Rompiendo una lanza por los sufridos autónomos
por Luis Antequera
Son poco más de tres millones en España, uno por cada cuatro trabajadores por cuenta ajena, tantos como funcionarios(1)… Tres millones de pringaos de los que nadie sabe ni quiénes son, ni qué hacen, ni cuánto han dejado de ganar durante la crisis, tampoco cuántos son, ni mucho menos, cuántos se han quedado, literalmente, en la puñetera calle, sin oficio ni beneficio. No se quejan, no lloran, no hacen huelga, no se movilizan, no le piden nada al sistema, al que sólo nutren con sus aportaciones a la seguridad social, el que menos, casi 300 euros al mes. Muchos de ellos, la mayoría probablemente, crean, además, puestos de trabajo.
Llevamos cuatro años de crisis. Apenas uno y cuatro meses si la contamos desde que el Gran Iluminado de la Moncloa se entera de que lo estamos cuando la Sra. Merkel le informa el 11 de mayo del año pasado de que el Ministerio de Economía del pomposo Gobierno de España pasa a gestionarlo ella misma, y que la soberanía española en materia económica queda en suspenso. A partir de ahí, conocemos los españoles lo que nos toca pagar a cada uno (de momento) por la crisis: los pensionistas con sus pensiones congeladas; los funcionarios con sus emolumentos reducidos en un 5%; los trabajadores con sus salarios congelados o reducidos, cuando no en el mísero paro, un paro que asciende ya… ¡al 22%! Y los autónomos… ¿cuánto le toca pagar a los autónomos?
Pues bien, los sufridos autónomos a los que nunca oímos quejarse, ni pedir nada que no sea condiciones de trabajo en las que, simplemente, se pueda trabajar, están ganando muchos de ellos hasta la mitad de lo que ganaban antes de la crisis, sobre la base de haber perdido sus clientes; de haber visto reducido sus precios pero no sus costes, entre los cuales particularmente los fiscales, que antes al contrario, no han hecho sino crecer y crecer; y de tener que financiar a sus propios clientes (¡la Administración en tantos casos!) por falta de otros financiadores, cuando no de llevarlos directamente a la cuenta de fallidos irrecuperables.
Y eso, los que directamente no se han quedado en el más puñetero paro. Eso sí, sin la menor de las prestaciones. Porque(2) cuando un autónomo, por perder, por ejemplo, los dos o tres clientes a los que se limita en muchos casos su cartera de clientes (tantos médicos de empresa, asesores fiscales, consultores, técnicos en comunicación, y tantos y tantos otros profesionales que trabajan en dicho régimen) se queda en el paro, no ve un maldito euro. Pero no sólo eso: ¿a qué no sabía Vd. que si un autónomo que tuviera la suerte de tener un pequeño contrato de trabajo con alguno de esos clientes de los que hablamos, fuera despedido, tampoco tiene derecho a paro, aunque haya estado pagando, como cualquier otro trabajador, su 1,70% de desempleo y F.P. sin poder negarse a hacerlo? La cosa es aún más grave, porque si ese mismo autónomo con dos únicos clientes, tuviera la mala suerte de perder primero a aquél con el que le une un contrato laboral, y al día siguiente al otro con el que sólo está unido por un contrato mercantil… ¡tampoco tendría derecho a paro por más que se quedara en la peor de las indigencias y de haber pagado puntualmente su 1,7% de desempleo y F.P.! Increíble, ¿no?
Estos son nuestros pobres autónomos. Si los hubiera conocido Shakespeare, en lugar de escribir “El Mercader de Venecia” tal vez hubiera escrito “El autónomo de Velencia”, y el famoso discurso del judío Shylock, tal vez se lo hubiéramos oído pronunciar al autónomo Manuel, que, palabra más, palabra menos, habría dicho algo similar a lo siguiente:
“Soy autónomo ¿Acaso no tiene ojos un autónomo? ¿No tiene un autónomo, manos? ¿Órganos, dimensiones? ¿Sentidos, dolencias, pasiones? ¿No nos alimentamos con la misma comida? ¿No estamos sujetos a las mismas enfermedades? ¿No nos curamos por los mismos medios? ¿No nos calentamos y enfriamos con el mismo invierno y verano que los del régimen general y los funcionarios? ¿Acaso no pagamos como ellos el 1,7% de desempleo y F.P.? Si nos pinchan, ¿acaso no sangramos? Si nos hacen cosquillas, ¿acaso no reímos? Si nos envenenan, ¿acaso no morimos?”
(1) No descarte Vd. que en este dato, un funcionario por cada autónomo, radique parte del fracaso de la economía española.
(2) A no ser que paguen un plus. Y eso gracias no vayan a creer Vds. que a una reforma del Gran Mesías de los Derechos Sociales, no, sino a aquel monstruo que se llamó Aznar.
©L.A.
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