Sábado, 23 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

Analizamos: ¿qué pretende Hollande?

El Observatorio de Laicidad busca «eliminar obstáculos» para el diseño social

Javier Álvarez Perea afirma que esa ideología «no descansa porque se cree en posesión de la genuina doctrina constitutiva de la sociedad democrática».

Carmelo López-Arias / ReL

Franois Hollande y Manuel Valls.
Franois Hollande y Manuel Valls.

La prentensión de François Hollande, formulada por su ministro del Interior, Manuel Valls (cuyas relaciones con la masonería son conocidas), de crear un Observatorio Nacional de Laicidad para perseguir actitudes religiosas "potencialmente peligrosas" ha desatado todas las alarmas en Francia, ante lo que parece el primer paso de una persecución encubierta.

Javier Álvarez Perea, profesor de Filosofía, acaba de publicar una obra sobre el fenómeno del laicismo (El colorante laicista, Rialp) que aborda los orígenes, la historia y las pretensiones de esta ideología. Le hemos preguntado como experto acerca del alcance preciso de lo que pretende el presidente galo.

¿Hasta dónde va a llegar Hollande? ¿Es un brindis al sol o una intención política de largo alcance?
El diseño social que, a nivel global, se está experimentando no es un hecho accidental, ni tampoco una exigencia social sino que atiende a una clara intencionalidad marcada por determinadas ideologías dominantes como la de género, homosexualidad o la denominada cultura de la muerte.

¿En qué consisten esas ideologías?
Son proyectos políticos que pretenden satisfacer falsas demandas sociales a través de la generación de "nuevos derechos" que no existen de manera natural y que pueden encontrar en la conciencia religiosa en general y, en el catolicismo en particular, una oposición basada en serios fundamentos morales y jurídicos.
 

Javier Álvarez Perea.
Lo cierto es que son votadas. Hollande acaba de ganar...
Pero la política contemporánea es profundamente demagógica y antidemocrática aunque su poder proceda de las urnas, ya que no admite voces discordantes que disientan u obstaculicen sus proyectos. Por esta razón se pretende crear un "observatorio de la laicidad" cuya finalidad va perfilándose vagamente pero que apunta -según el ministro Manuel Valls- a detectar la violencia potencial que pueda generarse en los ámbitos religiosos deviniendo en "patología religiosa".
 
¿No es cierto que se da esa violencia?
¿Qué nos debe hacer suponer que la religión es un fenómeno potencialmente más peligroso que cualquier otro tipo de iniciativa social? Siempre hay quien pueda pensar en los desgraciados sucesos que el terrorismo islámico ha dejado en nuestro recuerdo pero, ¿nos legitima eso poner bajo sospecha a toda religión?

¿Qué se pretende, entonces?
Con estas propuestas se desacredita públicamente al mismo hecho religioso al que se le atribuye directa o indirectamente ser un enemigo potencial de la vida democrática y de la vida pública. De esta manera no cabría otra opción que el control de la conciencia religiosa porque puede obstaculizar la aplicación de esa “hoja de ruta” que nos encamina hacia el nuevo diseño social.
 
¿Qué le molesta al presidente francés de la religión?
Personalmente pienso que la religión en sí no le molesta al gobierno de Hollande, sino que lo incómodo es la incapacidad de dominar y silenciar millones de conciencias que dicen no: no al matrimonio homosexual, no al aborto y la eutanasia, no a la manipulación genética, no a todo aquello que atente contra la dignidad humana.
 
Una obra completa y sencilla para entender un debate cuyo resultado va a caracterizar el futuro de las sociedades occidentales.

Una "religión civil" sí está en la tradición republicana francesa...
Si se tratase de algo así como una "religión civil" -al estilo de la propuesta de Rousseau-, entonces la religión sería un elemento de gran "utilidad pública" pues, indudablemente, ofrece cohesión social.

