15h del 24 de septiembre, cementerio de San Rafael de Málaga
Beatos Mártires Salesianos de Málaga
El Beato Eliseo García y García, (fotografía de la izquierda) hermano del Beato Esteban García, religioso profeso de Sociedad Don Bosco, había nacido el 25 de agosto de 1907, también en El Manzano (Salamanca). Detenido junto al seglar Beato Alexandre Planas Saurí, salesiano cooperador (fotografía de la derecha), el Comité de Sant Vicenç dels Horts (Bacelona) les condujo “a las costas del Garraf, no muy lejos de la ciudad de Barcelona, donde los ejecutan”. Era la noche del 19 al 20 de noviembre de 1936. Sus nombres están incluidos en la Causa José Calasanz Marqués y 31 compañeros mártires. El Beato Eliseo García, hermano menor de Esteban, que siguió sus pasos en la misma vocación salesiana y que sufrió el martirio dos meses después; sin embargo, se adelantó en la beatificación que tuvo lugar en Roma el 11 de marzo de 2001.
Bajo proyecto y dirección del acreditado artista cordobés Rafael Valverde, con la colaboración de los renombrados pintores Juan Manuel Ayala y José Palma Santander, el Santuario de María Auxiliadora de Málaga tiene desde 2010 un altar dedicado a los Beatos Mártires Salesianos sacrificados por odium fidei en esa ciudad andaluza.
De fondo, un gran lienzo reproduce la antigua imagen de María Auxiliadora Coronada, destruida en 1936 y que fue contemplada por los Beatos. Delante del conjunto, se sitúa la imagen de San Juan Bosco. A los lados, aparecen ocho óleos individuales con el rostro de los mártires entrelazados en sendas palmas de martirio talladas, que salen de la imagen del fundador de los salesianos. Podéis ver un reportaje fotográfico en la web:
Los cuatro primeros mártires salesianos de la ciudad de Málaga
La ciudad de Málaga vio cómo entre julio y septiembre de 1936 un grupo de salesianos era sacrificado en una salvaje persecución contra la religión. Muchos de los asesinos, movidos por la ira ciega, el odio y la masa incontrolable, eran incluso antiguos alumnos educados bajo la sombra de Don Bosco.
Martirizados en distintos momentos y lugares, sus restos mortales reposan en una fosa común en la Catedral de Málaga. Estos ocho mártires fueron beatificados el 28 de octubre de 2007 y están incluidos en la Causa Enrique Sáiz Aparicio y 62 compañeros mártires.
· Beato Francisco Míguez Fernández
Nació en Corvillón (Orense) el 9 de febrero de 1887. Murió en Málaga, el 15 de agosto de 1936. Fue llevado a las cercanías del Camino de Suárez, para ser fusilado y quemado, cuando todavía estaba con vida. Este salesiano fue admirable por su mansedumbre en su pasión y muerte. Ya referimos su martirio en dicho día:
· Beato Manuel Fernández Ferro
Nació en Paradiñas (Orense), el 9 de febrero de 1898. Falleció en Málaga, el 25 de agosto de 1936. Al conocer lo que hicieron con sus compañeros y sospechando que después vendrían a por él, se despidió de su familia con una carta bellísima. Fue asesinado en las tapias del cementerio de San Rafael.
· Beato Félix Paco Escartín
Nació en Aldeahuesca (Huesca) el 21 de febrero de 1867. Murió en Málaga el 31 de agosto de 1936. Confesor del Colegio San Bartolomé de Málaga. Destacó en sus días de prisión por su exquisita caridad con los demás presos, consolándolos en aquellas horas amargas. Fusilado en las tapias del cementerio de San Rafael.
· Beato Tomás Alonso Sanjuán
Nació en Vitigudino (Salamanca), el 13 de marzo de 1893. Murió en Málaga el 31 de agosto de 1936. Fue detenido junto a sus compañeros y, según testigos del proceso diocesano, a este hermano se le veía en aquellos días con un fervor especial, pues decía: “si hay que dar la vida, nosotros la daremos”. Lo fusilaron en el cementerio de San Rafael.
