Jueves, 21 de noviembre de 2024

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De las tribus perdidas de Israel: breve reseña histórica

por Luis Antequera

 
            Uno de los conceptos vigentes más curiosos presentes hoy día en la antropología y religiosidad judías es el de las conocidas como “tribus perdidas”. El concepto hunde sus raíces en tres hechos diferentes y consecutivos.
 
            El primero de ellos, acontecido hacia el siglo XX a. C., la organización desde el principio de los tiempos de la gran familia israelita (dejaremos la denominación “judía” para más adelante) de los descendientes de Jacob o Israel (Jacob e Israel son, en la Biblia, el mismo personaje) en doce tribus, procedentes de cada uno de los doce hijos habidos por el patriarca con cuatro mujeres, a saber: las hermanas Lía y Raquel, y sus respectivas esclavas Zilpá y Bilhá. El libro del Génesis nos da los nombres de todos ellos:
 
            Los hijos de Jacob fueron doce. Hijos de Lía: el primogénito de Jacob, Rubén; después Simeón, Leví, Judá, Isacar y Zabulón. Hijos de Raquel: José y Benjamín. Hijos de Bilhá, la esclava de Raquel: Dan y Neftalí. Hijos de Zilpá, la esclava de Lía: Gad y Aser” (Gn. 35, 22-26).
 
            El segundo de los hechos, emplazado ya en el s. X a.C., la división del gran reino de Israel del añorado rey David en dos unidades, cosa que ocurre en el año 931 a.C., con la partición que, a la muerte de su hijo Salomón, se produce entre el hijo de éste, Roboán, rey del pequeño reino de Judá, al sur, y el conspirador Jeroboán hijo de Nebat, rey del reino de Israel, al norte. Reparará el lector en que la suma de las diez tribus del norte y la de Judá en el sur suman once, por lo que debe andar preguntándose ya por la tribu faltante. Pues bien, dicha tribu existe y es la de Leví, cuyos componentes, los levitas, adornados por el mismo Dios con el privilegio del servicio del Templo, no tienen territorio propio y sus componentes se reparten por el de las otras tribus.
 
            Y el tercero de los hechos de los que hablamos arriba, en pleno s. VIII a. C ya, la conquista por el asirio Senaquerib el año 721 a.C. del reino del norte o reino de Israel, en el que habitan la mayoría de los componentes de diez de las tribus, masacrados y esclavizados, y con ella su práctica desaparición. Una desaparición que aunque convierte a la tribu de Judá del reino del sur en la tribu mayoritaria entre los descendientes de Jacob, razón por la que empieza a conocérsele como “judíos” (hijos de Judá), no es sin embargo total, pues en el reino de Judea, y aunque minoritarios, quedan representantes del resto de las tribus de Israel. Sólo a modo de ejemplo, Ana, hija de Fanuel, la que reconoció en el recién nacido Jesús al mesías (Lc. 2, 36-38), la cual, según indica el propio Lucas, era “de la tribu de Aser”, uno de los dos hijos que le a da a Jacob la esclava Zilpá.
 
            Pues bien, con estos antecedentes entramos en el tema que da título a este artículo, el de las “tribus perdidas”. Y es que acontece que, desde entonces, son muchos los grupos humanos que reclaman algún tipo de sucesión respecto de esas tribus perdidas con la conquista asiria, entre los cuales los siguientes:
 
            - Los bene Israel, los judíos que viven en la India.
 
            - Los judíos Assam, que reclaman ser descendientes de Manases, hijo de José y nieto de Jacob.
 
            - Los famosos falashas o beta Israel de Etiopía, protagonistas del famoso rescate del año 1984.
 
            - El no menos exótico grupo japonés de descendientes de Zabulón.
 
            - El grupo sudafricano de los llamados lemba, en Sudáfrica.
 
            Grupos a los que nos iremos refiriendo poco a poco en esta columna, por tener todos ellos una más que interesante historia.
 
 
 
 
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