Domingo, 22 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

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Mediodía del 1 de octubre, en las afueras de Consuegra

por Jorge López Teulón

Treinta y siete fueron los religiosos de la Orden de la Merced (mercedarios) que, especialmente, en los primeros días de la guerra, cuando más arreció la persecución religiosa, dieron su vida por Cristo. Diecinueve de ellos pertenecían a la provincia de Aragón y dieciocho, a la provincia de Castilla. Encabeza la lista de los mártires de Aragón el padre Mariano Alcalá Pérez, nacido el 11 de mayo de 1867 y fusilado el 15 de septiembre de 1936. Para el reconocimiento del martirio de estos religiosos, el 31 de mayo de 1957 se constituyó en Lleida el tribunal eclesiástico diocesano. Realizada esta etapa, el proceso pasó a la Sagrada Congregación de Ritos, el 25 de noviembre de 1962, solicitando la apertura del proceso. Hoy la causa sigue su curso en Roma.
 
De los dieciocho religiosos de la provincia de Castilla, asesinados durante la persecución, nueve pertenecían a la comunidad de la Buena Dicha (Madrid); cinco a la de Herencia (Ciudad Real); tres, a la de San Pedro (Madrid) y uno, a la San Sebastián. Actualmente, de algunos de ellos, siguen los trabajos en los procesos diocesanos. Los restos mortales de algunos de ellos fueron llevados al monasterio de la Merced de Poio, el 5 de mayo de 1940, y al convento de Herencia (bajo estas líneas), el 14 de junio de 1942.


 

Siervo de Dios Eliseo Pérez González
 
Nació en Acebedo (Chanderja de Queija, Orense) el 1 de febrero de 1895. Dos días después recibía las aguas bautismales en su parroquia natal de Santa María de Rabal. Tomó el hábito de la Orden de la Merced en Sarria (Lugo) el 9 de octubre de 1915. Realizó su profesión solemne el 19 de mayo de 1921 en Poyo (Pontevedra). Fue ordenado sacerdote el 11 de marzo de 1922.
 
De sus dotes de gobierno y prudencia dan fe los distintos cargos para los que fue destinado tan pronto como fue ordenado sacerdote, desarrollando primero su actividad apostólica en Puerto Rico, como párroco y Superior. El 15 de agosto de 1933 fue nombrado Superior del Convento de Herencia (Ciudad Real), en donde desplegó una labor religiosa y social extraordinaria, según el testimonio de cuantos le conocieron. El 21 de marzo de 1936 estableció a puertas cerradas la Adoración Nocturna, predicando un sermón que fue toda una premonición de lo que iba a suceder.
 
El 20 de julio de 1936, estando en la sacristía preparándose para celebrar la Santa Misa, unos milicianos le obligaron a despojarse de las vestiduras sagradas y a recluirse en el convento, junto con los demás religiosos. En la puerta de la casa pusieron un miliciano que impedía las entradas y salidas.
 
El 24 del mismo mes fueron obligados a despojarse del hábito religioso para ser conducidos al Ayuntamiento, allí les proporcionaron una documentación en que se hacía constar que eran frailes exclaustrados.
 
El 25 de julio fueron llevados en coche particular a los montes de Herencia, sin dinero ni provisión alguna. Los frailes se dividieron en tres grupos. El Padre Eliseo y Fray Olimpio Escudero González (el Siervo de Dios había nacido el 23 de Marzo de 1911 en San Juan de Poio (Pontevedra). Era el cocinero de la comunidad. Fue obligado a despojarse de su hábito de religioso. Tenía sólo 25 años) anduvieron errantes por los montes, hasta que el 1 de octubre de 1936 fueron descubiertos y asesinados en el término municipal de Consuegra. Contaba entonces el Padre Eliseo 41 años.
 
