Viernes, 22 de noviembre de 2024

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De los Diez Mandamientos en el Antiguo Testamento

por En cuerpo y alma

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Moisés. José de Ribera (1638).

           El importante relato de lo que se viene denominando el Decálogo de la Ley o los Diez Mandamientos se hace en el Antiguo Testamento en dos libros diferentes, el Exodo y el Deuteronomio. La narración de uno y otro no difieren sustancialmente. Los antecedentes de la cuestión: los judíos han huído de Egipto liderados por Moisés y llevan ya tres meses, de los cuarenta años que les esperan, vagando por el desierto. Esto es lo que sucede entonces: 

            “[Estando en el monte Sinaí] dijo Yahveh a Moisés: “Mira: voy a presentarme a ti en una densa nube para que el pueblo me oiga hablar contigo y así te de crédito para siempre [...] ve donde el pueblo y haz que se santifiquen hoy y mañana, que laven sus vestidos y estén preparados para el tercer día; porque al día tercero descenderá Yahveh a la vista de todo el pueblo sobre el monte Sinaí” [...] Al tercer día, al rayar el alba, hubo truenos y relámpagos y una densa nube sobre el monte y un poderoso resonar de trompeta [...] Yahveh bajó al monte Sinaí, a la cumbre del monte: llamó Yahveh a Moisés a la cima de la montaña y Moisés subió” (Ex. 19, 9-20). 

            Inmediatamente entra Yahveh en materia, y tras informar a Moisés “Yo soy Yahveh, tu Dios, que te he sacado del país de Egipto, de la casa de servidumbre” (Ex. 20, 2), realiza el catálogo de los mandamientos en cuestión, que son, debidamente depurados, los siguientes (entre corchetes, fuera del texto original, el ordinal que correspondería a cada uno de ellos): 

            [1º] No habrá para ti otros dioses delante de Mí.
            [2º] No te harás escultura ni imagen alguna, ni de lo que hay arriba en los cielos, ni de lo que hay abajo en la tierra, ni de lo que hay en las aguas debajo de la tierra. No te postrarás ante ellas ni les darás culto [...]
            [3º] No tomarás en falso el nombre de Yahveh, tu Dios [...]
            [4º] Recuerda el día del sábado para santificarlo. Seis días trabajarás y harás todos tus trabajos pero el día séptimo es día de descanso para Yahveh tu Dios. No harás ningún trabajo, ni tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu ganado, ni el forastero que habita en tu ciudad [...]
            [5º] Honra a tu padre y a tu madre [...].
            [6º] No matarás.
            [7º] No cometerás adulterio.
            [8º] No robarás.
            [9º] No darás testimonio falso contra tu prójimo.
            [10º] No codiciarás la casa de tu prójimo, ni codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo ni su sierva, ni su buey ni su asno; nada que sea de tu prójimo.” (Ex. 20, 317, casi idéntico en Dt. 5, 6-22).

            Vemos que efectivamente se recogen diez mandatos, y vemos también, que los cuatro primeros se refieren a la relación de los hombres con Dios, y los seis últimos a la de los hombres con los demás hombres.

            Cuando Moisés recibe de Dios las Tablas de la Ley, y como tardara en descender del monte, los judíos, nerviosos, se reúnen en torno a Aarón, su hermano, y le piden:

            “Anda, haznos un dios que vaya delante de nosotros” (Ex. 32, 1).

            A lo que Aarón accede, y recogiendo todas las joyas de las mujeres, esculpe para ellos un becerro de oro al que adoran. Nos cuenta entonces el Exodo: 

Moisés rompe las tablas de la Ley.
Domenico Beccafumi (1537).

            “Volviose Moisés y bajó del monte, con las dos tablas del testimonio en su mano [...] Las tablas eran obra de Dios, y la escritura, grabada sobre las mismas, era escritura de Dios [...] Cuando Moisés llegó cerca del campamento y vio el becerro y las danzas, ardió en ira, arrojó de su mano las tablas y las hizo añicos al pie del monte” (Ex. 32, 1519).

            Gráfica manera de explicar cómo Yahveh rompe la especial alianza que estaba dispuesto a establecer con el pueblo judío. A pesar de su ira inicial, Moisés se valdrá una vez más de su especial relación con Dios para interceder por su pueblo. Fruto de sus gestiones, Dios renueva la alianza, ordenando a Moisés:

            “Labra dos tablas de piedra como las primeras, sube donde mí al monte y yo escribiré en las tablas las palabras que había en las primeras tablas que rompiste”.

            Obediente, Moisés así lo hace, y Dios emite la que podemos denominar “tercera versión del Decálogo” que recogen los textos veterotestamentarios (las dos primeras son las que relatan en términos muy parecidos Exodo y Deuteronomio, una de las cuales hemos transcrito arriba). He aquí lo que Yahveh prescribe en esta ocasión (entre corchetes, una vez más, los ordinales correspondientes):

            [1º] No te postrarás ante ningún otro Dios, pues Yahveh se llama celoso, es un dios celoso.
            [2º] No te harás dioses de fundición.
            [3º] Guardarás la fiesta de los ázimos, siete días comerás ázimos como te he mandado, esto es, en el mes de abib, pues en el mes de abib saliste de Egipto.
            [4º] Todo lo que abre el seno es mío, todo primer nacido, macho, sea de vaca u oveja, es mío [...]
            [5º] Seis días trabajarás, más en el séptimo descansarás [...]
            [6º] Celebrarás la fiesta de las semanas: la de las primicias de la siega del trigo y también la fiesta de la recolección al final del año.
            [7º] Tres veces se presentarán todos tus varones ante Yahveh, el Señor, el Dios de Israel [...]
            [8º] No inmolarás con pan fermentado la sangre de mi sacrificio, ni quedará hasta el día siguiente la víctima de la fiesta de Pascua.
            [9º] Llevarás a la casa de Yahveh tu Dios, lo mejor de las primicias de los frutos de tu suelo.
            [10º] No cocerás el cabrito en la leche de su madre” (Ex. 34, 14-26).

            Ahora bien ¿qué tiene que ver esta Ley, que finalmente es la que se custodiará en el Arca de la Alianza, con lo que Dios escribiera en las tablas primeras y de la que están extraídos los diez mandamientos cristianos? Como vemos nada o casi nada, salvo el hecho de seguir conteniendo diez mandamientos.

 

            ©L.A.

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