Miércoles, 27 de noviembre de 2024

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Cáritas-Cadiz merece una felicitación especial. BXVII

Cáritas-Cadiz merece una felicitación especial. BXVII

por La divina proporción

 
Mateo y Lucas hablan de tres tentaciones de Jesús en las que se refleja su lucha interior por cumplir su misión, pero al mismo tiempo surge la pregunta sobre qué es lo que cuenta verdaderamente en la vida humana. Aquí aparece claro el núcleo de toda tentación: apartar a Dios que, ante todo lo que parece más urgente en nuestra vida, pasa a ser algo secundario, o incluso superfluo y molesto. Poner orden en nuestro mundo por nosotros solos, sin Dios, contando únicamente con nuestras propias capacidades, reconocer como verdaderas sólo las realidades políticas y materiales, y dejar a Dios de lado como algo ilusorio, ésta es la tentación que nos amenaza de muchas maneras. 

Es propio de la tentación adoptar una apariencia moral: no nos invita directamente a hacer el mal, eso sería muy burdo. Finge mostrarnos lo mejor: abandonar por fin lo ilusorio y emplear eficazmente nuestras fuerzas en mejorar el mundo. Además, se presenta con la pretensión del verdadero realismo. Lo real es lo que se constata: poder y pan. Ante ello, las cosas de Dios aparecen irreales, un mundo secundario que realmente no se necesita. (Benedicto XVI. Jesús de Nazaret. Cap II) 

Hace un par de días llegó a mis oídos que Cáritas Cádiz había roto un convenio con la Asociación Andaluza para las Artes Escénicas y Audiovisuales (Escenopán), que iba a representar una obra de teatro, llamada Diluvium, en la que el 70% de lo recaudado se iba a donar para acciones de caridad. 

Diluvium es una versión de una obra que tuvo éxito en los años 70: “El diluvio que viene”, en donde un sacerdote tiene que elegir entre su amor por chica o salvar de un diluvio a sus parroquianos. En Diluvium, el sacerdote no se enamora de una chica, sino de un chico, lo que conlleva una tensión adicional a la que se planteaba en la obra matriz. 

Cáritas ha rechazado el convenio, alegando “coherencia con los principios que rigen en la Iglesia”, tras lo cual, el grupo de teatro ha indicado que esto “supone romper un convenio por el que Cáritas iba a recibir los beneficios de esta obra y sus sucesivas representaciones para ayudar a combatir la pobreza, un objetivo que persiguen ambos colectivos desde distintos ámbitos.” 

Como no podía ser de otra forma, nos encontramos con opiniones y comunicados diversos, que apoyan o disienten de la decisión de Cáritas. En los comentarios se evidencia un cierto escándalo por la supuesta pérdida de recursos para luchar contra la pobreza y la aparente homofobia de la resolución. 

Quienes se escandalizan de la honestidad y coherencia de Cáritas, parecen ignorar que Cáritas es la misma Iglesia Católica. No es ni una ONG ni un grupo de voluntarios independientes, sino la mano que lleva la caridad a quienes más la necesitan. También ignoran que la Iglesia no puede aceptar conscientemente, fondos que provengan de acciones que ridiculizan y/o banalizan nuestra fe, ya que el fin nunca puede justificar los medios. Por muy necesarios que sean los fondos, los cristianos sabemos que es propio de la tentación adoptar una apariencia moral y finge mostrarnos lo mejor. Ante fines urgentes, las cosas de Dios aparecen irreales, un mundo secundario que realmente no se necesita. ¿Para qué necesitamos a Dios si tenemos una pléyade de ONGs, instituciones públicas y privadas, que se ocupan de todo? Lo curioso es que la labor de Cáritas evidencia que la caridad es más que la aséptica y funcional solidaridad. La caridad es la acción de Dios que dignifica incluso en los peores momentos. 

¿Qué problema hay en que Cáritas colabore a través de esta obra de teatro? Tendríamos que preguntarnos por la necesidad de utilizar la figura del un sacerdote homosexual, con el transfondo de ideología de género que conlleva. ¿Por qué utilizar precisamente esta obra para colaborar con Cáritas? Existen miles de obras que pueden ser igual de taquilleras y no plantearían problemas de coherencia. Hay decenas de preguntas que surgen de un planteamiento detallado de la situación. No se trata de homofobia, sino del rechazo de una ideología que choca frontalmente con la nuestra fe. 

Los fondos obtenidos pueden donarse a quien el grupo de teatro desee. Incluso a la misma Cáritas, pero sin que la Iglesia colabore en la promoción de ninguna ideología determinada. Por lo tanto, el destino de los fondos queda en manos del grupo de teatro, no de Cáritas. Cáritas no se opone a que la obra se represente y los fondos se utilicen para paliar la pobreza, tan sólo nos planteamos la necesidad de hacer pasar a la Iglesia por el aro de la ideología de género. 

Una de las más grandes tentaciones que podemos tener hoy en día es poner orden en nuestro mundo por nosotros solos, sin Dios, contando únicamente con nuestras propias capacidades, reconocer como verdaderas sólo las realidades políticas y materiales, y dejar a Dios de lado como algo ilusorio. 

Mis más sinceras felicitaciones a Cáritas, por esta decisión y por la inmensa labor de caridad que realiza entre los más desfavorecidos.

 

 

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