 
 
Martirio de los mercedarios de Herencia (Ciudad Real)
 
            Recogemos ahora lo escrito por el padre mercedario, José Martínez Vaz en 1954 en el libro “Herencia ama a la Virgen” donde nos narra el martirio de la Comunidad de PP. Mercedarios de Herencia.
 
 La tragedia de los religiosos Mercedarios de la villa de Herencia, en la provincia de Ciudad Real, tiene un dramatismo tan intenso que con sólo narrar los sucesos basta. Muchos años de labor apostólica, bastantes de colegio y muchas obras de caridad realizadas por nuestros hermanos en Herencia, los hacía acreedores al cariño del pueblo, pueblo al que habían logrado hacer mucho más cristiano que otros de la Mancha. La devoción ardiente a Nuestra Santísima Madre de la Merced, verdadera patrona de los herencianos, es realidad viviente dejada en el alma de todos ellos por los Mercedarios Descalzos, fundadores de aquel convento…
 
Componían la Comunidad de Herencia, los siguientes conducidos presos a la cárcel de Ventas, donde pasa mil religiosos:
  • Comendador, P. Eliseo Pérez González;
  • P. Luis Arias López
  • P. Jesús Tizón Baleira
  • Fray Ramón Lago Parrado
  • Fray Olimpio Escudeiro González
 
Datos fidedignos nos dicen: El domingo 19 de julio de 1936 se abrió la iglesia conventual, celebrándose en ella los acostumbrados cultos. El 20, muy temprano, se vieron recluidos en su casa-residencia, recibiendo la visita del alcalde, D. Santiago Ruipérez que les ofreció la seguridad de que nada les ocurriría. Así cuatro días, al cabo de los cuales sufrieron el primer asalto marxista.



En la guerra obligaron a un albañil, llamado Celestino, a atar la imagen de la Virgen de la Merced arrastrándola desde el Convento hasta la ermita antigua de San Antón, donde destrozaban todas las imágenes. El Niño, se pudo salvar gracias al padre de un tal Feliciano que lo escondió entre un esparto lleno de herramientas y actualmente está en manos de un particular.
 
Los milicianos se deciden a entrar en el convento el día 24. Van capitaneados por un tal Sarmiento; algunos concejales, como Poveda, Iniesta y otros les acompañaban. Todavía visten su hábito de frailes, y, obligándoles a poner el traje de paisano, los conducen al Ayuntamiento. Allí les entregan documentación de frailes exclaustrados, y al día siguiente, 25, los conducen al coche que hace la línea desde Alcázar de San Juan a Ciudad Real.
 
En el despacho no les conceden billetes, creyendo muy comprometido llevar tales viajeros, dado lo excitado que están los ánimos, y así son vueltos de nuevo al Ayuntamiento, de donde salen conducidos en coche particular a un lugar situado al sudoeste de Herencia, llamado sierra de las Atalayas, donde, abandonados a sus propios medios y sin recursos, pues habían sido despojados de sus pequeños haberes, tratan de salvarse, dividiéndose así: El P. Tizón solo, el P. Eliseo con Fr. Olimpio y el P. Arias con Fr. Ramón.
 
El Siervo de Dios Padre Jesús Tizón sigue por las Labores y Ciudad Real, llegando en tren hasta Madrid, no sin sufrir mil injurias, pues lo descubrieron como religioso, y, una vez llegado a la capital, es conducido preso a la cárcel de Ventas, donde pasa mil calamidades durante año y pico. Una vez fuera no puede tenerse casi de pie. Dice algunas veces misa; es ayudado muchísimo por la. M. María Barrenechea, monja del convento de Alarcón; pero su naturaleza débil y enormemente nerviosa no resiste, y en el sótano de la casa número 36 de la calle de la Reina, donde vive con otro sacerdote, muere en la madrugada del 24 de febrero de 1938. La Madre María y Fr. Armengol Rodríguez le preparan el entierro y, aún más hacen que celebren por su alma las misas gregorianas.
 
