Lunes, 25 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

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De la verdadera naturaleza de la crisis

por En cuerpo y alma

 
            Todavía nos empeñamos los españoles en hacer análisis de la terrible crisis que nos asuela en términos estrictamente económicos y cortoplacistas. Que si el denostado ladrillo, que si la conducta irresponsable de los bancos, que si esto que si lo otro... Y hay, desde luego, muchos factores económicos y en el corto plazo que han coadyuvado al estallido de esta crisis feroz, o que, por mejor decir, han sido su espoleta. Pero lo que en España ha pasado verdaderamente es que con ocasión de una crisis de tipo financiero y de alcance mundial, nos han explotado en la cara todas las cosas que los españoles llevamos años, pero que muchos años, haciendo mal aquende nuestras fronteras. Y se me ocurren algunas a bote pronto.
 
            Destrozar la célula básica de la sociedad que es la familia, la cual sirvió de sustento en la anterior crisis de los años 70-80 en que todavía no se había consumado su destrucción mediante múltiples leyes que la atacan desde todos los flancos.

            Desvirtuar la pirámide demográfica, fomentando todo lo que vaya en detrimento de la natalidad, lo que nos emplaza ante la segunda fase del problema, la necesidad de empezar a eliminar también ancianos y minusválidos, pues al no haber jóvenes para mantener el estado del bienestar, dichos ancianos y minusválidos para los que principalmente se creó, se convierten en una carga insoportable para éste.
 
            Renegar de que sólo somos individuos de una única especie que es la humana, para pasar a considerarnos miembros inseparables de comunidades de intereses enfrentadas, condenadas a la lucha unas contra otras. Es la otrora llamada lucha de clases, que en su versión agigantada s. XXI ya no enfrenta sólo a obreros contra empresarios, sino también a padres contra hijos, a hombres contra mujeres, a jóvenes contra adultos, a homosexuales contra heterosexuales, a los de unas regiones contra otras, diría que hasta a fumadores contra no fumadores, convirtiendo lo que antaño eran los fundamentos de una enriquecedora diversidad y una divertida complementariedad, en los pilares de una lucha inexorable e inaplazable.
 
            Creer que cada uno se puede crear su pequeña nacioncita como si de un juguete se tratara, con multicolores banderitas inventadas, con un folklore elevado a la categoría de religión, con una historia fabricada, despreciando la verdadera nación, la que nos une a todos desde tiempos inmemoriales, entre las primeras de la historia por no decir la primera, proyectada al mundo como ninguna otra desde todas sus regiones.
 
            Pensar que cada uno puede fabricar la verdad a su conveniencia, renunciando a buscar la verdad única y, valga la redundancia, verdadera, porque cualquier cosa puede ser verdad, bastando con desearlo o con cambiarle el nombre a las cosas, para que éstas sean exactamente aquello que nos conviene o deseamos que sean.
 
            Atacar todo aquello que alimenta la faceta más espiritual de la personalidad individual de cada uno, la religión, la educación, en detrimento de la faceta más materialista de la persona, indisolublemente apegada al consumo, al placer y a la carne, presentados como verdaderos y únicos fines de la persona.
 
            Creer que sólo nacemos con derechos y sin deber alguno, sin aceptar que los derechos hay que ganárselos cada día, y olvidando que cada derecho de los demás se corresponde necesariamente con un deber nuestro.
 
            Hundir la educación con la excusa de hacerla más amable, denostando los principios de competitividad, de esfuerzo, de sacrificio, del mérito, del premio y del castigo, primando la mediocridad y la mimetización de nuestros niños y jóvenes en la amorfa masa, en detrimento de la calidad, de la excelencia y la distinción.
 
            Utilizar esa misma educación para el adoctrinamiento de los niños en la ideología conveniente en cada momento y lugar, en detrimento de la formación humana, técnica e intelectual.
 
            Pensar que es posible un sistema económico en el que no es necesario ni trabajar ni arriesgar, y que todo nos vendrá dado por añadidura, con un Hermano Mayor que no es otro que el Estado que nos suministra el soma y provee por nuestra seguridad, por nuestra prosperidad y por la calidad de nuestra vida, permitiéndonos despreocuparnos de ellos.
 
            Estas son sólo algunas de las verdaderas razones que nos han llevado a la crisis enorme que padecemos en Europa, y en mayor medida aún en España. Sólo en la medida en que les pongamos remedio, saldremos de ella. Si no lo hacemos, es posible que hasta pasemos por situaciones transitorias de aparente alivio. Pero tarde o temprano, la crisis volverá a enseñorearse de nuestra sociedad.
 
 
            ©L.A.
            encuerpoyalma@movistar.es
 
 
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