Viernes, 22 de noviembre de 2024

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¿Ha sido España una buena patria?

por En cuerpo y alma

 
            Soy de los que cree que no se es buen hijo por amar como padre al primero que se encuentra uno detrás de una esquina, sino por amar al que efectivamente es el padre de uno. De la misma manera, no se es buen patriota por hacerse una patria a la medida de uno y de sus ensoñaciones nocturnas, sino por amar a la que es la verdadera patria.
 
            Por eso mismo, nunca he creído que los nacionalistas que se inventan una nación, -que esa nación provenga de la secesión de una pre-existente, que esa nación sea el producto de someter a pueblos vecinos para engrandecer la propia-, sean buenos patriotas: son nacionalistas, que es otra cosa muy diferente… Pero de patriotas, nada de nada, que ser patriota es otra cosa: la patria no se crea, la patria no se inventa, la patria se acepta y entonces se es patriota, o no se acepta y entonces se es mal patriota.
 
            Ahora bien, para que esa patria pueda ser amada, para que esa patria pueda ser respetada, lo menos que se le puede pedir es que se dé a conocer, que se manifieste. Difícilmente puede uno amar a su patria, -como difícilmente puede uno amar a su padre-, si no sabe cuál es su patria, -si no sabe quién es su padre-. El padre que no se da a conocer a su hijo es un mal padre y no merece el respeto y menos aún el amor de su hijo por mucho que intente justificar su desidia en elevadísimas razones. La patria que no se da a conocer tampoco.
 
            Pues bien, en España y por desgracia, la patria no trata de igual manera a todos sus hijos. Hay lugares de su precioso territorio donde se muestra con evidencia y claridad “suficiente” (en este momento de nuestra común historia, no me atrevo a decir que lo haga “con mucha claridad” en ninguna de las regiones de nuestra geografía). De esos hijos que no la aman se podrá decir cualquier cosa menos que sean buenos patriotas, porque no es buen patriota el que conociendo su patria no la ama, como no es buen hijo el que conociendo a su padre no lo ama.
 
            Pero por desgracia, no en todos los lugares de España la patria se hace igualmente evidente: en determinadas partes de su geografía, hace tiempo que no se oye hablar de España como no sea para asimilarla al mismísimo diablo y convertirla en el protagonista de todos los males que las aquejan. A que ello sea así han contribuido muchos malos españoles, a menudo resentidos, casi siempre arribistas, ventajistas y aprovechados, que no aman a su patria porque no son buenos patriotas, -aunque a ellos se les llene la boca diciendo que sí lo son-, y que se han valido del monopolio que se les ha permitido alcanzar en escuelas y medios de comunicación para emitir un mensaje a todas luces falso, basado en la mentira y en el odio. Pero también muchos españoles “buenos” que han preferido mirar para otra parte y autojustificarse con argumentos tan cómodos como falsos, relacionados con la democracia, con el respeto a unos pueblos que no existen, y con tantos otros creados, precisamente, para permitirles seguir mirando hacia otro lado.
 
            En esos lugares, a todas aquellas personas que tienen menos de cuarenta años, España, los españoles, ni siquiera podemos reprocharles que no tengan por la patria el menor sentimiento, y que a falta de patria, se dejen embaucar por cualquier vendepatrias que les proporciona una nueva, como el niño sin padre se ensimisma ante el primero que se acerca a él con un caramelo a la salida del cole: sencillamente porque no han tenido ni ocasión de oír hablar de España. El drama es que si hoy sólo podemos acusar de no ser buenos patriotas a quienes tienen menos de cuarenta años, el año que viene tampoco podremos reprochárselo a cuántos tengan menos de cuarenta y uno; al otro a cuantos tengan menos de cuarenta y dos; y en otros veinte años, no se lo podremos reprochar a ninguno.
 
            Reconozcámoslo como es: ha habido por parte de quienes tienen la responsabilidad y la obligación de hacer presente la patria en determinados lugares de nuestro país una dejación irresponsable y gravísima a la hora de cumplir con la que era su primera obligación como dirigentes. Una dejación a la que además, a corto plazo al menos, no prevén poner solución alguna. Pero ha habido también, por parte de los ciudadanos españoles, una responsabilidad que me atrevo a definir no menos grave a la hora de no exigir a sus dirigentes que cumplieran con esa que es la primera y más indelegable de sus obligaciones: la de enseñarnos y explicarnos que somos hermanos, que formamos parte del mismo proyecto por razones culturales, geográficas e históricas evidentísimas. Porque España, contrariamente a lo que algunos pregonan, existe, y tiene una presencia muy clara que curiosamente, al día de hoy, identifican mejor los que no son españoles que los que sí lo somos.
 
            Reconozcámoslo como es: tal vez España tenga lo que se merece. Tal vez España, y lo digo con gran dolor porque yo sí siento a nuestra patria y la quiero, no haya sido para algunos de sus hijos una buena patria. Por la misma razón por la que no es buen padre el que no le dice a su hijo que su padre es él, y permite que usurpe su lugar cualquier señor con unos caramelos. Por la misma.
 
 
 
            ©L.A.
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