Los otros cuatro, sacrificados el día de la Virgen de la Merced
El 24 de septiembre de 1936 fueron martirizados los cuatro últimos salesianos -dos sacerdotes y dos coadjutores- que aún permanecían en la Prisión Provincial. Ésta es su historia martirial.
El Beato Manuel Gómez Contioso era elegido, el 12 de agosto de 1935, por segunda vez, director de la casa de San Bartolomé de Málaga. Habiendo tomado posesión de su cargo en septiembre, el nuevo curso se presentaba con los mejores augurios, a pesar de las dificultades de la situación política. Componían la comunidad del curso 1935-1936 catorce salesianos, -siete sacerdotes, cinco coadjutores-maestros de taller y dos clérigos en el periodo de las prácticas de enseñanza-, de los que nueve confesarían a Cristo con el sacrificio de su vida.
Al Beato Antonio Pancorbo López, la revolución del 18 de julio, le sorprendió como catequista en sus Escuelas de Artes y Oficios de Málaga. El domingo 19 de julio, ante el mal cariz que tomaban los acontecimientos, un hermano suyo que fue a recoger a su hijo, alumno interno en las Escuelas, le ofreció la casa con la seguridad de que aquel mismo día zarparían en un barco inglés, rumbo a Gibraltar. Pero don Antonio le respondió que deseaba compartir la suerte de sus hermanos en religión.
Lo mismo sucedió con el Beato Rafael Rodríguez Mesa que también podía haber escapado cuando asaltaron el colegio, pues tenía en Málaga a su hermana Dolores, en cuya casa tenía hospedaje. Pero también prefirió compartir la suerte de su Comunidad y ni siquiera intentó salir del colegio.
Lo mismo sucedió con el Beato Rafael Rodríguez Mesa que también podía haber escapado cuando asaltaron el colegio, pues tenía en Málaga a su hermana Dolores, en cuya casa tenía hospedaje. Pero también prefirió compartir la suerte de su Comunidad y ni siquiera intentó salir del colegio.
Apenas estalló la guerra civil, 18 de julio de 1936, don Manuel procuró que los padres de los alumnos internos retirasen a sus hijos y ante los tristes acontecimientos que se perfilaban en el horizonte, dispuso, como medida de prudencia, que los salesianos sacerdotes vistieran de paisano.
El 20 de julio, a las 11 de la mañana, llega una pobre mujer con un pequeño moribundo para bautizarlo. El señor director le administra el sacramento. Crece la intranquilidad temiendo un registro, que llegará en la madrugada del día siguiente.
Quedaban en el colegio sólo unas decenas de alumnos. La turba se arremolinó amenazadora ante el edificio entre un insistente tiroteo. Buscaban armas imaginarias. El Padre Director hizo abrir las puertas y los milicianos invadieron la casa... La escena es dantesca: los miembros de la comunidad son colocados en fila ante el muro del patio, mientras los alumnos se ponen a llorar. Tras la parodia tétrica los salesianos son conducidos a la improvisada cárcel del cercano cuartel de Capuchinos, mientras el colegio permane a merced del vandalismo de los invasores. La venerada imagen de María Auxiliadora fue profanada y después quemada con las demás.
Por tanto, el 21 de julio en el asalto al colegio y el traslado de la Comunidad a la improvisada cárcel del cuartel de Capuchinos, comenzó en cierta manera el martirio de los salesianos. Del Beato Rafael Rodríguez sabemos que “lo traían entre dos como muerto, rostro y pecho bañados en sangre; pues le habían dado un golpe de fusil partiéndole la nariz y el labio superior, por lo que había caído al suelo desvanecido”.
El Gobernador de Málaga reconoce su inocencia, pero para preservarlos de la chusma, manda conducirlos a la Prisión Provincial y recluirlos en la “Brigada nº 5”, conocida como “Brigada de los curas”, por el creciente número de sacerdotes y religiosos que acogió.
