Sábado, 23 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

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Beato José María Peris (2)

por Victor in vínculis

Liturgia y música
En Barcelona eran muy aficionados a la liturgia por la cercanía de Montserrat. Y mosén Peris supo aprovechar la coyuntura para elevar el nivel y dar una formación auténtica. Dice el padre Gabriel Mª Brasó:
En Barcelona existía ya un ambiente litúrgico debido a su proximidad al monasterio benedictino de Montserrat; pero, faltos de principios sólidos, los seminaristas hacían consistir la liturgia casi exclusivamente en las formas externas de su celebración. En cambio, el Beato les dio a conocer el verdadero sentido de la liturgia como oración oficial de la Iglesia y, por tanto, del sacerdote, y como fuente y norma de espiritualidad.
Organizó unas conferencias semanales a cargo de los seminaristas teólogos para analizar el origen histórico, el contenido doctrinal y el sentido espiritual de los diversos elementos del oficio divino”.
Aprovechó también la música como medio de formación. Al poco tiempo de llegar a Barcelona “tuvo que ausentarse el maestro de capilla y vinieron los cantores a pedirme que les dirigiese. Lo hice con gusto. Espero me pidan también que les instruya en canto gregoriano”. Y se lo pidieron.
Sus clases de teología pastoral fueron un éxito y muy prácticas, como atestigua más de uno de sus alumnos.
Trabajó intensamente en el canto gregoriano y polifónico como elementos de formación litúrgica y sacerdotal. Con todo esto, consiguió en muy poco tiempo el orden y disciplina en aquel Seminario, efecto espontáneo de esta profunda formación. . Un testigo afirma: "Fue un excelente rector del Seminario de Barcelona. Yo mismo oí decir al doctor Irurita, que no cambiaría a este rector por nada del mundo...". Su época de rectorado en Barcelona la considero como de oro.
 
Energía con prudencia
Voy estudiando la comunidad y tomando nota de no pocas cosas”, escribe el 15 de abril de 1933. Y añade: “Un poco claro hablé al señor obispo hace pocos días. De palabra se mostró firme y dispuesto a rajar. Ya le comunicaré más adelante a usted mis impresiones sobre el estado del Seminario”.
Y si de palabra estuvo firme, las obras no desmintieron a la palabra.
Pero mosén Peris tomaba estas decisiones con una prudencia exquisita, ya que era muy prudente y de gran fortaleza de espíritu... Todos los que pasaron por el Seminario de Barcelona siendo él rector le tienen un agradecimiento grande; no tengo idea de ninguno que esté amargado por él, aun aquellos a los que tuvo que eliminar. Aunque tuvo que corregir muchos defectos e incluso eliminar a algunos seminaristas, lo hizo con una gran caridad, prudente y delicado.
 
Fomento de vocaciones
Lo impulsó de manera muy eficaz, utilizando todos los medios a su alcance: la hoja Fomento de Vocaciones y El Sembrador; una muy amplia tirada de estampas vocacionales con texto en catalán y castellano; conferencias a diversos grupos de personas; la Obra de Fomento.
Asistió a la Semana Pro Seminario de Toledo, a la que presentó cuatro memorias: sobre la Obra de Fomento en Barcelona, sobre el concepto teológico de la vocación, sobre la falta de vocaciones en las clases altas de la sociedad y sobre lo que incumbe a los párrocos respecto a las vocaciones.
Para el curso 19351936 logró sesenta nuevos seminaristas, que no dejaba de ser un triunfo en circunstancias tan difíciles.
Publicó un folleto, Toma y lee, para suscitar vocaciones entre los jóvenes. Lo tiene terminado el 16 de febrero de 1936.
 A primeros de febrero de 1936 organizó un acto en la catedral para dar a conocer la encíclica Ad catholici sacerdotti. En junio de ese mismo año, con motivo de la misma encíclica, organizó una fiesta sacerdotal. Fue un gran éxito. Acudieron más de mil quinientos sacerdotes y religiosos.
Tenía preparada para el otoño de 1936 la Semana Pro Seminario en Barcelona.
Hay que suscribir lo que un sacerdote Operario, desde Barcelona, escribía a otro que trabajaba en Tucumán:
Mosén Peris está hecho un coloso en todos los terrenos y en todos los órdenes. Nos dio en Tortosa unos ejercicios capaces de hacer santo a cualquiera. En este curso sigue con la cátedra de Teología pastoral, con la dirección académica de la música, con el catecismo práctico a los teólogos y no sé cuántas cosas más. Pide a Jesús que le conserve la salud para seguir dando fruto. El Señor bendice sus esfuerzos y el Seminario de Barcelona va cambiando más que deprisa.
 
El trance es verdaderamente apurado
A partir de las elecciones del 16 de febrero de 1936 el Beato vivía los acontecimientos que se avecinaban confiando en Dios y esperando cuanto El permitiera.
Escribe el día 19 de febrero:
Gracias a Dios, nada desagradable nos ha ocurrido en el Seminario hasta ahora. Susto, inquietud, pavor a ratos, pasar la noche en vela, y nada másDigo hasta ahora porque acaso dentro de dos días, y aun mañana mismo, no podamos decir otro tanto... El trance es verdaderamente apurado. Los curas de los pueblos están muy amenazados, y acaso más que todos, el señor Obispo, contra el cual dirigió la puntería la prensa izquierdista en los últimos días. Me ha dicho él, y lo he sabido también por otro lado, que estaban ya señalados y armados los que debían asesinarle la noche del lunes... y, a pesar de todo, está tan tranquilo y respirando paz y ansias de mártir. Nuestros chicos están preparados como para salir. Y en cuanto a nosotros, que el Señor disponga como le plazca. Quisiera decir yo lo que dice el señor Obispo: -No nos caerá, no, esa breva, la breva del martirio”.
El 25 de marzo de 1936 está verdaderamente ansioso de sufrir el martirio. Escribe a don Buenaventura Pujol, rector del Pontificio Colegio Español de Roma: “Que venga lo que Dios quiera, y ¡ojalá que el Señor nos hallara dignos de ser elegidos para víctimas! Mas esto es pedir mucho, demasiado”.
Estaba próximo el día en que Dios iba a colmar los anhelos de martirio de este siervo de Dios. Don Clemente Sánchez testifica en el proceso:
Quiero añadir sobre el siervo de Dios José María Peris que, al estallar la guerra, estaba yo con él en el Seminario de Barcelona, y ante la proximidad de las turbas que habían incendiado varias iglesias vecinas, repitió varias veces: Quedémonos aquí, esto es, en el Seminario, y muramos mártires”.
 
