Viernes, 29 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

Católico y experto en Bioética

Rico, joven y con poder, el Príncipe Félix no era feliz… ahora habla de la fe en sus conferencias

Rico, joven y con poder, el Príncipe Félix no era feliz… ahora habla de la fe en sus conferencias
El Príncipe Félix, en la Universidad Católica de Valencia

El segundo en la línea sucesoria en Luxemburgo acabó estudiando en el Pontificio Ateneo Regina Apostolorum. Ahora es un experto en Bioética.

Javier Lozano / ReL

En un momento en el que la juventud es víctima principal de la secularización y se va extendiendo a todos los estratos sociales, ver a un Príncipe hablando sin complejos de la fe y del debate entre ésta y la razón muestra que aún hay mucho joven que se pregunta, que se interroga sobre la vida, sobre el por qué y para qué y va en búsqueda de estas respuestas.
 
Actualmente hay en Europa cinco casas reales católicas. España, Bélgica, Luxemburgo y Liechtenstein y Mónaco. Sin embargo, en la práctica, actualmente sólo el gran duque de Luxemburgo ha arriesgado su trono y su posición por una cuestión de conciencia.
 
Es ampliamente conocida la oposición pública y frontal de la Casa Real de Luxemburgo al aborto y a la eutanasia. De hecho, en 2008 el gran duque Henry anunció que como jefe de Estado se negaría a firmar la ley aprobada en las Cortes y que aprobaba la eutanasia. La consecuencia de su valiente decisión fue que el Gobierno le limitó desde entonces sus poderes para que no volviera a estorbar en una situación similar. Lo cierto es que su firma no llegó a estar nunca en esta ley pues actuó como su tío, Balduino de Bélgica, y se declaró incapaz temporalmente de ejercer sus funciones.
 
Buscando respuesta a sus preguntas
A tenor de esta actuación concreta no es de extrañar que sus cinco hijos se planteen la importancia de los valores y de la fe en su vida. Particularmente preocupado de esto se ha podido ver al Príncipe Félix, segundo hijo del gran duque, de 28 años.
 
Guapo, con fama y con un trabajo muy bien remunerado en una multinacional no dejaba de hacerse preguntas. No era por ahí por donde quería enfocar su vida. Atraído por la belleza de la filosofía dejó su trabajo y decidió estudiar Bioética en Roma y en el seno de la Iglesia Católica, concretamente en el Pontificio Ateneo Regina Apostolorum. Desde entonces, está fascinado con esta nueva faceta de su vida.
 
El príncipe Félix acudió el pasado mes de marzo a la Universidad Católica de Valencia para disertar sobre la ‘Necesidad del estudio de la Bioética, ante los retos  actuales’, una conferencia que se enmarcaba en las Jornadas ‘Evangelio y Ecología’. Antes del acto fue recibido en audiencia por el arzobispo de Valencia, monseñor Carlos Osoro, con el que mantuvo una distendida conversación.
 
“La fe ayuda a la ciencia a comprender”
Durante la charla habló como experto en la materia pero también desde su experiencia personal, lo que permite entender su evolución. Habló de la relación entre Biología, Fe y Bioética. El segundo en la línea sucesoria al trono aseguró que si bien no es indispensable tener fe para estudiar Bioética “sí que amplía lo tratado por esta ciencia. Hemos de ser conscientes de que hay cosas que la ciencia jamás podrá explicar y que la fe puede ayudar a comprender aspectos que la ciencia trata de entender”.
 
Siguiendo con esto, el príncipe centroeuropeo indicó  que “lo más importante que me ha aportado el estudio de la Bioética es que su centro es el ser humano. Primero estudia el detalle científico, después viene la Filosofía, que interpreta el hecho biológico. Si uno sólo estudia Biología no ve en la persona a un ser humano sino su parte material, y el hombre no es sólo materia, posee espiritualidad”.
 
Por ello, añadió que “la Biología y la Filosofía están conectadas y no pueden separarse; si lo haces, tienes un problema. Incluso si estudias sólo lo inmaterial filosóficamente no llegas a nada”.
 
“Con la filosofía aprendí a razonar”
Tras hablar sobre esta relación, el príncipe Félix también se abrió y desde su ámbito personal explicó el camino que le llevó a encontrar esta senda. “Antes no le daba importancia a la Filosofía. De hecho, si alguien me hubiese dicho hace unos años que iba a estudiarla me hubiera echado a reír. No entendía el concepto al que se refería el término filosofía pero desde que empecé a estudiarla, se me abrieron los ojos y mi horizonte. Aprendí a razonar, a pensar de otra manera completamente distinta y a debatir”.
 
Y con ello cambió su estilo de vida también. “Hace cuatro años me encontraba trabajando para una empresa de gestión de eventos, un trabajo estupendo, pero todavía no sabía que hacer con mi vida, no era lo suficientemente maduro”, contaba.
 
En el relato de su vida, el joven príncipe afirmaba que “mis prioridades, al principio se dirigían a ganar un sueldo para ser independiente y ese pensamiento se llevó por delante lo que yo realmente deseaba hacer para ser feliz. Me di cuenta de ello cuatro años después de empezar a trabajar y comencé a hacerme preguntas con mayor profundidad. La madurez necesaria para tomar la decisión de estudiar Bioética llegó bastante tarde, cuando tenía 25 años. En ese momento me di cuenta de que, en realidad, quería algo más en mi vida que trabajar en la gestión de eventos”.
 
Su cariño al Papa y su boda
Esta es la historia de un joven que pese a sus títulos y ascendencia no deja de pensar y plantearse cosas que ni el dinero ni el poder pueden dar. Igualmente, pese a su situación es una persona que se ha mantenido sencilla. El próximo mes de septiembre se casará con una joven alemana, su pareja desde el instituto y que también quiso estudiar Bioética.
 
La catolicidad de la familia real luxemburguesa es conocida pero Félix ha destacado en los últimos meses por querer acompañar a sus padres al Vaticano. La renuncia de Benedicto XVI y la elección de Francisco han llevado a Roma a multitud de jefes de Gobierno y de Estado. Junto a sus padres y su hermano mayor, el príncipe quiso despedir a Benedicto aunque la sorpresa fue mayor cuando también quiso estar presente en el inicio de Pontificado del Papa Francisco. Pues en Roma, Félix encontró su camino.
 
 
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