Viernes, 27 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

¿Qué es la Nueva Era?


la moda de la New Age se esfumará pero las preguntas planteadas por ella permanecerán. Preguntas que hacen referencia al sentido del hombre, de la naturaleza, y de la divinidad. Preguntas a las que el cristianismo ha sabido y sabrá responder desde el misterio profundo e integral de Jesucristo, verdadera y única fuente de agua viva

por Monseñor Raúl Berzosa

Opinión

1. La Nueva Era es un fenómeno propio del siglo XX, la explosión de un nuevo tipo de espiritualidad.

La New Age nace como una especie de sensibilidad “epocal”, principalmente en los países y naciones de los llamados primeros mundos. Cuando se tiene el estómago lleno, hay que llenar también la cabeza y el corazón. Este nuevo fenómeno aflora como un gran pulpo, con tentáculos en todos los ámbitos culturales, pero al que es muy difícil descubrir los ojos y el cerebro.

¿Por qué se denomina al New Age también como “Era de Acuario”? - Porque nos encontraríamos casi al final de un ciclo astronómico (Piscis) e inicio de otro (Acuario). Hubo un tiempo en el que se vivió bajo el signo de Tauro, y aparecieron los imperios y religiones de Mesopotamia. Vino después Aries, y floreció la religión judía. El signo de Piscis, que comenzó su reinado el 21 de marzo del primer año de nuestra era, ha sido denominado “crístico” (IXCIS). Hacia el año 2016 el sol entrará en el signo de Acuario, y este signo traerá consigo una nueva religiosidad mundial capaz de reconciliar todas las demás religiones. Acuario va a suponer un nuevo orden mundial, una humanidad nueva, y una nueva religión. La New Age comportará una era de amor, concordia y luz, de verdadera liberación del espíritu. Se habla del retorno de un nuevo Cristo: no el histórico Jesús de Nazaret, sino de Maitreya.

La New Age (la “Era Acuario”) constituye una verdadera bomba de relojería para las religiones. Porque no se trata sólo de una religión más, ni de un nuevo movimiento o una nueva secta. Es una completa “gnosis”, o visión integral de la realidad. Y, lo que es más grave, no se enfrenta con el cristianismo, ni con las religiones en general, sino que se instala en ellos; e incluso utilizando su mismo lenguaje, su misma espiritualidad y sus mismos símbolos, les da un sentido completamente diferente.

2. La Nueva Era tiene una característica fundamental: es un nuevo narcisismo, y al mismo tiempo, una nueva concepción del universo.

La Nueva Era constituye un nuevo narcisismo donde se impone la vida privada, la utopía individualista y la revalorización de las propias experiencias personales. Este narcisismo sin embargo es compatible con la tendencia a pensar en planetario (en clave holonímica) en el sentido de que nos acercamos a pasos agigantados a una nueva sociedad, a un mundo nuevo, donde ni la política ni la religión ni las costumbres serán motivo de separación o de odio.

Junto al narcisismo y a la tendencia a pensar en planetario, asistimos a un nuevo desplazamiento de lo religioso y a un nuevo despertar religioso, algo así como una “nueva espiritualidad para una nueva era”, una especie de “retorno de lo sagrado-reprimido”.

David Spangler (1999) resumía con estos adjetivos la Nueva Era: holística (globalizadora: el todo en las partes y las partes en el todo); ecológica (La Tierra Gaia; nosotros somos como una neurona del sistema nervioso central de la Tierra); andrógina (el arco iris y el yin yang son símbolos que tienen que ver con la complementariedad de contrarios); mística (lo sagrado en todas las partes, incluida la vida cotidiana); planetaria (las personas enraizadas en su propia cultura, deben abrirse a la cultura universal buscando amor, compasión, paz, y un gobierno mundial).

3. La Nueva Era, aunque hunde sus raíces en los movimientos esotéricos del siglo XIX, es un producto cultural típico de la crisis espiritual del siglo XX.

Según otras opiniones sobre el origen y desarrollo de la New Age, ésta se remonta hasta los movimientos gnósticos de los ss. II-IV. Para otros es la convergencia de la transformación del socialismo en ecologismo; y del capitalismo individualista en narcisismo. Es algo así como la confluencia natural “postmoderna” de la caída y transformación de las dos grandes ideologías del s. XX. Hay quienes opinan que es fruto maduro de una “religiosidad postmoderna”: del geocentrismo al antropocentrismo; y de éste al cosmocentrismo.

