Domingo, 24 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

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Los mártires dominicos de Castelserás

por Victor in vínculis

Los dos últimos dominicos, cuyos funerales podían contemplar en las fotografías de ayer, sufrieron el martirio junto al párroco de Castelserás (Teruel) estas son sus notas biográficas.
 
Beato José María Muro Sanmiguel
Nació en Tarazona (Zaragoza) el 26 de octubre de 1905. Cursa los estudios de humanidades, filosofía y teología en el Seminario Conciliar de San Gaudioso (Tarazona). Desde 1928 desempeñó los cargos de coadjutor de Villalengua, regente de Purojosa, coadjutor en Novallas, los tres pueblos de la provincia de Zaragoza.
El año 1934 tomó el hábito dominicano en Calanda. Cuando en 1935 ingresó en la Orden era un joven sacerdote secular, cuyo ideal se cifraba en “ser misionero y mártir”.
Consta que el ambiente martirial le acompañaba. Especialmente durante los últimos años de su joven vida cuando llegaron los días de persecución, estaba en Calanda completando estudios. Comprendía la gravedad de la situación, sugiriendo la conveniencia de marchar a Zaragoza pero siempre en manos de la Divina Providencia.
Cuando las milicias entraron en Calanda el P. Muro, huyendo del peligro, se dirigió a Torre Mazas camino de Alcañiz. El 29 de julio se acerca a una masía de Castelserás para preguntar por el camino más directo para ir a Alcañiz y le encaminan a otra masía donde se encontraban elementos significados del comité.
El P. Muro era una espléndida promesa que Dios tenía reservada para sí a los 31 años de edad. El 30 de julio a media noche marchó. Tenía 31 años de edad, ocho de sacerdocio y uno de profesión religiosa.
 
Beato Joaquín Prats Baltueña
Nació en Zaragoza en 1915. Recibió su primera instrucción en el colegio de los Padres Escolapios. Estudió latín y humanidades en la Precepturía de la misma orden. Con el advenimiento de la República interrumpe los estudios eclesiásticos y emprende los del bachillerato universitario.
Cuando se preparaba para ingresar en el Cuerpo de Correos, después de dos visitas al Santuario de Lourdes, hechas en junio y septiembre de 1935, manifestó la firme resolución de ingresar en el noviciado de la Orden de los Dominicos en Calanda. Era todavía novicio cuando dio comienzo la revolución.
Al tener que salir del Convento como los demás, pensó unirse al grupo que se dirigía a pie a Zaragoza pero su delicada salud le desaconsejaba que emprendiese tan larga caminata. Intentó refugiarse en casa de su abuelo paterno, en Mas de Las Matas (Teruel), a pocos kilómetros de Calanda, lugar de residencia de su abuelo paterno. Era el 29 de julio, hacia el mediodía.
De camino se encontró con el P. José Mª Muro y juntos decidieron afrontar la aventura. Al llegar al término municipal de Castelserás (Teruel), desconocedores de aquellos parajes, pidieron orientación para dirigirse a Alcañiz. Traicionados por una mujer que les orientó hacia una patrulla de milicianos fueron detenidos y encerrados en un lóbrego calabozo. Fueron sometidos a un juicio en medio de burlas y frases sumamente ofensivas, que recibieron con la cabeza baja y en silencio. Al joven fray Joaquín se le prometió la libertad si gritaba “¡Viva el comunismo!”. A lo que él contestó por tres veces “¡Viva Cristo Rey!”. Tenía 21 años de edad y ocho meses de novicio.
 