Pero una religión civil ¿es una religión?
Tenemos la experiencia de las "religiones nacionales". En aquellos países donde determinadas iglesias están adscritas de alguna manera al poder político, el fenómeno religioso no ofrece problemas porque está “domesticado” y atiende a las indicaciones políticas dominantes: designación de mujeres para el servicio religioso, control de la natalidad, celebración de matrimonios homosexuales, etc.

Y la discrepancia se paga...
Lo que no emana de la experiencia de la fe ni de la reflexión teológica se impone por la fuerza de la ley. Pero quienes no se acogen a una disciplina de Estado generan incomodidad, por eso hay que estigmatizarlos como aquellos que suponen una amenaza.

¿Esta imposición de una ideología es propia del socialismo?
Esto no es nuevo ni patrimonio exclusivo del socialismo. El año 2003 Chirac encargó el denominado Informe Stasi que tenía la finalidad de definir y aplicar el principio de laicidad. Entonces se miraba hacia el islam como fundamento de un fenómeno social emergente que había que integrar. Dicho informe se remitía a la ley de 1905 como momento culminante de la disociación entre las iglesias y el Estado tal y como se hace otra vez; si bien la Iglesia católica vuelve a estar en el punto de mira.

¿Y a dónde conduce esto? 
La incursión en las religiones con el pretexto de que son asociaciones potencialmente peligrosas para la sociedad puede llegar a suponer la generación de una verdadera ‘policía del pensamiento’ al más puro estilo orwelliano.
 
¿Es una excentricidad del laicismo, o su esencia?
No son excentricidades sino la consecuencia de un laicismo agresivo que tiene una antropología de fondo y que quiere imponerse como ideología hegemónica en las sociedades democráticas contemporáneas para generar su propio ideal de humanidad. Y el laicismo no descansa pues se cree en posesión de la única, genuina y legítima doctrina constitutiva de las sociedades democráticas.
 
¿Qué métodos va a emplear para ello?
El medio más eficaz del que se sirve es el “asalto al Estado” poniendo en entredicho la distinción entre el Estado y la sociedad civil: es de manual básico de la teoría política liberal. No es lo mismo el Estado que la sociedad civil ni las prerrogativas que le corresponden a cada uno de ellos. Sin embargo, el Estado tiende a absolutizarse invadiendo ámbitos y competencias que no le corresponden.
 
Como en España con la Educación para la Ciudadanía...
No se trataba de adquirir unos conocimientos teóricos acerca de legislaciones, corrientes éticas o costumbres sociales, sino de asumir un modelo ético diseñado por el gobierno y ponerlo en práctica como ciudadano ¿Puede haber mayor injerencia en la conciencia social? Se trataba, en definitiva, de imponer una «moral pública» -expresión que ha sido utilizada ahora por el gobierno de Hollande-.
 
Y ¿qué es "lo público", en esta perspectiva?
A mi me parece que es una expresión preocupante. ¿Qué quiere designarse con ella? ¿A qué se alude con lo público?¿Quien se arroga el monopolio de lo público?¿Cuáles son los fundamentos de esa moral? Insisto en que estas iniciativas proceden de la confusión a que antes aludía. En la sociedad civil tienen cabida todas las personas independientemente de sus filiaciones políticas, religiosas o filosóficas.
 
¿Cómo caben?
El hecho de que el Estado se mantenga dentro del marco de la aconfesionalidad -cual es el caso de la Constitución española vigente- o dentro del principio de laicidad -como en el caso francés-, solo puede ir encaminado a garantizar la igualdad legal de todos los ciudadanos y la libertad de conciencia. La sociedad civil está formada por gente de a pie y cada cual tiene su propia conciencia moral, de tal manera que si coincide que un gran número de personas son católicas -por poner el ejemplo que nos es más cercano-, cabe hablar de una conciencia católica en la sociedad. Tratar de imponer otra moral a los ciudadanos por la vía legislativa, es una auténtica transgresión de las conciencias.

Y eso no es patrimonio sólo del PSOE...
No forma parte del patrimonio ideológico del socialismo europeo, aunque les toque el papel de ponerlo en marcha. En el caso de España, después de un año de gobierno del Partido Popular no se ha derogado ni una sola ley de ingeniería social, incluida la EpC. Muy al contrario, se da por sentado que esto forma parte del nuevo acervo moral y cultural de Europa y se asume como un signo de modernidad contra el que no se puede luchar.