Sobre su origen, el experto Luigi Brenzano, señala dos corrientes diferenciadas en la New Age: la europea y la norteamericana. La europea hunde sus raíces en la sociedad teosófica (1875) de Helena Petrovna Blavatsky y Henri Steel Olcott: pretenden llevar al hombre moderno, prisionero de los lazos del materialismo y de los dogmas de las iglesias tradicionales, hasta las fuentes de la antigua sabiduría, sobre todo oriental. Quiere ser una doctrina “puente” entre Oriente y Occidente, entre cristianismo y esoterismo, entre movimientos religiosos sectarios y los nuevos movimientos mágicos. En el s. XX, destacaron Paul Le Cour (18711954) y Alice Ann Bailey (18801949).

La corriente Norteamericana, por su parte, tiene como antecedente el transcendentalismo americano del S. XIX, como reacción al materialismo y utilitarismo ilustrado. El autor más conocido es Ralph Waldo Emerson. Este nuevo paradigma va tomando más forma en California en los años 50: desde grupos de Rosacruz hasta la Unity School of Christianity. Más tarde, en EE.UU., vino la revolución hippie, especialmente los grupos underground, que se convirtieron en el caldo de cultivo de la New Age en Norteamérica. El mercado New Age conjuga el bienestar y el bien parecer interno y externo, la alimentación y la estética, la ciencia y la espiritualidad, la economía y la ecología.

4. Rasgos espirituales que definen la New Age.

C. Vidal Manzanares se atreve, en una primera aproximación, y tomando como punto de referencia el cristianismo, a realizar este breve resumen: no existe lugar para un Dios Personal, creador y distinto de sus criaturas. Tampoco resulta claro el concepto de criatura, puesto que se funde en la divinidad, o se la valora sólo por sus niveles de conciencia, como si no tuviera consistencia propia.

No hay lugar para rendir cuentas ante un Dios Personal, ya que el hombre no es pecador o culpable, sino imperfecto, y esta imperfección va despareciendo en la medida que se alcanzan niveles superiores de conciencia, o mediante sucesivas reencarnaciones. Se ha escrito: “No somos pecadores por naturaleza, ni nos espera ningún castigo eterno, ni venimos a este mundo con ningún pecado, ni necesitamos a nadie que nos salve o redima, porque nunca hemos estado en venta. En realidad nuestra esencia es inmortal y tenemos por delante un futuro inimaginable”.

Los “puntos teológicos” del New Age son los siguientes:

+ Una nueva divinidad, desdoblada en dos realidades:

- Una especie de principio de totalidad frente al monoteísmo, que se define como teoría de los lazos, campos morfogenéticos, autoorganización del Universo, espiritualidad global, etc.

- Gaia (Gea) la diosa madre Tierra, entendida como ser planetario, organismo vivo, y cuyo “organo ejecutor” sería la humanidad. Todo lo que afecte a la Tierra afectará al hombre. Todo está unificado. Hay que descubrir la dimensión ecología en cada cosa y acontecimiento. Se sustituye la imagen paterna de Dios por la materna inmanente, cuya energía todo lo sustenta e invade. La piedad y religiosidad nuevas son matriarcales. Ni la fe en un Dios personal ni Jesús como Dios son ya sostenibles. Sólo a través de una sintonía e identificación mística con la naturaleza y el universo llegará el hombre a la libertad y encontrará su humilde puesto en el devenir cósmico.

+ Reencarnación positiva: El tema de la reencarnación, dentro del New Age, es algo muy popular. Tratado en forma científica y en forma novelada, es entendida como evolución optimista hacia la perfección total subjetiva y personal, según los diversos niveles de conciencia adquiridos. No es la reencarnación clásica oriental (más bien purgativa y purificativa), sino la positiva: porque en cada vida conseguimos niveles de conciencia cada vez más superiores. Unido al tema de esta reencarnación en sentido positivo, y para encontrar una base fiable y plausible, se encontraría la creencia en cuerpos energéticos, entre ellos un “cuerpo astral”, y en la importancia y sentido de los “chakras”. Otra forma de denominar los campos energéticos o el espectro energético es el “aura”, que incluso, se afirma, puede ser fotografiada.

+ Una nueva cristología: La base de la Nueva Era se centra en el nuevo regreso de Cristo. Pero de un Cristo total: capaz de unificar las fuerzas espirituales de la humanidad, resumidas en el triángulo Luz-Amor, Poder, capaz de darnos el nuevo agua de la Era de Acuario, y capaz de iniciarnos en nuevas formas de conciencia e iluminación anterior. Cristo es el paradigma de la humanidad, de la religión, y de la unión de las culturas orientales y occidentales. Es la espiritualidad del Cristo-Cósmico, del Cristo-Energía, del Espíritu Crístico-Universal, antes encarnado en grandes personalidades religiosas: Buda, Krishna, Jesús de Nazaret, Mahoma. De cualquier forma, el Cristo no es sólo uno, único, mediador y salvador. Se aplica a diversos personajes, y, finalmente, a cada uno de nosotros.

