Sábado, 23 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

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De esos dichos populares provenientes del Evangelio y uno sin saberlo (7)

por En cuerpo y alma

 
            Que el lenguaje diario está lleno de modismos procedentes del Evangelio es algo que no se le oculta a nadie y en lo que ya hemos tenido ocasión de entrar en esta columna con una serie de entregas (pinche en cada una de ellas si quiere ver la primera, la segunda, la tercera, la cuarta, la quinta, o la sexta). Pues bien, vamos ya con la séptima de la serie, y con ella, el análisis de otras dos expresiones evangélicas de nuestra vida cotidiana.
 
La mies es mucha y los obreros pocos
 
            La cita aparece en tanto en Lucas como en Mateo, en este caso en idénticos términos, como copiada el uno por el otro. No está de más señalar que si hay dos evangelios verdaderamente sinópticos, éstos son Lucas y Mateo.
 
            “La mies es mucha y los obreros pocos. Rogad, pues, al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies” (Lc. 10, 2, idéntico a Mt. 9, 37-38)
 
            Es frase harto empleado para explicar una realidad que cada vez estamos en peor situación de entender en España, declarada campeona mundial del paro, a saber que el trabajo es mucho y faltan los obreros.
 
            Personalmente me llama la atención en esta frase la utilización de una palabra, “mies” cuya utilización en el lenguaje cotidiano, al menos en las ciudades, puede que en el campo no, ha quedado reducida al adagio en cuestión, y no la utilizamos en ningún otro contexto: “mies”, palabra proveniente del latín “messis” que define la Real Academia de la Lengua de la siguiente manera:
 
            1. f. Cereal de cuya semilla se hace el pan.
            2. f. Tiempo de la siega y cosecha de granos.
 
            Donde la segunda acepción es la que interesa al pasaje en cuestión. Pero es que si seguimos avanzando por las diferentes acepciones de la palabra, nos encontramos con interesantes sorpresas, porque la tercera es precisamente ésta:
 
            3. f. Muchedumbre de gentes convertidas a la fe cristiana, o prontas a su conversión.
 
            Donde el Diccionario consagra exactamente la acepción que utiliza Jesús en el episodio evangélico y no otra. Y digo yo, ¿no habrá algún laicista, pesoíta a ser posible, para denunciar esta connivencia insoportable entre académicas y “obispones”? ¿Hasta qué punto no se hallan Rouco y Munilla detrás de la maniobra de la Real Academia y de la elaboración del Diccionario? ¿Para cuándo la improrrogable modernización de la Real Academia de la Lengua y la depuración de los muchos elementos reaccionarios presentes en ella? Interesantes cuestiones que dejo ahí para que el laicismo libertario pesoíta ponga sobre la mesa y solucione, haciendo más llevadera la pesada cruz que llevamos los españoles bajo el yugo de la Iglesia Católica, presente en las más insospechadas manifestaciones de nuestra vida cotidiana.
 
 
Cargar con su cruz
 
            Y bien, ya que de las cruces con las que cargamos los españoles hablamos, vamos precisamente con esta expresión no menos evangélica, “cargar con su cruz”, frase absolutamente coloquial en el lenguaje, donde se refiere a la dificultad de sobrellevar cada uno y cada día la carga y los trabajos cotidianos.
 
            Aparece muchas veces en el Evangelio. Así en Lucas:
 
            “El que no lleve su cruz y venga en pos de mí, no puede ser discípulo mío” (Lc. 14, 27).
 
            Con una parecida versión recogida por Mateo.
 
            “El que no toma su cruz y me sigue detrás no es digno de mí. El que encuentre su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí, la encontrará”. (Mt. 10, 38-39)
 
            La alusión se repite en otro episodio evangélico, que dejamos relatarnos esta vez a Marcos, con quien contamos poco en esta sección:
 
            “Llamando a la gente a la vez que a sus discípulos, les dijo: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame” (Mc. 8, 34, idéntico en Mt. 16, 24 y Lc. 9, 23).

            No deja de llamar la atención que Jesús mencione en tantas ocasiones la carga de una cruz que aún no había padecido, lo que por lo menos demuestra que era un suplicio muy familiar a los judíos contemporáneos de Jesús, algo que efectivamente nos confirma la atenta lectura del historiador de la época Flavio Josefo.

 
            ©L.A.
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