Estalla la revolución
El sacerdote don Jaime Armengol era seminarista de Barcelona cuando comenzó la guerra civil, y recuerda perfectamente aquellos días tan trágicos. Dice hablando de mosén Peris:
Además de las disposiciones que dio con gran paz y equilibrio, hay que hacer constar que la mañana del día 19 de julio de 1936, mientras casi todos los superiores y seminaristas que allí estábamos nos hallábamos reunidos en el salón de actos, oyendo la radio, presos de pánico y nerviosismo, don José María Peris estaba en el coro, rezando con gran paz y quietud.
El ordenó la salida del Seminario, y noté, cuando disponía todas las cosas, gran serenidad y dominio de sí mismo, aunque también gran emoción al despedirse de nosotros”.
Don José Comas Gros, también seminarista, dice del beato:
Se interesó por los demás superiores (de los seis, tres sucumbieron mártires) y seminaristas que estábamos en el Seminario. Aquellos días era más frecuente su oración y más profunda su confianza en la Divina Providencia.
El día 19 permanecimos en el Seminario en expectativa; la Guardia Civil rodeó la Universidad, que está frente al Seminario. Aquella noche salimos todos del Seminario. El día 20, por la mañana, el beato, con don Francisco Sanjuán, que era vicerrector, un criado y el testigo, con algunas religiosas, volvimos al Seminario. Permanecimos hasta el día siguiente, 21, a media mañana. Yo, como el teléfono no funcionaba, fui al palacio del señor Obispo para recibir órdenes. Cuando llegué al edificio acababan de asaltarlo los revolucionarios. Regresé al Seminario y en aquel momento empezaban a asaltarlo.
El siervo de Dios y los demás que estaban allí salieron por una puerta disimulada y se refugiaron en la casa de un vecino, llamado Brau, donde los encontré. De allí marcharon al Seminario de Las Corts. Allí fui a verles y les ayudé en misa. Después pasaron a casa de un señor, apellidado España. En esta casa celebró la santa misa el beato, por última vez, el día 25, festividad de Santiago. Yo mismo se la ayudé. Ya no nos vimos más.
Me dijo que tenía el plan de marchar a su pueblo. Estaba muy tranquilo y conformado plenamente en la voluntad de Dios”.
 
En el Seminario de Las Corts
En varias partes había leído que a don José María Peris, los primeros días de la revolución, lo llevaron a la Comisaría, en Barcelona, confundiéndolo con otro. Me entró curiosidad, explica don Juan de Andrés Hernansanz  y quise averiguar algo de esto.
Ciertamente, en carta escrita el 10 de enero de 1949 por don José Martí, presbítero, que a la sazón estaba en el Seminario de Las Corts de sacerdotes retirados, se cuenta con todo detalle. La carta va dirigida a don Manuel Casanova.
Dice que mosén Peris, uno de los primeros días de la revolución, fue a refugiarse al Seminario de Las Corts. Salió del Seminario Diocesano por la puerta que da a la calle Consejo de Ciento, mientras asaltaban la casa por la calle Diputación. Al día siguiente de llegar allí mosén Peris, un sacerdote de Tortosa llamado reverendo Gasset -un poco excéntrico- recibió la visita de un pobre hombre al que entregó un escrito para una enfermera de la Cruz Roja, pidiéndole un uniforme para evadirse. A ese pobre hombre lo detuvo una patrulla de la F. A. I., y le encontraron la carta de mosén Gasset.
A renglón seguido se presentó la patrulla, bien armada, en el Seminario de Las Corts, llevando a dicho hombrecillo y preguntando por el reverendo Gasset.
Registraron el Seminario de sacerdotes retirados y no encontraron a dicho mosén Gasset, que había escapado saltando la tapia del huerto. Pero en su habitación encontraron cabellos recién cortados y averiguaron que pertenecían a don José María Peris. Este llegó con la tonsura recién abierta y mosén Gasset le había cortado a rape el pelo.
Al no encontrar a Gasset detuvieron al prior y a mosén Peris, creyendo que éste era el dicho Gasset, y a tres criados. Al subirlos al camión, “el reverendo Peris se santiguó y uno de aquellos esbirros le apuntó con la escopeta, diciendo: es un cura, hay que matarlo. El reverendo Peris respondió sin inmutarse: -Está claro que lo soy”.
Los llevaron al Tribunal Revolucionario de la F. A. I. Fueron interrogados y el médico del establecimiento, que se personó allí, declaró que ninguno era el reverendo Gasset. Los dejaron libres.
Don José María Peris “permaneció unos días entre nosotros, edificando a todos por su serenidad y resignación, celebrando todos los días la santa misa y rezando casi continuamente”.
Obtuvo un salvoconducto y marchó a su pueblo para acompañar a su sobrina Lourdes, de diez años, que estaba hospitalizada en Barcelona.
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