+ Una nueva teología cósmica, capaz de cubrir el vacío y sin sentido del hombre y la sociedad actuales, y abrir a una nueva liberación más integral que la meramente racionalista-ilustrada o práxica. Es una cosmología inspirada en la visión de Teilhard de Chardin, pero dando un paso más: es la evolución transformadora de la cosmogénesis a la biogénesis; y de la biogénesis a la antropogénesis. Una vez vivenciada la antropogénesis como conciencia colectiva y vivencia del amor total, se pasará a la noogénesis superior. Es decir, se pasa de lo natural inerte a lo biológico; de lo biológico a lo humano; de lo humano a la humanidad; y de la humanidad “nueva”, con conciencia ecológica y holística, o de fusión, a una conciencia superior y perfecta. Todo ello moviéndonos dentro de un inmanentismo (sólo un mundo: el nuestro) y de un panteísmo (todo es a la vez natural y divino).

+ En búsqueda del maestro interior que llevamos dentro: Una espiritualidad experimentada personalmente; no a las mediaciones institucionales (Iglesias) ni a las mediaciones sacramentales: La persona humana, según la New Age, es religiosa en el fondo de su existencia, pero no religiosa o religada a un Dios personal. Es religiosa en relación a un sentimiento y percepción originaria de la vida de la naturaleza, la percepción de sus leyes, la inmersión en la corriente “sobrenatural” de la vida misma. Es, en resumen, “místicamente ecológica”, o hace de la ecología su mística genuina. En aras de esta nueva mística debemos acabar con lo objetual, lo dogmático, y las concepciones teológicas de las grandes iglesias. La nueva teología y espiritualidad es funcional-dinámica y no objetual-institucional.

+ Un método gnóstico-esotérico, de autorrealización o del potencial humano: Cinco claves insistentes y subrayadas por la New Age: realización de uno mismo; armonía con el cosmos; responsabilidad “histórica” para con la nueva humanidad emergente; visión optimista de la realidad y del futuro; ampliación de los niveles d conciencia; primado de la experiencia personal.

Se privilegia la experiencia (no tanto creer como experimentar), la ortopraxis individualista frente a ortodoxia, la autotransformación por “puños y métodos” a la carta. Es una conciencia monista-progresiva del mundo (holismo) frente al dualismo cristiano. Y se aprecia un optimismo y una escatología benévola (todos salvados por la reencarnación) Se otorga el primado del amor como armonía-comunión, y de la felicidad en forma de bienestar personal, ya aquí y ahora.

Este movimiento del potencial humano es uno de los aspectos más valorados por los networks neperianos. El Human Potencial Movement se fija entres sus fines principales el desarrollo de las potencialidades latentes en el hombre en su más amplia disponibilidad para acoger experiencias de integración mente-cuerpo y todas las técnicas de expansión de la conciencia: “Expandid vuestra conciencia”, “Realizad vuestro yo”, “Pensad en positivo”, “Usad vuestro potencial creativo”, son los gritos de guerra…

Algunos autores hablan de “autosalvación” en dos versiones: al no ser Cristo el Salvador, las mediaciones salvíficas son “de métodos de autodesarrollo”; y la misma escatología, en forma de reencarnación, no es más que una “autosalvación”.

En el fondo, un nuevo concepto de religión (y de mística): Las religiones como organización carecen de valor desde el punto de vista de la verdad. Sólo tienen un valor social o histórico. La fe es una confianza, un dejarnos mover por la verdad confiadamente. Ninguna importancia tiene que se acepten unas ideas o no. Unos dicen que creen en unas doctrinas, otros que no creen en ellas; sin embargo, su nivel de ser puede ser el mismo, e incluso podría vivir con más fe, la persona que no acepta las creencias, y vivir con menos fe quien las acepta.

La fe que tiene una persona no se nota porque diga ‘creo en Dios’ o ‘no creo’, se manifiesta por la confianza con la que vive, por la paz y el equilibrio interior que expresa en su estar en la vida. La presencia de Dios, lo divino, no es algo que hay que alcanzar y que es extraño a la vida diaria. Lo divino es el trasfondo que tengo que descubrir en todo mi vivir. Es lo que dará sentido a mi vida, lo que únicamente me realiza. El camino de la religión es encontrar nuestra forma adecuada aquí y ahora de volver a unirnos a la Realidad, de religarnos.