El 23 de julio algunos salesianos pudieron abandonar la cárcel. El gobernador cumplió la promesa y ordenó que fueran liberados “los hombres del Seminario y de San Bartolomé (los salesianos)...” Al salir tomaron caminos y direcciones distintas. Entre ellos estaba el Beato Esteban García, a quien, ya en la calle, le salió al encuentro un grupo de milicianos, que le acusó de ser sacerdote, por su aspecto exterior. Él lo negó. Entonces uno le dijo que lo demostrará blasfemando. Al negarse don Esteban, le amenazaron con matarlo... “-¡Camina adelante, que ahora mismo vas a morir!”, le gritaban, mientras los milicianos iban detrás, moviendo los cerrojos de los fusiles en plan de disparar.
Al pasar un camión militar, creyeron más oportuno llevarlo a la comisaría, de donde fue trasladado aquella misma noche, de nuevo, a la Prisión Provincial.
Los salesianos permanecería en prisión más de dos meses. El Director, don Manuel Gómez, pasó un mes en la enfermería, aquejado de una infección intestinal. A finales de agosto, algo restablecido, se unió con los demás religiosos para compartir más plenamente con ellos el dolor de aquellas horas. ¡Cuánto sufría conforme conocía la muerte de sus salesianos...!
El 30 de agosto fue una jornada de dolor y de sangre. Tras el bombardeo de la ciudad por parte de los nacionales, durante la noche, el pueblo quiso vengarse con nuevos fusilamientos. Don Antonio Pancorbo había sido señalado como una de las víctimas. Un miliciano quiso arrancarle la medalla de la Virgen que pendía de su cuello.
-Si me habéis de matar lo mismo, dejadme que muera con la medalla, protestó enérgicamente.
No obstante se la arrancaron violentamente, arrojándola al suelo, de donde la recogió otro salesiano, que se la devolvió a don Antonio. Éste la besó con ternura y la colocó... sobre su pecho.
Don Antonio pudo una vez más escapar a la muerte, merced a una jocosa circunstancia. Llevaba unos pantalones, que al carcelero parecieron muy cortos para salir de prisión, por lo que le ordenó que se los cambiara. En el ínterin, el cupo de víctimas -unas sesenta- se había cerrado, quedando descartado en aquella madrugada del 31 de agosto.
En la prisión los días pasaban lentos y fatigosos, aliviados únicamente por el espíritu de caridad y de fortaleza cristiana que reinaba entre aquellos encarcelados inocentes. Del Beato Esteban García los testigos afirman que “durante aquellos interminables días fue visto hacer largas y frecuentes confesiones para prepararse al gran paso que todos sabían inminente”, sobre todo, tras vivir las terribles “sacas” del 22 y del 30 de agosto, en las que fueron asesinados varios salesianos. Del Beato Rafael se decía que en los dos meses de prisión “intensificó su vida de piedad con lecturas, rezo del rosario, confesión”.
Finalmente llegó el día de la Virgen de la Merced. El 24 de septiembre, desde la una y media a las seis de la tarde, tuvo lugar una saca, en la que fueron sacrificados 110 hombres y 8 mujeres. Los salesianos, con los de su “Brigada”, salieron sobre las tres de la tarde. En esa saca
· el Beato Manuel Gómez estaba signado con el número 179;
· el Beato Esteban García y García aparecía señalado con el número 180;
· el Beato Antonio Pancorbo López con el número 211 y
· el Beato Rafael Rodríguez Mesa le asignaron el número 219.
Transportados por los milicianos ante las tapias del cementerio malagueño de San Rafael, fueron fusilados y sepultados en una “fosa general”, una de las cinco existentes en dicho cementerio.
Pese a no ser liberada Málaga hasta el 8 de febrero de 1937, no hubo que lamentar más víctimas salesianas.
