Domingo, 22 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

Nuestros Caballos de Troya


Nos dice Magdi: "En el curso de los últimos años he denunciado repetidamente la ignorancia, el temor, la sumisión e incluso la unión ideológica de los laicistas que odian el cristianismo pero se prosternan delante de los musulmanes; de los cristianos que confunden Cristo con un revolucionario tercermundista y atacan de buen grado a la civilización cristiana; de los católicos que no quieren al Papa y fomentan tensiones y conflictos en el interior de la Iglesia

por Pedro Trevijano

Opinión

Acabo de leer el artículo de Magdi Cristiano Allam, sobre la expansión del Islam en Italia. Es una situación alarmante que pone una vez más al descubierto el riesgo que hay en Europa de un auténtico suicidio de Occidente, debido en buena parte, a como ya denunció Juan Pablo II, a la alianza entre democracia y relativismo.

Hace unos años leí el libro de Magdi: “Grazie Gesú. La mia conversione del Islam al Catolicesimo”, en el que narra su conversión y su bautizo, confirmación y primera comunión en la Vigilia Pascual del 2008 de manos de Benedicto XVI. Sus análisis pueden dar lugar a abundantes reflexiones.

Nos dice Magdi: “En el curso de los últimos años he denunciado repetidamente la ignorancia, el temor, la sumisión e incluso la unión ideológica de los laicistas que odian el cristianismo pero se prosternan delante de los musulmanes; de los cristianos que confunden Cristo con un revolucionario tercermundista y atacan de buen grado a la civilización cristiana; de los católicos que no quieren al Papa y fomentan tensiones y conflictos en el interior de la Iglesia; de los comunistas que, después de haber perdido la batalla histórica contra el capitalismo, ponen su confianza en el Islam, a los pacifistas a sentido único y a los no globales violentos que tratan de disgregar y abatir desde el interior el Occidente” (página 96).

“¡Basta con la sumisión al Islam! El suicidio de la civilización occidental está viniendo de manos del mismo Occidente, enfermo de ese relativismo cognoscitivo, ético, religioso y cultural, que ha llevado a poner todo y a todos en el mismo plano, independientemente de los contenidos y de la sustancia; sometido a la lógica de lo políticamente correcto que le induce a no decir nada que pueda chocar con la susceptibilidad de otros o, todavía más, provocar una reacción violenta”…

“Y, sin embargo, este mismo Occidente no tiene ningún problema en agredir a la Iglesia, al Papa y a la misma civilización occidental que hunde sus raíces en la fe y en la cultura judeocristiana, mientras por el contrario se muestra remisivo y convivente con los integristas y extremistas islámicos. ¿Cómo explicar el hecho que precisamente esos occidentales que se enconan más contra las escuelas católicas y contra la enseñanza por parte de la Iglesia de la moral cristiana a favor de que la vida humana es sagrada, al respeto a la dignidad de la persona y a la libertad de elección, son los mismos que se esfuerzan en favorecer la difusión de las escuelas islámicas donde se difunde el odio al cristianismo, el judaísmo y la civilización occidental, así como consentir la presencia en nuestros países de predicadores del odio islámico que hacen apología del terrorismo?” (pág. 109).

Cuando leo estos textos, no puedo por menos de recordar dos incidentes. El primero fue el voto a la Constitución europea, afortunadamente descarrilada. Es indiscutible que las tres grandes fuentes o raíces de Europa son Jerusalén, Atenas y Roma, es decir los valores religiosos y morales judeocristianos, la filosofía y la racionalización de Atenas y el Derecho de Roma.

Cuando me di cuenta que la Constitución se debía fundamentalmente a un profundo enemigo de la Iglesia, que intentaba negar las raíces cristianas de Europa, decidí que mi voto debía ser negativo. El segundo incidente, a nivel local, fue ocasionado por una maestra que propuso en una guardería de la Iglesia no hacer el belén, no vayamos a molestar, por si acaso hay alguna, a alguna niña musulmana. Fue un precioso ejemplo de rendición preventiva, ya que se le contestó: nos parece que no hay ninguna niña musulmana; además es ella la que debe acomodarse a nosotros, no nosotros a ella y, para colmo, los musulmanes veneran y honran a María y, por tanto, el belén no debiera molestarles.

Magdi nos dice también: “Aunque teniendo radicales y definitivas distancias con el Islam en cuanto religión, estoy absolutamente convencido que se puede y se debe dialogar con todos los musulmanes que, de entrada, condividen los derechos fundamentales de la persona y persiguen la meta de una común civilización humana”(pág.136137).
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