Stefan Esztergályos siguió a maestros esotéricos
Del Reiki a la brujería y al intento de suicidio: cuando aceptó a Dios, su vida se reorganizó
Stefan Esztergályos era un joven que vivió los dos últimos años de tiranía comunista en Checoslovaquia en el servicio millitar, muy a su disgusto, pero acercándose a Dios.
El 17 de noviembre de 1989 empezó la “Revolución de Terciopelo” en Checoslovaquia: cientos de miles de personas salieron a las calles y el gobierno comunista colapsó. El 29 de noviembre, el disidente cristiano Vaclav Havel era elegido presidente para conducir el país hacia las elecciones libres.
Así empezaba una nueva etapa en el país. Stefan se sentía atraído por la fe católica, en la que estaba bautizado pero poco formado. Conoció laicos franciscanos, recién legalizados en el país, como otras terceras órdenes para laicos, y con ellos empezó a orar, leer la Biblia y hablar de Dios. Le atraían por algo que no sabía nombrar, pero hoy sabe lo que era: una fe viva y amor sincero a Jesucristo.
El dinero que aleja de Dios
Pero muy pronto Stefan se asentó en la vida adulta como empresario de éxito. “Disfrutaba de mi trabajo, y ganaba dinero. Y con el tiempo, el poder del dinero y el deseo de riqueza y de reconocimiento empezaron a controlarme”, recuerda. Y empezó a distanciarse de Dios y de la vida de oración.
“Un día me di cuenta de que me sentaba en dos sillas, de que tenía dos amos que no se gustaban entre sí”. Sus amigos le señalaban que aún se las daba de cristiano, pero vivía alejado de la fe. Era hipócrita. Desde luego, con su ritmo hedonista, sabía que no le permitirían hacer los votos de laico franciscano en la comunidad.
Había que elegir… y eligió lo fácil: dejar de lado a Dios.
Mística oriental y meditación
Pero el puro materialismo no llenaba su espíritu, y al cabo de un tiempo buscó algo espiritual… ¡que no fuese Dios! Conoció a un hombre que se dedicaba a la mística de religiones orientales, la meditación, con muchas lecturas y practicante de artes marciales.
Stefan conocía poco de su propia fe, de la Biblia y la Iglesia, y el hombre le ofrecía “espiritualidad”, guía, acompañamiento. “Y así cambié al Maestro eterno por uno terrenal e imperfecto”, lamenta hoy.
Con él, profundizó no sólo en la meditación, el orientalismo y las artes marciales, sino en las prácticas de lo oculto, la astrología y el reiki, la supuesta sanación espiritual mediante el manejo de energías y la imposición de manos.
“En vez de rezar, ahora meditaba en soledad, lo que me alejaba de la realidad de la vida. Creé mi propia religión, a mi imagen y semejanza, con lo que me resultase conveniente”, asegura.
Además, ganaba más dinero que nunca, tenía muchos amigos influyentes y se casó –en la iglesia, aparentando ser un buen católico- con una mujer hermosa “a la que aún hoy amo”.
Reiki: una entrada al ocultismo
El reiki era la práctica que más le afectaba, y en la que había profundizado mucho. “Ya era capaz de sanar gente mediante esta práctica. Sentía la energía. Yo estaba convencido de que hacía algo correcto, de que ayudaba a la gente. Hoy sé que esto no es según la voluntad de Dios, y que la forma de obtener esa energía, iniciarse en estas enseñanzas, es ocultismo. Aleja a la gente de Dios y les hace meterse en cosas que no conocen”, advierte Stefan.
Se obsesionó completamente con su “hambre avariciosa de poder y conocimiento”. Gastó mucho dinero en libros de ocultismo y esoterismo.
Aprendiz de brujo... literalmente
Un día, apareció un hombre misterioso en la tienda en la que trabajaba. Le preguntó sobre sus conocimientos y técnicas ocultas. Stefan las comentó. El hombre misterioso las desdeñó: para él, dijo, eran débiles tanteos. “Este hombre era un brujo, que buscaba un aprendiz. Para mí era una oportunidad única, pero titubeé algo. La magia no es un divertimento, es un asunto serio. Él me dio un tiempo para pensarlo”.
