Viernes, 19 de abril de 2024

Religión en Libertad

«¡Ay de los que ansían el día de Yahvé!», clamaba el profeta Amós

Unos consejos de monseñor Pope para quienes desean que el Señor venga pronto y castigue al mundo

Sombra de un hombre contemplando la aurora boreal.
Hay una forma legítima y deseable de esperar la Parusía. Y una forma espiritualmente desastrosa. Foto (contextual): Ihor Malytskyi / Unsplash.

C.L.

Charles Pope es licenciado en informática, se ordenó sacerdote en 1989, se especializó en Sagradas Escrituras, ejerce como párroco de San Cipriano en Washington, D.C., y aloja su blog en la página web de la archidiócesis. Es un influyente creador de opinión católico en Estados Unidos. Tiene la virtud de decir las cosas convenientes de forma caritativa pero muy clara, sin importar si molestan o no: hay que predicar "a tiempo y a destiempo", pedía San Pablo (2 Tim, 4, 2).

Y en uno de sus post aborda una cuestión en forma de pregunta: "¿Estás realmente preparado para la venida del Señor?".

[Lee también en ReL: Los cuatro consejos de monseñor Pope para la venida del Señor: «¡Puede que venga pronto!»]

El contexto del deseo de la segunda venida

Porque hay en su círculo -explica- muchos cristianos (y entre ellos, "hermanos católicos") que hablan "con gran convicción de que el Señor puede venir pronto, o al menos traerá un gran castigo sobre el mundo; hay casi un deseo de que eso ocurra", dice.

Ese deseo tiene, desde luego, una base bíblica. El Nuevo Testamento se cierra en el Apocalipsis con unas palabras muy claras. "¡Ven, Señor Jesús!". Y la misma liturgia incluye, en el embolismo que sigue al Padrenuestro en la misa, una oración sobre esa venida: "Líbranos Señor de todos los males y concédenos la paz en nuestros días, para que ayudados por tu misericordia, vivamos siempre libres del pecado y protegidos de toda perturbación, mientras esperamos la venida gloriosa de nuestro salvador, Jesucristo".

Hay, pues, concluye monseñor Pope, un deseo "apropiado" de la segunda venida del Señor. 

Monseñor Charles Pope, en una homilía en la basílica de la Inmaculada Concepción en Washington, D.C.

Monseñor Charles Pope, en una homilía en la basílica de la Inmaculada Concepción en Washington, D.C.

Sin embargo, "tampoco debemos olvidar el contexto de ese deseo. El contexto lo constituyen el arrepentimiento y la humildad, lo constituye nuestra necesidad de ser purificados y apartados del pecado para estar preparados" para ese día del Señor.

Las palabras del Apocalipsis, pues, suceden "sólo tras un periodo de intensa purificación para la Iglesia", con "sufrimientos purgativos y persecuciones a los fieles". El deseo de esa venida, pues, tiene que estar enmarcado por una gran humildad, suplicando la gracia de la misericordia no sólo sobre nosotros, sino sobre el mundo entero, para que nosotros y el mundo estemos preparados antes de que el Señor venga".

¿Estaríamos entre los escogidos si viniese ahora?

"El peligro que hay que evitar en nuestro deseo de la venida del Señor", aconseja monseñor Pope, "es una noción triunfalista de que ´Dios le dé al mundo el castigo que merece´. Porque al pedir a Dios que aplaste a los malvados, no deberíamos presumir con demasiada facilidad que nosotros no estaremos entre los aplastados".

"Dios es santísimo, y en su segunda venida, o incluso en una venida sobre el mundo en forma de ´mero´ castigo, podría no incluirnos necesariamente a nosotros en el círculo íntimo de los bendecidos, sea cual sea el elevado concepto que tengamos nosotros de nosotros mismos. Insisto, Dios en santísimo, y hay muchas razones para no desear estar presentes en el Gran y Terrible Día del Señor", continúa, y recuerda la advertencia del profeta Amós (5, 18): "¡Ay de los que ansían el día de Yahveh!".

Monseñor Pope insiste en que para el cristiano es legítimo y obligado "esperar a su Hijo Jesús que ha de venir de los cielos, a quien resucitó de entre los muertos" (I Tes 1, 10), sólo insiste en el contexto: arrepentimiento y necesidad de la gracia salvadora de Dios. "¡Sí, Señor, ven!", concluye: "Pero, por favor, prepáranos para ese grande y terrible día, el día del sobrecogimiento. ¿Qué podré alegar en mi debilidad? ¿Quién intercederá por mí?... Líbranos del orgullo que nos hace olvidar que necesitamos tu misericordia todos los días, como la necesitan nuestros enemigos y quienes te rechazan".

Publicado en ReL el 25 de agosto de 2012.

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