5. La Nueva Era plantea retos muy serios a la Iglesia, en esta era postmoderna.

En otro lugares, he escrito y definido otros rasgos de la religiosidad de hoy. Los recuerdo:

- Una sociedad secularizada no es necesariamente una sociedad a-religiosa…No es la pura indiferencia lo que caracteriza nuestra sociedad sino el que las creencias escapan al control de las iglesias y religiones tradicionales (Hervièu-Léger). No está en crisis lo sagrado sino la “religión de iglesias”.

- La experiencia subjetiva es la norma religiosa (G. Anleo). Lo religioso se contagia por contacto personal y por contagio comunitario (P. Belderrain).

- Lo religioso hoy no se caracteriza por la síntesis sino por la yuxtaposición de doctrinas y ritos (F. Champion).

- Del fiel practicante hemos pasado al peregrino o coleccionador de experiencias y de religiosidad “a la carta” (Hervièu-Léger).

- Más grave aún: Se habla de una espiritualidad más allá de la religión y se insiste en que lo que está en crisis en la actualidad no es lo espiritual, sino, algunas formas de lo religioso: concretamente las religiones institucionales tradicionales, que se encuentran desorientadas, han perdido el contacto con la realidad y los sectores que mueven la sociedad (jóvenes), no aciertan a comunicarse adecuadamente con sus contemporáneos, y están en una permanente quiebra de credibilidad moral (ejem. pederastia y pecados de la larga historia de la Iglesia).

- La feligresía de las religiones tradicionales se ha “autoexiliado” voluntariamente, en silencio y por la puerta de atrás, sin plantear polémica con una institución con la que no creen que sea posible dialogar. Y se han ido, en muchos casos, no por falta de espíritu, de espiritualidad, sino precisamente por lo contrario: por insatisfacción insoportable con el espíritu estrecho y muerto que se respiraba de las instituciones religiosas.

- Se subraya que, tal vez, las religiones estén muriendo por habérselas pasado su tiempo (su “kairós”) pero dejarán un gran legado para la humanidad, lo mejor de sí mismas: la espiritualidad que quisieron vehicular y que con frecuencia sofocaron.

- La espiritualidad del futuro se llamará “laica” o de “vuelta a las fuentes” y de “recolocar la espiritualidad en su lugar natural”: la profundidad existencial de la persona (su espíritu); una espiritualidad de su propio cuerpo (ser más, sentir más, gozar más, amar más, reír más, bailar más…); una espiritualidad de sentir al otro como experiencia de lo sagrado; y una espiritualidad ecológica o de nueva relación sinergética con la tierra.

Sobre los retos que esta nueva teología plantea al cristianismo señalaremos, con M. Fuss, que está en juego, al menos, las siguientes realidades: la interpretación de lo religioso en clave panenteísta, fusionando cosmos-hombre y divinidad, sin la necesidad de recurrir a un Dios Trascendente. La no necesidad de un Cristo Mediador-Salvador, sino sólo como maestro interior. La necesidad de volver a una experiencia de Dios profunda, personal y comunitaria. El diálogo entre religiones. Y, finalmente, la profundización de dogmas como el trinitario, cristológico y la pneumatología.

a) por un lado, ante la New Age nos encontraríamos en una versión modernizada del sueño neoliberal norteamericano que desembocará en el fenómeno de la globalización “económica”. Sostengo en este sentido que la New Age es como el “alma o espíritu” de la globalización económica neoliberal. Baste leer, para reafirmar esta postura, las obras de Novak, Bell, Berger y Fukuyama.

b) La New Age, teológicamente, viene hundiendo sus raíces en lo que H. De Lubac denunció como los hijos de J. Fiore: la llegada de la tercera época del Espíritu, superando al Cristo carnal, en diversas y variadas versiones. Y convirtiendo el cristianismo en algo “desencarnado” (no sacramental ni eclesial) y gnóstico.

c) Por otro lado, y al final de este recorrido afirmamos que la moda de la New Age se esfumará pero las preguntas planteadas por ella permanecerán. Preguntas que hacen referencia al sentido del hombre, de la naturaleza, y de la divinidad. Preguntas a las que el cristianismo ha sabido y sabrá responder desde el misterio profundo e integral de Jesucristo, verdadera y única fuente de agua viva. Hay que seguir apagando la sed de las generaciones “de edades medias en las que ha cuajado” (abyssus abyssum invocat); “cuando no se cree en el verdadero Dios se cree en cualquier cosa” (M. Eliade); “cuando desaparecen los dioses de los altares, se llenan de demonios” (Heidegger). La mística cristiana, incluida la de genuina tradición carmelitana, encuentra actualidad y misión relevante en esta tarea. Todo un reto lleno de esperanza.

Monseñor Raúl Berzosa es obispo de Ciudad Rodrigo (España)

© Aleteia
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