Y aprovechando una semana que su esposa estaba en el extranjero en un viaje de trabajo, Stefan acudió a ser iniciado en las enseñanzas del brujo. Y desde ahí, se hundió su vida.
“Esa semana tuve visiones de cosas trascendentes, de criaturas; en mi presencia pasaban efectos extraños: luces que se encendían solas, termómetros que ardían… Y poco después acabé en el pabellón psiquiátrico: las visiones sólo pararon después de tres meses de pabellón cerrado, incontables electroshocks y terapia con medicamentos”.
Dañado y hundido
Este tratamiento dejó a Stefan extremadamente débil y delgado, y con su personalidad dañada. “Era solo un cuerpo: dormía, comía, y fumaba sin parar”.
Después de la segunda hospitalización, su mujer presentó los papeles del divorcio. “En dos meses y 10 minutos de procedimientos perdí a la mujer que antes había querido acompañarme en lo bueno y en lo malo”.
Su trabajo ya no era interesante: nada lo era. Sus amigos le abandonaron. Perdió su dinero. Y aunque sus parientes le habían apoyado, en dos años murió su madre, con la que vivía, que era su sostén en esos años.
“Tenía sueños terribles, sentía que alguien reclamaba mi alma y pedía un precio por las cosas en las que me había metido. Me controlaba una gran incertidumbre y un miedo que no era terrenal”.
Dos veces intentó suicidarse: una con medicinas, otra intentó cortarse las venas. Pero ninguna vez lo consiguió.
Miró a su alrededor. Todos le rehuían. Sólo entre enfermos psiquiátricos encontraba aceptación: gente que estaba tan mal como él.
Y, en cierto momento, se dio cuenta. Necesitaba a Dios, al Creador.
"Y me abandoné en Dios"
“Sólo mi Creador podía ayudarme. Y empecé a confiar en Él. Fue Dios quien me hizo superar mi miedo, mi desconfianza, mi dureza… mediante Su Amor. Me abandoné en Él, y Él me mostró que estaba contento de mi retorno. Si no me hubiera salvado Él, hoy no estaría vivo”.
Recuerda cómo fue la primera vez que Él le "tocó". Stefan acudió a un grupo de oración, “y yo sólo lloraba, y lloraba, y lloraba. Nadie me había amado como Él me dejaba experimentar entonces, y aún hoy. Sólo Él puede amar tanto”.
Llegó una etapa dura pero liberadora: “tomar la decisión cada día, cada mañana, entre vivir con Dios o sin Él”.
Pero sabía que no había nadie más a quien acudir, y nadie mejor. Le entregó su vida “y fue la mejor decisión que tomé jamás”. Y después de tomar esa decisión, las cosas cambiaron.
Quemar miles de euros de ocultismo
Quemó toda la literatura ocultista que tenía, y que valía miles de euros. “No fue fácil, necesité todo un año”, advierte. Stefan quiere dejar claro que quemar el material esotérico era necesario.
“Las personas que se abren a estas enseñanzas y poderes no se dan cuenta de a quién están invitando en sus vidas así. Es un sirviente traicionero y un amo cruel. Al principio crees que tienes poder sobre algo, pero cuando te tiene en su mano y empieza a controlarte, no te libras de él con facilidad. La única solución es acudir al Único que tiene todo el poder en el Cielo, y en la tierra, a Dios”.
Sanación y vida nueva
Con el tiempo su vida se reorganizó. “Muchas cosas se recuperaron, corrigieron y sanaron. Pude perdonar a los que me habían dañado, porque también yo había experimentado el perdón. Volví a encontrar sentido a la vida, nuevos amigos y trabajo. Llevo a otros a que conozcan más a Dios. Pero lo que me hace más feliz es que Dios es mi Señor, realmente presente en mi vida. A quien viva con dudas o desesperación, le animo a que haga como yo: prueba y gusta a Dios, y verás qué bueno es".
Hoy Stefan es fácil de contactar. Tiene un estudio de diseño y fotografía (con hermosas fotos) que se llama ChristianStudio.sk .
Web: www.christianstudio.sk
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