En la sierra de las Atalayas quedaban el P. Eliseo y Fr. Olimpio. Conocían la finca de D. Luis Villaseñor, en el término de Camuñas, de la cual era encargado un matrimonio de Herencia, D. Mercenario Carnero Romero. Este los oculta en la casa, la cual siendo de labor, los días de trabajo estaba llena de labradores de toda idea; buscando, en vista de esto cobijo durante la semana en la cueva de Castrola, y los domingos, aprovechando la ida a sus casas del personal, subían a la casa para mudarse y recoger los víveres preciosos para la siguiente semana.
 
Vecinos de Herencia que sabían su paradero los auxiliaban como podían… Noticias de la liberación de Toledo les infundió ánimos para ver de llegar allí y entregarse a las fuerzas nacionales, y, camino del frente, en el término de Consuegra, fueron asesinados y enterrados en el cementerio de esta última villa. Era el 1 de octubre de 1936.
 
El Siervo de Dios Padre Luis Arias y el Siervo de Dios Fray Ramón Lago (bajo estas líneas) se dirigieron a Villarta, donde estuvieron detenidos cuatro días, y, al llegar las turbas de Manzanares con intención de acabar con ellos, el alcalde, natural de Herencia, los hizo salir por una puerta reservada. Dos días pasaron en el monte de Palancas sin agua ni alimentos. Consumidos de sed se deciden a presentarse en una casa llamada de Palancas, sita muy cerca del lugar donde se encontraban. Vive en aquella casa un pastor llamado Santiago Valdepeñas, quien, con aprobación de su amo, Bernardo Moreno, ambos de Herencia, les dio cobijo y alimentación. Casa de tránsito y temiendo a la gente, el mismo Santiago los disfrazó y los condujo a un encinar, a donde él mismo les llevaba comida y allí estuvieron quince días. No contento con esto, el buen hombre les aconseja, por el peligro de los cazadores, que se internen en el monte de las Monjas, y a los tres días, al querer llevarles comida, ya no los encontró allí.
 
Corrían rumores que en Daimiel se vivía tranquilamente, y aun parece se extendió la noticia de que tropas de Franco habían entrado en el pueblo. Los religiosos trataron de llegar a él, y en Ojos del Guadiana fueron detenidos por un peón caminero armado de tercerola, que, por la carretera de P. Lápice, los condujo la misma villa de Daimiel.
 
Presos en el Ayuntamiento, los llevaron en un camión a las tapias del cementerio, donde los asesinaron brutalmente, deshaciéndoles a azadonados la cabeza y enterrándolos a ambos en la misma fosa.
 
Fueron asimismo ayudados, en el tiempo que estuvieron en el monte, por vecinos cristianos de Herencia, Dios se lo recompense. Era, al parecer septiembre de 1936.
 
No queremos hablar de los destrozos en el convento e iglesia. Todo fue destruido, sobre todo la iglesia. Lo más triste y doloroso ha sido el deshacer a hachazos la magnífica talla de Nuestra Santísima Madre.
 
El retorno
 
Ha pasado algún tiempo. Durante él se han indagado las circunstancias anteriormente expuestas del martirio de los religiosos que componían la Comunidad Mercedaria de Herencia.
 
Glorificados por Dios Nuestro Señor, en pía creencia, ya que son del número de los que en el mundo siempre le confesaron, queda para nosotros, el obligatorio homenaje, siendo el máximo el que sus restos descansen al pie del altar que sirvieron tantas veces en su vida.
 
A la paz de la cruz descansan en los cementerios de Daimiel y Consuegra. Se localizan sus tumbas, y en noviembre, con sus ya fuertes heladas, cuando corriendo el año 1941, son exhumados los restos del P. Luis Arias y Fr. Ramón Lago de Daimiel. Antes, en el frío marzo del mismo año, son recogidos en Consuegra los restos del P. Eliseo y Fr. Olimpio. Quedan en panteones particulares hasta que se organice su traslado a la villa de Herencia.
 