Beato Zósimo Izquierdo Gil
Nació en Villahermosa del Campo (Teruel), el 17 de diciembre de 1895. Hijo de Juan Manuel y Rosa. Fue bautizado el mismo día de su nacimiento. A los 13 años ingreso en el Seminario Menor de Belchite para estudiar Humanidades y luego prosiguió los estudios superiores en el Seminario Conciliar de Zaragoza. Fue ordenado sacerdote por el Cardenal Arzobispo de Zaragoza, Monseñor Juan Soldevilla y Romero (reseña al final del artículo), en el oratorio de su palacio, el 20 de marzo de 1920. Fue primeramente coadjutor de Ariño tres años, en donde se ganó el afecto del párroco mosén Urbano Marco, más tarde asesinado también en Caspe. Desempeño, posteriormente, los siguientes cargos pastorales: párroco de Corbatón, encargado de Alpeñes, párroco de Huesa del Común, regente, primero y después ecónomo de Castelseras (en la fotografía, bajo estas líneas, la iglesia parroquial). En el ministerio pastoral demostró entusiasmo y buenas cualidades para el trabajo con los niños, la enseñanza del catecismo y la implantación de la Acción Católica en sus inicios.
El 28 de Julio de 1936 las fuerzas revolucionarias llegaron al pueblo y enseguida comenzaron las detenciones y saqueos. Se dirigieron primero a la casa parroquial en busca de mosén Zósimo, con él estaba fray Arizmendi, estudiante dominico del convento de Calanda, que conseguiría salvar la vida. Mosén Zósimo les pregunto a los milicianos que era lo que pretendían y ellos le respondieron que la salvación del pueblo. Él les replicó: “-¿Con pistolas buscáis la salvación del pueblo?”. Ellos le insultaron. A los insultos, mosén Zósimo respondió con serenidad. Un miliciano intentó apuñalarlo, pero el sacerdote, mostrando gran valentía, le mostró el pecho. Seis personas sujetaron al agresor, desconcertado y encolerizado por las palabras del sacerdote. Algunos milicianos intentaron fusilarlo inmediatamente, pero el comandante del grupo se impuso y dijo que a nadie se podía fusilar sin juicio previo del Comité. Entonces mosén Zósimo fue declarado prisionero.
Con motivo del apresamiento del sacerdote, le robaron a su prima Joaquina Lázaro una importante cantidad de dinero, perteneciente tanto a los fondos parroquiales como personales. Así mismo, los libros, mobiliario y cosas de su pertenencia fueron arrojados al fuego. Consumados estos atropellos, mosén Zósimo y el estudiante dominico fueron conducidos a la cárcel. Allí el sacerdote ecónomo de Castelserás dio muestras de serenidad. Animó y confesó a los feligreses detenidos y les manifestó claramente su convicción de que sería fusilado. Durante ese tiempo el Comité lo llamó a declarar, pero se ignoran los detalles del interrogatorio. El rezo del Santo Rosario fue su escudo y fortaleza. Allí coincidió con los dos religiosos dominicos ya reseñados: el Padre José María Muro y Fray Joaquín Prats, del convento de Calanda. Los dos religiosos serán compañeros de mosén Zósimo a la hora de la muerte.
Se sabe que mosén Zósimo, como buen pastor de sus ovejas, pidió clemencia repetidas veces para sus compañeros de prisión y muy especialmente para los padres de familia: “-Matadme a mí - decía- que no dejo a nadie y poned en libertad a éstos que dejan sus hijos”.
El 30 de Julio, a las doce de la noche, junto con los dos religiosos dominicos, huidos del convento de Calanda, sacaron a mosén Zósimo de la cárcel y los subieron a todos a un auto que los esperaba en la plaza. Con dicho vehículo fueron conducidos hasta el lugar de ejecución que no estaba lejos. Saliendo del pueblo, pasaron el río Mezquin y los ejecutaron en una venta situada en la carretera de Alcañíz y contigua al río. Su actitud fue de resignación y perdón. Se arrodillaron para rezar. Uno de los milicianos les preguntó: “-¿Qué hacéis arrodillados?”. Mosén Zósimo le respondió que estaban rezando para encomendarse a Dios y pedirle perdón para ellos. Todos permanecieron arrodillados y así recibieron la descarga que acabó con sus vidas. El cadáver de mosén Zósimo fue particularmente profanado.
Según otro testimonio, parece que la ejecución fue de pie y tal vez después de acabar los rezos. El primer tiro se lo dieron a mosén Zósimo en las piernas y cuando se volvió para manifestar a sus verdugos el perdón, estos le respondieron con una descarga que le atravesó el cráneo y cayó desplomado.
Tenía entonces 40 años. Con esta última fotografía, en 2001, se hizo una escultura (foto anterior) en bronce, que se colocó en la párroquia natal del nuevo Beato.

