De la Inmaculada, patrona también de los Estados Unidos
por Luis Antequera
Que la Inmaculada es la patrona de España es algo medianamente conocido, -y digo sólo “medianamente” porque todavía son muchos los que creen que patronazgo tal corresponde a la Virgen del Pilar, patrona de la Hispanidad y no de España- y que ya tuvimos ocasión de tratar en esta columna el año pasado por estas mismas fechas.
Menos conocido es que ese patronazgo, los españoles lo compartimos con muchos otros países del mundo. Por ejemplo, con nuestro vecino Portugal, de donde la Inmaculada es patrona mucho antes que en España, concretamente desde que, en 1646, así lo decidiera el Rey Juan IV, ciento catorce años, por lo tanto, antes de que en nuestro país tomara parecida decisión Carlos III. Por ejemplo con Brasil y con Filipinas. Y también con los Estados Unidos de Norteamérica, de donde lo es desde que el 13 de mayo de 1846, así lo declararan solemnemente los veintitrés obispos norteamericanos reunidos desde tres días antes en el que fue el VI Concilio provincial de Baltimore, celebrado en la Catedral de la Asunción de Nuestra Señora de dicha ciudad, y presidido por el Arzobispo Samuel Eccleston de Baltimore, mediante la siguiente declaración:
“Por entusiástica aclamación y unánime aprobación y consentimiento, los Padres han elegido a la Bendita Virgen María, concebida sin pecado, como patrona de los Estados Unidos de Norteamérica, sin, sin embargo, añadir el precepto de oír misa ni abstenerse de trabajos serviles en la fiesta de la Concepción de María [nótese que aún no se habla de la Inmaculada Concepción, sólo de la Concepción, el dogma, como veremos, aún tardará unos años en llegar]. Y por lo tanto, han decidido pedir humildemente al Sumo Pontífice trasladar la solemnidad, a menos que la fiesta caiga en domingo, al domingo más cercano en el que tanto misas solemnes como privadas puedan celebrarse, y los oficios de vísperas de la fiesta puedan recitarse”.
El patronazgo de la Inmaculada Concepción sobre los Estados Unidos será ratificado el 7 de febrero de 1847 por el Papa Pío IX, apenas unos pocos meses después de la proclamación de los obispos norteamericanos. Algo que, como es fácil de entender, en nada contrarió al Santo Padre, que ya tenía en mente lo que sólo unos pocos años después, siete para ser exactos, iba a consumar, a saber, la declaración con carácter universal del dogma de la Inmaculada Concepción de María, cosa que hizo mediante la Bula Ineffabilis Deus de fecha 8 de diciembre de 1854.
Una declaración, ésta del dogma de la Inmaculada Concepción, en la que volvieron a participar los obispos norteamericanos cuando en 1849, tres años después de haberla elegido como patrona de los Estados Unidos y cinco antes de su definitiva declaración por Pío IX, se reúnan en el VII Concilio provincial de Baltimore y den entusiástica respuesta positiva a las preguntas emanadas de la Santa Sede mediante la Encíclica Ubi primum, en las que se interrogaba a los obispos del mundo sobre la devoción existente en sus respectivas diócesis a la Inmaculada Concepción, como paso previo a la declaración del dogma.
©L.A.
Otros artículos del autor relacionados con el tema
Comentarios