Beato Manuel Gómez Contioso
Nació en la onubense villa de Moguer, el 13 de marzo de 1877, en el seno de una familia numerosa y con oficio de labradores. Cuentan que desde muy pequeño, siendo monaguillo de la parroquia, Manuel disfrutaba “jugando a curas” con los compañeros. Aunque todos estos indicios apuntaban al sacerdocio, la idea sólo cuajó a los 17 años, y al preferir la Congregación Salesiana al Seminario Diocesano, el 25 de julio de 1894 entraba, como vocación tardía, en la casa de Utrera, y dos años después pasaba al noviciado de Sant Vicenç dels Horts (Barcelona), que coronaba con la profesión perpetua el 14 de noviembre de 1897. Aquí estudió el primer año de filosofía y el segundo en Sarriá. Vuelto el 1899 a Andalucía, simultaneó primero en San Benito de Calatrava (Sevilla) y luego en Utrera las prácticas de enseñanza con los estudios de teología, que culmina el 23 de marzo de 1903 con la ordenación sacerdotal.
Estrena su sacerdocio en Utrera como consejero escolar y, -a excepción de los cinco años (1917-1922) de confesor en Córdoba y el siguiente sexenio de director en Écija-, don Manuel desarrollará todo su ministerio salesiano durante veinte años (1904-1917 y 1929-1936) en Málaga, como confesor, prefecto-administrador y, por dos veces, director (1911-1917 y 1935-1936).
Ejemplar en todas las virtudes religiosas, era amado de todos por su bondad paternal. Su ejemplo atrajo otras vocaciones de la provincia de Huelva. Se distinguió siempre por su sencillez, por su bondad, por su celo a favor de las almas que se le confiaban. Cuando predicaba, sabía poner en sus palabras todo el fuego de amor de Dios encerrado en su corazón.
Como compendio sirve la radiografía que de él hace uno de la comunidad: “Era el clásico salesiano. A pesar de su edad estaba a la altura de todo. Recuerdo que en el fervorín de una fiesta de 1931 exclamó: -Nosotros defenderemos a Cristo y derramaremos hasta la última gota de sangre y estaremos a la máxima altura que haya que estar...”
¡Y cumplió la promesa!
Beato Antonio Pancorbo López
Nació en Málaga el 10 de octubre de 1896. Muy pronto frecuentó el Oratorio festivo y las Escuelas salesianas de la ciudad, brotando su vocación. Y, ya aspirante, cumplidos los 14 años, estudió humanidades en Écija de 1910 a 1914, marchando en agosto de este año a San José del Valle para iniciar el noviciado, que prosigue en Alcalá de Guadaíra, donde permanece hasta 1920. En Utrera hace la primera profesión el 11 de agosto de 1917. Destinado a Cádiz, desde 1920, concluye esta etapa con la ordenación sacerdotal el 7 de marzo de 1925.
Don Antonio desplegó su apostolado sacerdotal durante dos años en Utrera; por un sexenio (1927-1933) en Las Palmas de Gran Canarias, para pasar a “su Málaga del alma”, a ejercer los mismos cargos que en Las Palmas, es decir, el de consejero escolar y el de catequista, desde 1934 hasta su muerte martirial...
Una semblanza lo define como “el sacerdote y el educador humilde, laborioso, apasionado por el éxito de sus educandos, que puso siempre al servicio de su misión todo su preclaro ingenio y su carácter optimista”. Desde aspirante “era alegre, juguetón, alma de los patios. Junto a él se quitaban las penas. Era piadoso y ejemplar entre nosotros... Era servicial y perdonaba con generosidad las pequeñas molestias... Daba las clases con entusiasmo y sus alumnos lo apreciaban”.
Beato Esteban García y García
Esteban nació el 28 de noviembre de 1901 en El Manzano (Salamanca), de padres agricultores, que murieron cuando él tenía nueve años. Su adolescencia transcurrió ayudando a los familiares, que los acogieron. Fue el mayor de cuatro hermanos, entre ellos Eliseo García, también salesiano de la comunidad de San Vicenç dels Horts (Barcelona) que también murió mártir.
