Sábado, 23 de noviembre de 2024

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¿Qué hacemos el día después de la JMJ?

¿Qué hacemos el día después de la JMJ?

por Néstor Mora Núñez


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"Si el Señor no edificare la casa, en vano trabajan los que la edifican" (Salmo 127,1)”. Disculpen si hago un ejercicio de idealismo basado en elucubraciones. Espero que la Voluntad de Dios pueda coincidir en algo con mi humilde ejercicio de prospectiva. 

Esta mañana he estado leyendo diversas opiniones sobre la JMJ. Hay para todos los gustos, desde las que se rinden a las bondades y casi divinizan el evento hasta las que encuentran todo tipo de males y errores. Pero pocas dan un paso más allá y piensan en el día después. Poco se dice sobre el día en que todo ha pasado, los “peregrinos” vuelven a sus casas y a su aburrida vida cotidiana. 

Podemos preguntarnos qué se traen bajo el brazo tantas personas que vuelven a casa. ¿Recuerdos? ¿Emociones? ¿Nuevas amistades? ¿Proyectos de futuro? ¿Fuerza y vitalidad nueva? Una parte del éxito de las Jornadas está en que el corazón de cada peregrino vuelva diferente a cómo llegó. Al hablar de corazón hablo de mucho más que la emotividad, ya que también están en nuestro corazón, el conocimiento y la voluntad que conforman nuestro ser. La otra parte del éxito se edificará días, meses y años después. 

Vuelvo a las Jornadas y me centro en el día después. El hecho de emprender el camino de regreso puede parece un signo de derrota. Una evidencia de que nada ha cambiado. Más de uno se preguntará ¿Por qué debe terminar la excepcionalidad tan intensa que ha vivido? Repásese el episodio de la Transfiguración del Señor: “Tomando Pedro la palabra, dijo a Jesús: «Señor, bueno es estarnos aquí. Si quieres, haré aquí tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.»” (Mt 17,4) Pero Cristo tenía otros planes diferentes a ponerse a hacer estas tiendas. 

¿No podemos quedarnos en este evento extraordinario que hemos vivido? Sinceramente, creo que no. El agua pasada no mueve molinos. Los recuerdos están bien, pero nos arrastran al pasado inmovilizándonos en el presente. ¿Qué objetivo pueden tener los cientos de miles de jóvenes y no tan jóvenes que vuelven? ¿Recordar lo bonito que fue? 

Sólo se me ocurre un objetivo coherente: comunicar lo que se ha recibido. Pero ¿Qué se ha recibido? Buena pregunta que debería hacerse cada uno de los peregrinos que vuelven. 

¿Qué trae cada uno de ellos en su “bolsa”? Recuerdos, historias que contar, planes para otra JMJ, etc, no diré que esto sea mal equipaje, pero opino que volver sólo con esto, es pobre. La bolsa del peregrino debería venir llena de ilusión, vitalidad, sentido, energía, Espíritu, que pueda ser comunicado en sus lugares de retorno. Recordemos el pasaje de la multiplicación de los panes y peces. Los asistentes quisieron que les siguiera solucionando la ida ese ser tan maravilloso. Cristo no perdió tiempo para salir de allí. 

Podríamos pensar en tres posibles equipajes: 

a)   Quien vuelve trae sólo vivencias que contar a quien quiera escucharle. No existe compromiso interior, sólo apariencias excitantes y maravillosas que contar. “¡Qué bonito fue! ¡Que organicen otra!”

b)  Quien vuelve trae ganas de vivir aquello que ha cambiado en el/ella. Existe compromiso interior, pero se intenta guardar para si mismo. “¡Me siento diferente y quiero vivir lo que siento!”

c)  Quien vuelve siente la necesidad de comunicar el cambio a otras personas. Existe compromiso interior y exterior, lo que puede ser fuente de evangelización activa. “!Necesito compartir y vivir en comunidad aquello que traigo conmigo!” 

A partir de estos tres niveles de compromiso es posible pensar en cómo canalizar la “energía” recibida. 

El tipo “C” pueden ser los motores que muevan con su entusiasmo y vitalidad a los demás. Su perfil se ajusta a personas con tendencia al liderazgo. Otra cosa es si el liderazgo es efectivo y/o se está capacitado para ejercerse. Hará falta mucha negación de si mismo o la aparente ventaja se puede convertir en un riego. Pero si el liderazgo es encauzado con formación, puede ser el comienzo de la revivificación de comunidades adormecidas y/o la creación de nuevas comunidades. 

El tipo “B” serían las personas más adecuadas para el apoyo de los líderes tipo del tipo “C”. Estas personas pueden ayudar a transmitir sin tendencia al protagonismo. Son necesarios para llevar adelante cualquier acción dentro de las comunidades. A partir de la comunidad revivificada (o creada) se puede actuar sobre otras personas y “contagiar” la energía recibida. 

El tipo “C” presenta riesgos importantes, ya que utilizan el mismo lenguaje que los de tipo “B” y “C”, pero desplazan la energía desde la realidad a un pasado ideal e inactivo. Indudablemente pueden cambiar su actitud, pero tienden a ser más un peso que un motor de cambio. 

Volvamos a la realidad. Todo lo dicho no es más que un modelo sobre el que reflexionar. La realidad es siempre más compleja y maravillosa que cualquier modelo. Si nos obsesionamos por llegar a un maravilloso ideal, nunca viviremos las buenas realidades que Dios nos ofrece. Otro elemento a tener en cuenta en que todo planteamiento cristiano debe ser llevado a cabo en paralelo desde la realidad y lo sobrenatural. La oración individual y colectiva debe ser el procedimiento de “recarga” de las fuerzas que el Espíritu ha donado. 

Dios nos pide compromiso y voluntad, pero sin olvidar que nada podemos sin El.

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