 

El asesinato del Cardenal Soldevila
            Aunque no corresponde a la temática de esta obra, puesto que el Cardenal Soldevila fue asesinado en 1923, aprovechando que ordenó al Beato Zósimo Gil ofrecemos estas notas biográficas y la noticia de su asesinato.
Juan Soldevila y Romero nació en Fuentelapeña, (Zamora), el 20 de octubre de 1843. En 1889, después de varios destinos en la archidiócesis de Valladolid a la que pertenecía y de ejercer de secretario del Obispo de Orense fue nombrado Obispo de Tarazona y Administrador apostólico de Tudela. En 1902 hizo su entrada en la Archidiócesis de Zaragoza, donde en diciembre de 1919 recibiría la púrpura cardenalicia.
Entre muchos de sus trabajos pastorales impulsó las obras del templo del Pilar y logró que éste fuera declarado monumento nacional. Designado senador, defendió los regadíos, por lo que se hizo muy popular entre los aragoneses. También presentó una moción sobre el mal estado de las escuelas de primera enseñanza; y llevó al Senado una vibrante defensa de la ley del descanso dominical.
Con motivo de la guerra en el Riff publicó una Pastoral que fue comentada en casi toda la Prensa española. Realizó una intensa campaña a favor de los niños huérfanos como consecuencia de la I Guerra Mundial de 1914 a 1918. A petición de miles de aragoneses, que firmaron pliegos solicitándola, le fue concedida la Cruz de Beneficencia
Murió asesinado en un atentado terrorista atribuido al grupo anarquista Los Solidarios, del que formaba parte Buenaventura Durruti.
Así lo publicó “El Heraldo de Aragón”:
A las tres de la tarde del día 4 de junio de 1923 fue objeto de un atentado, que le causó la muerte, el cardenal arzobispo de Zaragoza, doctor Soldevila.
Como de costumbre, el cardenal Soldevila se dirigía en su auto, acompañado de su familiar reverendo Latre, a la residencia de las Paulas, situada en el término de Casablanca, próxima al manicomio.
En una revuelta del camino, cerca ya y frente al convento, comenzaron a sonar disparos hasta doce, quedando muerto el cardenal y heridos el familiar y el chofer Santiago Castañera.
Al ruido de los disparos profirieron gritos en demando de auxilio las monjas y unas mujeres de las fincas próximas. Estas dijeron que vieron correr a dos hombres, pistola en mano, y que uno de ellos iba vestido de mecánico y el otro con un guardapolvo, que se quitó al huir.
Los médicos del Manicomio reconocieron al cardenal, certificando su muerte y curaron al familiar y al chofer.
El cardenal Soldevila tiene una herida con orificio de entrada por la región escapular derecha y salida por la región pericordial izquierda, que le atraviesa el corazón.
El familiar tiene dos heridas, una en la muñeca izquierda y otra en el antebrazo del mismo lado, de pronóstico leve. El chofer Santiago Castañera recibió una herida en la parte lateral derecha del cuello, alojándose el proyectil en el pabellón de la oreja.
Desde el convento se avisó al juzgado y a las autoridades, acudiendo inmediatamente al lugar del suceso el juzgado, que comenzó a actuar, tomando declaración a varias mujeres y torreros que viven próximos al lugar del suceso.
Todos coinciden en que fueron dos los asesinos, quienes, al huir, tiraron las pistolas, un guardapolvo y cayéndosele a uno de ellos una moneda de cinco pesetas.
Un labrador apellidado Valero, al oír los disparos, salió de su casa con su carabina, y disparó sobre los agresores que huían.
El auto del cardenal tiene marcados doce impactos de bala. En su mismo coche y acompañado del provisor doctor don José Pellicer, fue trasladado el cadáver del cardenal Soldevila al palacio arzobispal, escoltado por fuerzas de seguridad y de la benemérita. Seguían al carruaje otros con las autoridades.
Al llegar al cabildo el cadáver fue depositado en sus habitaciones particulares, siendo nuevamente reconocido por los médicos.
Seguidamente se cantó un responso.
El cabildo se ha reunido, tomando acuerdos relacionados con el entierro. El cadáver será embalsamado y expuesto al público. El obispo auxiliar se ha hecho cargo de la archidiócesis.
El familiar reverendo Latre, que acompañaba al cardenal, ha dicho que absolvió al prelado, en sus últimos momentos.
En la plaza de la Seo, donde se halla el palacio arzobispal, hay una gran multitud. La noticia ha producido dolorosísima impresión.
El cardenal Soldevila vino a Zaragoza en los comienzos del siglo y se había distinguido en el culto a la Virgen del Pilar, organizando su coronación y muchas peregrinaciones y haciendo el arreglo parroquial. Era muy querido y respetado. Contaba el finado 80 años.
Hasta el momento presente el juzgado no tiene ninguna pista, ni hay ningún detenido. Las autoridades han celebrado una extensa conferencia.
En el álbum colocado en el vestíbulo del palacio arzobispal han firmado representaciones de todas las clases sociales.

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