¿Cuál es el origen ideológico del laicismo?
Tradicionalmente suele ubicarse en el movimiento ilustrado francés donde coexisten tanto posiciones ateas como gnósticas con el común denominador de un anticlericalismo arraigado. La conciencia ilustrada ha denostado la conciencia religiosa porque ve en ella una amenaza para sus pretensiones que no es otra que la de diseñar una nueva sociedad basada en una nueva antropología.

¿Es esto masónico?
Se trata de una propuesta de marcado origen masónico. Si el lector tiene la curiosidad de leer acerca de la masonería y sus proyectos de erradicar la civilización cristiana, verá que ahí está la raíz del laicismo antirreligioso. Por otro lado las logias actualmente tienen páginas webs y se muestran abiertamente, cualquier persona puede leerlas. Políticamente la masonería está más vinculada al liberalismo que a los movimientos de izquierda.

Pero es la izquierda la más virulenta...

Otra cosa es que la historia los haya hecho coincidir. Las revoluciones comunistas profundamente anticlericales, pero por motivos diferentes, han coincidido con las ofensivas laicistas liberales resultando de ello una mezcla explosiva en los siglos XX y XXI, sobre todo por los distintos maquillajes que ahora usan.

El laicismo español ¿es autóctono?
No, bebe de las fuentes francesas, a los ilustrados españoles se les llamaba afrancesados. Con las invasiones napoleónicas tomó forma en España aunque se caracterizó más por su anticlericalismo que por el laicismo propiamente dicho. De hecho, en un siglo XIX convulso y plagado de cambios políticos pasamos de la matanza de frailes a las Cortes liberales de Cádiz que dieron lugar a una Constitución confesional católica.

Y bien, ¿cuál es la alternativa a todo este laicismo?
Precisamente este Año de la Fe puede ser un impulso del Espíritu Santo para ir proponiendo alternativas a la situación. No es un capricho del Papa convocarlo y pedir a los católicos que estudien los textos conciliares desde la hermenéutica de la continuidad (bajo la luz de la tradición que se decía antes) y el Catecismo de la Iglesia católica. Se trata de tomar conciencia de quiénes somos y cual es nuestra posición ante los desafíos del presente e integrar nuestra fe en la vida cotidiana. No se puede ser católico en el templo y olvidarnos de Dios en la vida profesional, social o política.

Especificando...
Como ciudadanos, como miembros de pleno derecho de la sociedad civil hay que tomar decisiones y poner límites, rescatando todas y cada una de las prerrogativas que nos corresponden, sin concesiones, ejerciendo nuestros derechos y nuestras obligaciones. Asuntos de vital importancia como la educación no pueden quedar en manos del Estado ni de las empresas concesionarias que les siguen el juego a cambio de los beneficios económicos que les aporta el concierto educativo, aquí parece haberse invertido el principio de subsidiaridad.

Pero quien se significa, sabe lo que le espera...
Como católicos estamos también obligados a intervenir en la vida pública dando testimonio de lo que somos. Azotan muchos vientos contrarios, pero no por ello podemos claudicar en nuestro doble deber de cristianos y de ciudadanos.

No basta el voto, entonces...
La responsabilidad es grande, el juego de la democracia no puede agotarse al momento electoral. El voto no es un cheque en blanco que se concede a los políticos para que hagan y deshagan a su antojo. La ciudadanía tiene el deber y el derecho de exigir a sus representantes (que son todos, no solo el gobierno) que respondan a sus exigencias.

¿Por qué los católicos no lo hacen?
La ciudadanía católica, que es muy numerosa, debe tomar conciencia de que su fe no es un elemento accesorio, que no es un ciudadano de segunda categoría y tiene pleno derecho a participar en la vida pública.