Su delicada salud le impidió hacer realidad los ardientes deseos de ser sacerdote, para lo que había empezado a prepararse en Cádiz en 1914. Pasó como aspirante coadjutor a las Escuelas de Artes y Oficios de la Trinidad-Sevilla, aprendiendo desde 1922 el oficio de sastre. Cumplido el servicio militar, que prolongó su espera de ser salesiano, en septiembre de 1925 le abría las puertas el noviciado de San José del Valle, haciendo la primera profesión el 12 de septiembre de 1926.
Tras varios destinos, desde 1928 hasta su muerte estuvo en Málaga, al frente del taller de sastrería. El 15 de agosto de 1933, fiesta de la Asunción, fue para la fecha culminante de su vida religiosa con la entrega perpetua al Señor.
Según un testigo “su ardor religioso se manifestaba en su entrega en cuerpo y alma a su profesión de sastre, modelando el corazón de los aprendices con la eficacia del ejemplo. Fue muy devoto de María Auxiliadora y de San José, y siempre se distinguió por su amor a la Congregación. Apóstol entre los alumnos, con sus consejos y ejemplos contribuyó mucho a la vocación de su futuro compañero de martirio, don Rafael Rodríguez Mesa, con quien mantuvo una auténtica amistad”.
El Beato Eliseo García y García, (fotografía de la izquierda) hermano del Beato Esteban García, religioso profeso de Sociedad Don Bosco, había nacido el 25 de agosto de 1907, también en El Manzano (Salamanca). Detenido junto al seglar Beato Alexandre Planas Saurí, salesiano cooperador (fotografía de la derecha), el Comité de Sant Vicenç dels Horts (Bacelona) les condujo “a las costas del Garraf, no muy lejos de la ciudad de Barcelona, donde los ejecutan”. Era la noche del 19 al 20 de noviembre de 1936. Sus nombres están incluidos en la Causa José Calasanz Marqués y 31 compañeros mártires. El Beato Eliseo García, hermano menor de Esteban, que siguió sus pasos en la misma vocación salesiana y que sufrió el martirio dos meses después; sin embargo, se adelantó en la beatificación que tuvo lugar en Roma el 11 de marzo de 2001.
Beato Rafael Rodríguez Mesa
A sus 23 años es el más joven de los salesianos martirizados en Andalucía. Natural de la bella ciudad malagueña de Ronda, vio la luz el 5 de julio de 1913. Al quedar huérfano de madre a los cuatro años, debió sacrificar los estudios primarios por tener que ocuparse del cuidado de la casa. En 1926, a sus trece años, con la ayuda de un tío sacerdote, ingresaba en el colegio salesiano de Málaga.
Allí, como afirma una de sus hermanas, “lo aprendió todo, desde leer y escribir, -pues faltando la madre y yendo a trabajar los mayores, tuvo que atender en casa a los hermanos menores-, hasta el oficio de carpintero”.
En aquel clima de piedad y de apostolado se desarrolló su vocación salesiana, alentada por el ejemplo y los consejos de su futuro compañero de martirio, el Beato Esteban García, maestro de sastrería. El 3 de septiembre de 1932 comenzaba el noviciado en San José del Valle. El 10 de septiembre de 1933 hacía la profesión hasta el servicio militar, continuando un año más en la misma casa de formación, “perfeccionándose en la vida religiosa y en su oficio de carpintero”. En agosto de 1934 es destinado a las Escuelas de Artes y Oficios de San Bartolomé (Málaga), cuna de su vocación, para derrochar su apostolado con los artesanos carpinteros y en las tareas que la obediencia le encomendaba: siempre y doquier don Rafael fue de ejemplo y edificación para hermanos y alumnos.
Más información:
http://www.donbosco.es/especiales/martires2007/
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