De la gravísima responsabilidad del PSOE en el asesinato de Calvo Sotelo, ocurrido hace 75 años
por Luis Antequera
Tal día como hoy de un infausto año 1936 se producía el más grave atentado que pueden soportar la convivencia social de una nación y un régimen político, más aún si quiere ser reconocido como democrático: el consistente en el asesinato del líder de la oposición a manos de militantes del partido en el Gobierno. Pues bien, tales y no otras fueron las circunstancias en las que, el 13 de julio de 1936, se produjo, hace como decimos setenta y cinco años hoy, el asesinato de José Calvo Sotelo.
Todo empezaba cuando a las dos y media de la madrugada de ese día, se presentaba en la casa del líder de Renovación Española una fuerza mixta formada por guardias de asalto y militantes del Partido Socialista Obrero Español. Tras un breve intercambio de palabras, se le introduce en una camioneta, en la que apenas unos minutos después, se le descerraja un tiro en la nuca, y luego un segundo tiro de gracia.
Del libro “José Calvo Sotelo” escrito por Alfonso Bullón de Mendoza, probablemente el mayor experto existente hoy día sobre la figura del líder de Renovación Española, editado por Ariel en febrero de 2004, extraigo la siguiente información sobre las personas que formaban el comando que perpetró el asesinato del líder la oposición José Calvo Sotelo:
“Aunque no es fácil ofrecer una lista completa de quienes subieron a la camioneta 17 nos consta que al menos lo hicieron las siguientes personas:
- Fernando Condés [...] Condés se dedicó entonces a la instrucción de la motorizada, unidad de acción bajo las Juventudes Socialistas madrileñas que actuaba como escolta de Indalecio Prieto.
- Luis Cuenca Estevas [...] En 1932 ingresó en las Juventudes Socialistas. [A Aniceto Castro] se lo habían presentado días antes del 12 de julio como “escolta de Indalecio Prieto”. Tenía fama de pistolero de acción contra los fascistas y entre sus compañeros se le atribuía el asesinato de Matías Montero y Juan de Dios Rodríguez.
- Francisco Ordóñez [...] En 1934 se afilió a la Juventud Socialista.
- Santiago Garcés Arroyo [...] Era amigo del presidente de las Juventudes Socialistas, Enrique Puente, y actuaba como escolta de Indalecio Prieto, al que solía seguir en automóvil.
- José del Rey Hernández: Miembro de las Juventudes Socialistas desde 1931”. (pág. 675-676 op.cit.)
En la misma obra, poco más adelante, se hace el siguiente relato sobre cómo se produjeron los hechos:
“De lo ocurrido a partir del momento en que Calvo Sotelo entró en la camioneta tenemos el relato de un testigo presencial, el guardia de asalto Aniceto Castro, que se sentó al lado del detenido:
“En el banco delantero se sentaron el chófer, el Capitán Condés y José del Rey; en el segundo, algunos paisanos y guardias; en el tercero, que era de espaldas a la dirección, no iba nadie; en el cuarto, el declarante, el Sr. Calvo Sotelo y el guardia del Escuadrón de Seguridad, y en el quinto “el pistolero” (Cuenca) y otros paisanos. Se encaminó la camioneta calle de Velázquez abajo, y a los pocos momentos de emprender la marcha, cree que al llegar al cruce con la calle Ayala, sonó un tiro, y al momento vio que el Sr. Calvo Sotelo caía hacia la derecha y “el pistolero” esgrimía detrás de él una pistola con la que, indudablemente, había disparado sobre la nuca de aquél. Al instante vio cómo “el pistolero” hizo un segundo disparo sobre la cabeza del Sr. Calvo Sotelo, cuando ya éste estaba cabeza abajo. Entonces el guardia del Escuadrón se pasó al asiento de atrás. “El pistolero” exclamó: “Ya cayó uno de los de Castillo”, y al mismo tiempo Condés y José Del Rey se cruzaron miradas y sonrisas de inteligencia”” (pág. 681, op.cit.).
Está muy bien el espíritu conciliador que presidió el período de la Transición y que hizo posible que siglas con la responsabilidad en la que habían incurrido el PSOE en la Guerra Civil pudieran volver a irrumpir en la escena política española, a participar en elecciones democráticas, y hasta gobernar España en dos largos períodos, de trece años y de siete, aunque ambos se vieran culminados con la más amarga crisis y cifras record de desempleo, con gravísimos escándalos de corrupción, y con episodios hediondos a cual más en la lucha contra el terrorismo.
Lo que no tiene sentido alguno es que se nos quiera presentar un régimen en el que hechos como el relatado pudieron ocurrir, como modelo de convivencia para los españoles. Y menos aún, que desde las filas de los que orgullosamente asumen la herencia pesoíta y han decidido comparecer ante el electorado con unas siglas que debieron ser sustituidas, se reclamen continuamente responsabilidades sobre lo acontecido en esa guerra y en la República que dio lugar a ella, a partidos políticos que no existían entonces, que sólo fueron fundados, como poco, cuarenta años después, y por personas que sólo eran niños o ni siquiera existían, mientras en la nómina de los militantes del PSOE, figuran personas con nombres y responsabilidades como las que se acaban de citar.
Hoy habría sido un buen día para que en las Cortes españolas, y sobre todo, cuantas personas en él se parapetan tras las siglas del PSOE, hubieran condenado los gravísimos acontecimientos ocurridos el 13 de julio de 1936, y hubieran pedido al pueblo español perdón por unos hechos que aunque no son los únicos que condujeron a España a una cruel guerra civil (en todos los cuales, por cierto, cupo grave responsabilidad a un grupo de personas que se parapetaba tras las siglas de las que hablamos), sí constituyeron, indiscutiblemente, la espoleta que la encendió.
Aunque si les digo la verdad, entre que ocurra esto, es decir, que el PSOE pida perdón por unos hechos acontecidos hace ya setenta y cinco años, o que deje de dar la brasa con la memoria histórica y de pedir responsabilidades a los demás, en un ejercicio en el que roza la maestría y que ha seguido practicando a lo largo del entero siglo que viene durando su historia, yo me conformo con lo segundo. Me temo que ni siquiera.
Aunque si les digo la verdad, entre que ocurra esto, es decir, que el PSOE pida perdón por unos hechos acontecidos hace ya setenta y cinco años, o que deje de dar la brasa con la memoria histórica y de pedir responsabilidades a los demás, en un ejercicio en el que roza la maestría y que ha seguido practicando a lo largo del entero siglo que viene durando su historia, yo me conformo con lo segundo. Me temo que ni siquiera.
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