persona amada que uno desea mantener cerca y el ideal que se persigue. De ahí la resignación. Nos resignamos. “Resignamos nuestra dimisión”. Y nos abandonamos a la vida tal como es. Como viene. Como se va. Al flujo de las cosas. Efectivamente, ¿de qué sirve oponer resistencia al hado antiguo, mito que hoy tiene los rasgos del poder técnico-científico-omnisciente-omnipotente?
De hecho, Scola se opone. «Se sigue difundiendo una imagen alejada de la verdad en lo que atañe a la enseñanza de la Iglesia sobre cuestiones vinculadas al amor, al matrimonio y a la familia. Se dice que lo que prevalece en la experiencia y en la comprensión cristianas del amor es la palabra “no”. Esto es radicalmente falso. La propuesta del amor hermoso que la Iglesia lleva a cabo desde hace dos mil años encierra en sí el gran sí de Dios a la humanidad: sí al bien de la diferencia sexual, sí al don altruista de uno mismo, sí a la entrega de la propia existencia para siempre, sí al don de la vida generada y acompañada, en un paciente trabajo educativo…». Todos estos “sí” ¿dicen poco a la tecno-ciencia en manos de Nietszche (“es el gusto el que decide”)? Efectivamente, la modernidad insiste en poner una máscara y un bozal al rostro y a la boca de la continuación de Cristo en la historia.
La razón está a dieta
«Del amor hermoso – dice de nuevo Scola, que ha acuñado este stilnovismo – son expresiones paradigmáticas tanto el “para siempre” del matrimonio indisoluble como el de la virginidad por el Reino de los cielos. Ambas vocaciones manifiestan la plenitud humana del cristianismo y se iluminan recíprocamente. Ambas, sin embargo, resultan “escandalosas” para la mentalidad dominante». Por tanto, efectivamente un “tratado” sobre el amor es escandaloso. Porque Il mistero nuziale es precisamente esto, un tratado. No hay ni una sola página que no esté acompañada de notas y referencias. No hay ni un solo párrafo que no esté lógicamente enlazado al otro en un recorrido que no quiere ofender la razón y no borra el corazón, poniéndolo en el justo lugar. Y sin embargo, de amor se trata.
¿Denis de Rougemont lo veía desprovisto de toda raíz religiosa? Scola intenta el procedimiento contrario. ¿El cardenal de Bolonia, Mons. Carlo Cafarra dice que «afirmar que homo y hetero son parejas equivalentes es negar una evidencia que si tenemos que explicarla dan ganas de llorar»? A Scola le toca trabajar sobre ese llanto y declarar escrupulosamente que «el hombre existe siempre y sólo como ser masculino y femenino». Afirmación que, en sí misma, ya es pasible de una fuerte censura rayana en lo judicial (también en Italia, en cuanto entre en vigor el decreto de ley Scalfarotto contra la homofobia).
Pues bien, es un libro de tiempos “al revés” y, por tanto, puede ser juzgado moral o socialmente peligroso. Ni una sola de sus afirmaciones, evidencias u observaciones está libre de sufrir escándalo y violencia como los sufre el Reino de los Cielos. Pero es aquí, en la tierra, donde la ideología y la potencia de la técnica han establecido el Reino celeste. Por lo que, ¡ay! de quien escandalice a los niños educados por su poder impersonal. Justamente, tu hija volvió del colegio y te dijo sin rodeos: yo estoy con la ciencia porque veo los fósiles y juegos con los pendientes de bronce. Pero Dios, ¿qué clase de diversión es? ¿Qué rostro tiene Dios si nadie lo ha visto? Hay que conocer a Jesucristo y todo lo que de Él desciende. Pero si nunca nadie te ha hablado de Jesús, ¿cómo no preferir los fósiles y los pendientes de bronce?
Cristo esposo de la Iglesia. Y, por analogía, el hombre esposo de la mujer. A primera vista puede parecer sólo un juego («el gran juego de la teología» decía el converso al catolicismo Marshall McLuhan). Tal vez; pero hay que dar de comer a la razón, que ha sido puesta a una fuerte dieta por todos los cristos que pasan por la «comunicación a la velocidad de la luz» y que son, en cambio, la alegría dietética «del Anticristo» (de nuevo él, McLuhan, el genio y el profeta de «el medio es el mensaje» y «efectivamente, sólo a nivel del cristianismo vivido el medio es realmente el mensaje: sólo en este plano el fondo y la forma se encuentran»).
La soledad original
Profundizar sobre el contenido y el destino de la relación hombre-mujer es un camino que Scola hace en compañía del pensamiento y de las encíclicas del Papa Wojtyla («Juan Pablo II ha sido el Papa de la familia» ha dicho el Papa Francisco en su canonización). Por eso, es un escándalo caminar escuchando cosas como «sólo después de haber descubierto el significado original del cuerpo y, por tanto, de su soledad, el hombre entiende el carácter bisexuado y comprende el valor del segundo nivel de soledad, que corresponde a la relación hombre-mujer. Y precisamente en la creación del hombre como varón y como mujer se concede a la soledad la posibilidad de convertirse en camino que lleva a la unidad original. En el momento en que desde la soledad original surge la pregunta “¿quién soy?” despertando la conciencia antropológica, en ese mismo momento el descubrimiento de la sexualidad a través del cuerpo marca el camino para salir de la soledad: la comunión personal entre el hombre y la mujer». Pero es necesario que el escándalo acontezca.
Artículo publicado en Tempi.
Traducción de Helena Faccia Serrano.
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