¿Es posible la coexistencia neutra entre quienes aman la religión y quienes la odian?
Sinceramente pienso que la neutralidad es un mito de la teoría política de nuestro tiempo, que se hace extensible a otros campos del saber. Siempre hay una intencionalidad y siempre hay una comprensión de la realidad en los actores sociales.

¿Entonces?
La cuestión la replantearía en claves de si se puede vivir pacíficamente y en armonía en una sociedad plural y democrática contemporánea. Y la respuesta es afirmativa: se puede y se debe. La cuestión es que hay que asumir de una vez por todas que cualquier planteamiento moral no puede tener cabida en nuestra sociedad, que no todo es cuestión de gustos y que, ante todo, la dignidad humana debe ser defendida desde el instante mismo de su concepción hasta la muerte natural.
¿Por qué? ¿Porque es la base de todo?
No estoy hablando de otra cosa que de la auténtica defensa y promoción de los Derechos Humanos que además, están en el pensamiento de Benedicto XVI como el último vestigio de Derecho Natural. La «dictadura del relativismo» exige ser derrocada y cada vez son más los intelectuales que así se están pronunciando.

¿Es una guerra cultural que ha de saldarse con la victoria de unos o de otros?
No quisiera hablar de una guerra porque creo que los creyentes no estamos en este momento tomando una actitud combativa, pero ciertamente se están desarrollando batallas culturales de primer orden donde parece que el laicismo toma muy buenas posiciones. Sin duda es preocupante pero la victoria final está asegurada para los cristianos, pero no porque yo lo augure, sino porque lo dice Cristo: «Yo estaré con vosotros siempre, hasta la consumación del mundo». (Mt. 28, 20); y lo dice la Virgen en Fátima: «Al final mi inmaculado corazón triunfará».

¿Qué aporta a todos estos debates el diálogo sobre Dios que el Papa actual propugna e incluso ha mantenido?
Joseph Ratzinger, ahora papa Benedicto XVI, es un intelectual de primer orden que como hombre de hoy, ha sabido ir a la raíz de los problemas y establecer un diálogo abierto desde la perspectiva del intelectual católico. En este sentido ha dado buena muestra de la apertura de la Iglesia a los problemas de nuestro tiempo, ofreciendo alternativas verificables desde el pensamiento y desde la fe. El diálogo fe-cultura se ha enriquecido extraordinariamente gracias a las aportaciones del entonces cardenal Ratzinger, y esto ha dado sus frutos.

Pero eso no se traduce en nada práctico... 

Hay que reconocer que, en gran medida, Dios ha sido expulsado de nuestra sociedad secularizada, por eso el hecho de que intelectuales reputados retomen el asunto estimula en la razón humana una apertura hacia la trascendencia que se concreta en la mirada hacia el misterio Divino.

¿Hay un interés real en esos filósofos agnósticos o ateos sobre estas cuestiones?
A mi me parece que los intelectuales y los filósofos realmente honestos y están comprometidos con su actividad mostrándose sinceramente abiertos a la búsqueda de la verdad, y el asunto de Dios es una constante en la historia del hombre. El fenómeno religioso es universal y no puede ser ignorado, así como las aportaciones que la Iglesia ha realizado y realiza en el crecimiento cualitativo de la humanidad: el cristianismo humaniza.

¿Cómo ve usted esto como filósofo?
Entiendo que el asunto religioso no es secundario en el debate filosófico de nuestro tiempo. Se puede plantear desde la evolución vital personal al estilo de Vattimo o como análisis de las aportaciones a las sociedades democráticas contemporáneas al estilo de Habermas, pero ningún filósofo que se precie ha rehusado reflexionar acerca de Dios.

¿Y se valora la aportación de la Iglesia?
Hastiados de relativismo, son muchas las voces que ven en el mensaje de la Iglesia unos fundamentos sólidos de reconocimiento y promoción de la dignidad inalienable de la persona, imprescindibles para la convivencia social. El interés es sincero, si bien el debate no es tanto sobre si Dios existe o no, sino acerca del papel que deben desempeñar las religiones en el espacio público actual.

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