Benedicto XVI; siete años en retrospectiva

El 19 de abril del año 2005, el teólogo y cardenal Joseph Aloisius Ratzinger, se convirtió en el 265 sucesor del apóstol Pedro bajo el nombre de Benedicto XVI. Lo que parecía un pontificado de transición, se ha convertido en una etapa de transparencia y recuperación de los puntos básicos de la fe de la Iglesia. Su principal preocupación ha sido volver al punto medio entre la renovación y la tradición. Es decir, evitar los extremos y las imposiciones arbitrarias, para dar lugar a una Iglesia en camino y con una opción decidida por la nueva evangelización en los más variados contextos sociales y culturales. El Papa Benedicto XVI no ha sido una copia de sus predecesores, sino un hombre que se ha mostrado al mundo tal y como es en realidad.

El eje de su tarea pastoral ha abarcado cinco aspectos que lo identifican como alguien que ejerce un liderazgo integral:

Desde 1950, año en el que presentó el examen para concluir sus estudios teológicos y recibir la ordenación sacerdotal, se convirtió en un verdadero exponente de la fe y de la razón al servicio del estudio de las Sagradas Escrituras, sintiendo un gran atractivo por la figura de Santo Tomás de Aquino y San Agustín de Hipona. Lo anterior, explica por qué sus discursos y homilías expresan un mensaje vivo y realista, es decir, bien argumentado y accesible al público en general. No atrae por su imagen o historia personal, sino por el valor de todas y de cada una de sus palabras como una serie de respuestas a la realidad actual.

Se ha preocupado por poner las cosas en orden. Prueba de ello fue la condena que impuso en el año 2006 al P. Marcial Maciel Degollado, fundador de los Legionarios de Cristo, prohibiéndole la celebración de los sacramentos en público, para evitar que continuara haciendo daño a su alrededor. Según Benedicto XVI, el perdón no excluye la necesidad de aceptar lo que resuelvan los tribunales civiles y penales. Gracias a él, hoy las conferencias episcopales y de las diferentes congregaciones religiosas del mundo, están trabajando en la creación de manuales y medios apropiados para evitar que tales conductas se repitan.

Después del Concilio Vaticano II, se dieron interpretaciones radicales por parte de conservadores y progresistas. Ante tales circunstancias, el Papa Benedicto XVI ha optado por la claridad de ideas y la búsqueda de la reconciliación. Ha dejado claro que la clave está en poner en práctica la hermenéutica de la continuidad, lo cual, aplica no solo en materia litúrgica, sino en todo el ejercicio de la misión universal de la Iglesia.

Ha participado en tres Jornadas Mundiales de la Juventud: Colonia (2005), Sídney (2008) y Madrid (2011). Para él, las nuevas generaciones son parte fundamental de la misión de la Iglesia. Por eso ha estado cerca de los jóvenes, invitándolos a no dejarse llevar por aquellas ideas o corrientes que hacen ver a Dios como si se tratara de alguien que lo único que busca es dictar prohibiciones. Benedicto XVI les ha enseñado que la fe es una aventura que vale la pena vivir en los diferentes contextos o etapas de la vida.

La anunció el beato Juan Pablo II, sin embargo, Benedicto XVI ha sido quien la puso en marcha. De ahí que en el año 2010 creara el Pontificio Consejo para la Nueva Evangelización. 

Ciertamente, se han dado tropiezos y dificultades por falta de comunicación al interior de la Curia Romana, sin embargo, por encima de los errores logísticos que afectan a cualquier institución u organización en el mundo, vale la pena reconocer lo que el Papa Benedicto XVI ha dejado a lo largo de siete años de pontificado. Incluso sus críticos más recalcitrantes, reconocen que no ha sido un Papa de transición sino alguien que ha marcado el rumbo de la Iglesia, volviendo a la esencia del cristianismo. El arte de la palabra puesta en acción.