Amanece el 14 de junio de 1942.
 
En las afueras de la villa espera una muchedumbre de gente. Flores y banderas cubren cuatro féretros que contienen los restos de los mártires. Van todos sobre la misma anda.
 
Jóvenes de amos sexos quieren llevarlos, y se accede a ello, a lo largo del camino de la gloria, comenzando en el lugar denominado “Sepulcrillos” y terminando en la Iglesia conventual de la Merced. La gente sin número acompaña a los que fueron sacerdotes suyos, maestros en su vida espiritual, consejeros en todos los casos difíciles, formándose una devotísima procesión de rostros emocionados, por muchos de los cuales han corrido las lágrimas.
 
El M. R. P. Provincial de la Merced, Fr. Daniel Vázquez, preside, acompañado por todas las autoridades, el cortejo triunfal. Los superiores de Herencia y Jerez, así como delegados de Madrid y de Poyo, rodean como testigos del afecto del pueblo de Herencia hacia sus religiosos, martirizados tan cruelmente por el gran delito de su fe en Dios y de su amor al prójimo.
 
Al terminar la liturgia en la iglesia, allí, en el altar mayor, cabe a la reja del comulgatorio, como ejemplo siempre vivo y constante, se cubren con una losa de mármol, en que sus nombres y su muerte se graban como aviso contra el olvido de los buenos, pues si su muerte fue ejemplo, su vida es enseñanza.
 
¡Honor a su memoria!
 
Orgullosa puede estar Herencia por encerrar en su seno a tan santos religiosos, mártires de su fe y religión, que han entregado generosamente su vida por España y, en particular, por Herencia, a quien tanto amaban y querían.
 
Entre vosotros está, herencianos el P. Eliseo Pérez, dotado en su vida de un carácter poderoso. Para él no había dificultades, pues todas las salvaba con una valentía sobrehumana. Misionó en Puerto Rico y, cuando empezó a rugir la tempestad, el Sr. Obispo, Monseñor Byrne, le invitó a volver a Puerto Rico, pero él quería demasiado a Herencia para abandonaros en las horas difíciles que se acercaban y, por lo tanto, cuando más necesitabais de su ayuda y consejo, por vosotros ha entregado su vida.
 
Entre vosotros está también el P. Luis Arias. Todas sus actividades sacerdotales las desarrolló en vuestra villa, entre vosotros. Era esclavo del confesonario, dispuesto a serviros en en todo aun a costa de los más grandes sacrificios y privaciones, pues su caridad no tenía límites.
 
En Herencia, duerme también el sueño de los justos Fr. Ramón Lago. Su dulzura era inmensa, como la mar. Su paciencia y caridad, extremadas, pues no podía ver a nadie triste sin salir a su paso para consolarle.
 
¿Y qué diremos de Fr. Olimpio? Su alma era diáfana y pura como un lago tranquilo. Alcanzó la palma del martirio en plena juventud. Se crió a los pies de Nuestra Madre de la Merced y su devoción a Ella era extraordinaria. Era mortificado, dócil y nunca se negó a ningún trabajo. Por todas partes dejó el buen olor de sus virtudes.
 
No los olvidéis, pues son mártires de su deber, y su influencia ante Dios y Nuestra Madre tiene que ser muy grande; acudid a ellos como a verdaderos santos. Ellos se alzan en medio de vosotros como figuras señeras, que os van marcando la ruta a seguir en el camino de vuestra existencia.
 
Que ellos sean el fermento de esta inmensa masa herenciana, que la transformen en unos fervientes católicos y en unos fieles devotos de la Virgen de la Merced, la Reina, Madre y Patrona de Herencia.
 
Una vez que amainó el huracán, la Provincia Mercedaria de Castilla empieza inmediatamente su restauración, en medio de mil sacrificios y penalidades, pues el golpe que recibió fue terrible, llevándose a sus mejores hombres…
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